Las grandes noticias
Desde hace alg¨²n tiempo vamos viendo que los medios de comunicaci¨®n social -?se llaman as¨ª!-, encabezados por la primera cadena de televisi¨®n, casi se monopolizan en un solo tema, como si fuera la gran noticia que se espera, la que el p¨²blico que necesita cambios y conmociones reclama. Las tres ¨²ltimas que casi sin soluci¨®n de continuidad nos han obsesionado son la boda de una infanta (deber¨ªa decirse "boda infantil", si el lenguaje tuviese sentido), la inauguraci¨®n del Real y la del Museo Guggenheim. Se ha llegado a titular "Bilbao entra en la era Guggenheim", como si dejasen ya de ocurrir las noticias de las otras cosas: la desindustrializaci¨®n, el malestar en la r¨ªa, los cr¨ªmenes de ETA, el nacionalismo pac¨ªfico pero penetrante, el empobrecimiento colectivo, la fuga de cerebros y de capitales, y este museo fuera a suponer el cambio definitivo en la ciudad y su comarca. Otro peri¨®dico da la lista casi completa de los invitados; por lo menos, de los invitados que cuentan. Y en eso est¨¢ algo del secreto de las noticias-madre que dominan durante muchos d¨ªas las televisiones y los peri¨®dicos: la creaci¨®n de una nueva corte. A m¨ª me parece bien que vayan el Rey y la Reina, las Infantas y sus consortes, el Pr¨ªncipe solitario: es su trabajo. Y la ministra de Educaci¨®n y Cultura, no faltaba m¨¢s. Pero la lista de invitados a la boda, los del Real, y del museo quiz¨¢ sea lo que se persigue: la ¨¦lite, la casta. El nuevo Gobierno se apoya en ella; la fortalece, la crea. Excluye a los c¨ªrculos exteriores al vulgus pecum, al reba?o: el que est¨¢ del lado de ac¨¢ de la pantalla. El que comenta trajes y pamelas, condecoraciones y andares. El que no entiende para nada la arquitectura del museo, aunque le digan que es genial (sin duda lo es). Al que le cuentan la generosidad de los grandes que dan los restos del banquete a los pobres de Barcelona (que tambi¨¦n los hay) y el que sabe que jam¨¢s podr¨¢ ir al Real no s¨®lo porque los abonos y las entradas est¨¢n vendidas para el futuro a la gente de bien, sino porque el precio le aleja de ellas. Ah, esta casa de la ¨®pera la fund¨® el partido socialista desde el poder: siempre tuvo fascinaci¨®n por entrar en la nueva aristocracia. Y ahora le dejan a las puertas. Estamos hablando de nuestros miles de millones que les damos a ellos para su pedestal: los veinte, treinta mil o m¨¢s del Real, los seis mil del t¨²nel de su plaza, los diez o quince mil del Guggenheim. Los de la boda no se dan: se dice que por delicadeza hacia los esposos felices.
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