La pasi¨®n por la ¨®pera
El 11 de octubre Pilar Mir¨® asisti¨® a la inauguraci¨®n del Real. Con una elegancia de gran cl¨¢sica estaba en la tercera fila del patio de butacas, delante de Pl¨¢cido Domingo y Gerard Mortier, en el coraz¨®n de un d¨ªa simb¨®lico. Anteayer volvi¨® al Real al estreno de Divinas palabras.La ¨®pera era una gran pasi¨®n de Pilar Mir¨®, especialmente la ¨®pera rom¨¢ntica: Verdi sobre todos. Le estremec¨ªa el melodrama, los sentimientos a flor de piel que s¨®lo la ¨®pera transmite. Admiraba a Alfredo Kraus entre las voces ("siempre tiene raz¨®n", dec¨ªa) y a Piero Faggioni entre los directores de escena ("est¨¢ a a?os luz de los dem¨¢s", afirmaba). El p¨²blico conservador de Madrid vapule¨® su versi¨®n de Carmen, en blanco y negro, atenta a la sustancia del drama. Tampoco le perdon¨® su vuelta con El cazador furtivo de Weber. Su desolaci¨®n fue absoluta. No entend¨ªa qu¨¦ estaba pasando. Dio la cara unos d¨ªas despu¨¦s en un coloquio p¨²blico para explicar a los que la silbaban el por qu¨¦ de sus propuestas. Iban a por ella. Antonio Fem¨¢ndez-Cid la defendi¨® entonces, con elegancia y coraje. Le propon¨ªan operas con las que no se sent¨ªa c¨®moda. De Maderna, de Henze, entre las ¨²ltimas. Se identificaba con las hero¨ªnas novelescas del XIX. Discut¨ªamos, sin embargo, horas y horas sobre t¨ªtulos como Pelleas et Melisande. No comprend¨ªa c¨®mo yo pod¨ªa admirar tanto a Debussy, tan fr¨ªo y estilizado en la ¨®pera, seg¨²n ella. Cuando com¨ªamos juntos me ped¨ªa que tomase callos, su plato preferido, para pinchar uno o dos. Su enfermedad no le permit¨ªa excederse.
Dos d¨ªas despu¨¦s de la filmaci¨®n de la boda de la infanta Cristina asisti¨® al concierto de la Filarm¨®nica de Berl¨ªn. Lo presenci¨® desde su localidad preferida del Auditorio Nacional: primera fila del anfiteatro lateral, para ver lo m¨¢s cerca posible los gestos del director. Fue su ¨²ltimo concierto sinf¨®nico. Un concierto digno de su sensibilidad musical y moral.
El vac¨ªo que deja Pilar Mir¨® es infinito. La ¨²nica forma de alargar su compa?¨ªa ser¨¢ escuchar cualquier Verdi o la Man¨®n de Massenet con Victoria de los Angeles, que le entusiasmaba compartir.
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