El s¨ªndrome ,"Mas madera"
?Cu¨¢nto valen las cosas que hay en la Tierra? ?Cu¨¢nto costar¨ªa que una m¨¢quina hiciese el trabajo del mar, de los ¨¢rboles, de las abejas, de las espigas de trigo? La dicotom¨ªa entre econom¨ªa y ecolog¨ªa, que llega a ser esquizofrenia, puede empezar a dejar de serio gracias a un trabajo publicado en la revista Nature y escrito por un numeroso grupo de ec¨®logos y economistas. El valor de los servicios y del capital natural es de 5.000 billones de pesetas al a?o. El producto interior bruto mundial, lo que producimos el conjunto de los humanos, es de 2.700 billones de pesetas.?Qu¨¦ comprende y c¨®mo se llega a esa cantidad? La cifra incluye los servicios que cada a?o incorporan al mercado mundial los 16 ecosistemas diferentes en que se han dividido las ¨¢reas de la Tierra, de acuerdo a 17 tipos de servicios que prestan. Y se llega a ella calculando una media por hect¨¢rea para cada ecosistema. Seg¨²n este estudio la polinizaci¨®n, el control del clima, la regulaci¨®n de las aguas o de los gases, el ciclo de los nutrientes y el valor cultural son algunos de esos 17 tipos de servicios qu¨¦ la naturaleza nos ofrece, en principio, de modo gratuito. Y cada uno de los 16 ecosistemas tiene un valor determinado en la producci¨®n de cada uno de estos 17 servicios.
Cada hect¨¢rea de oc¨¦ano, por ejemplo, tiene un determinado valor para cada servicio: regulaci¨®n de gases, ciclos de ox¨ªgeno y el carbono, ciclo de nutrientes, control biol¨®gico o valores culturales, entre otros. La suma de todos los valores (m¨ªnimo, m¨¢ximo y media) multiplicado por el total de hect¨¢reas de oc¨¦anos, ofrece una cifra determinada para ese ecos¨ªstema.
Todos estos datos, cuya recomendable lectura se puede hacer en el n¨²mero del 15 de mayo de 1997 de Nature o en la direcci¨®n de Internet http:llwww. nature. com, deben hacernos reflexionar a todos. Si los siglos XIX y XX han supuesto un espectacular incremento de nuestros conocimientos y un desarrollo cultural como no se hab¨ªa conocido, el siglo XXI puede ser el punto de inflexi¨®n para la especie humana. No parece probable que la biosfera aguante como hasta ahora el desarrollo llevado a cabo. El principio de precauci¨®n, establecido a ra¨ªz de los estudios sobre el cambio clim¨¢tico, debe imponerse.Cualquier especie trata de perpetuarse el mayor tiempo posible. La especie inteligente, unos reci¨¦n llegados al planeta (si la historia de nuestra plante tuviera 24 horas habr¨ªamos llegado en los ¨²ltimos segundo), tiene en su mano demostrar que es verdaderamente intel¨ªgente, que es capaz de perpetuarse o que, por el contrario, la inteligencia que posibilita el desarrollo, ser¨¢ nuestra condena.?Nos dar¨¢ tiempo a instalar colonias en otros mundos antes de acabar con ¨¦ste, o seremos capaces de mantenerlo en condiciones habitables?
Ser¨¢ cierto que "la econom¨ªa, idiotas, la econom¨ªa", pero s¨®lo si se tienen en cuenta las repercusiones de la degradaci¨®n ambiental en la econom¨ªa. O internalizamos costes que hoy no se tienen en cuenta o el crecimiento industrial, energ¨¦tico, etc¨¦tera, no har¨¢ la vida muy dif¨ªcil. Conscientes o no, estamos incurriendo en el s¨ªndrome "m¨¢s madera", deshaciendo el tren para alimentar la caldera, en una carrera r¨¢pida pero corta. Excepto a los impagables hermanos Marx a nadie se le ocurre, si quiere llegar lejos, quemar el tren para que pueda seguir avanzando. Sin embargo, con frecuencia vemos que el tren de los recursos renovables pierde vagones a golpes de ha chas manejadas por torpes Harpos incapaces de entender que los vagones no son eternos.
Si no ponemos freno a esas hachas, acabaremos pronto el viaje. Si continuamos esquilmando los recursos marinos, talando ¨¢rboles sin plantar otros, perdiendo tierras por la erosi¨®n, descontrolando la temperatura del invernadero en el que vivimos, vamos a pagarlo, en sentido estricto, con dinero, muy caro. Si en la econom¨ªa no incluimos ya los costes ambientales, desde el siglo XXI se nos recordar¨¢ como aquellos antiguos, incapaces de entender que "la ecolog¨ªa, idiotas, la ecolog¨ªa".
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