No es cierto, nunca existi¨®
La reciente crisis demuestra que los valores de Asia no tienen nada de superiores
Hace pocos a?os me encontr¨¦ con que era la ¨²nica voz discordante en un congreso regional de ejecutivos de compa?¨ªas multinacionales. Los ejecutivos eran de un optin¨²sino fr¨ªvolo; no ve¨ªan m¨¢s que oportunidades ilimitadas en una zona sujeta a unas transformaciones y un crecirruiento sin precedentes. No estaban de humor para escuchar reservas sobre un crecimiento de la productividad que no parec¨ªa tan alto como se pregonaba, ni sobre d¨¦ficit comerciales, ni sobre la preocupante tendencia de solicitar pr¨¦stamos en el extranjero e invertir el dinero en proyectos especulativos. Me dec¨ªan que yo no entend¨ªa la zona.Era el a?o 1993; el lugar era el complejo tur¨ªstico mexicano de Canc¨²n; la zona en cuesti¨®n era Latinoam¨¦rica. Mir¨¢ndolo retrospectivamente, parece casi incre¨ªble que ni los Gobiernos ni los inversores vieran en la crisis del tequila que se apoder¨® de Latinoam¨¦rica 20 meses m¨¢s tarde una advertencia para Asia. Despu¨¦s de todo, no ten¨ªa uno que ser George Soros para darse cuenta de que Corea del Sur, Malaisia y Tailandia estaban acumulando enormes d¨¦ficit comerciales, o que los funcionarios del Banco Mundial y el FMI estaban transmitiendo advertencias p¨²blicas aunque cautelosas sobre unos sistemas financieros d¨¦biles y unos deudores morosos. Pero la propaganda es lo ¨²ltimo que se pierde:, Asia, insist¨ªan sus partidarios, era diferente y no estaba sujeta a los riesgos que amenazan a zonas menos din¨¢micas.
Pues bien, puede que el descubrimiento de que las naciones de Asia viven de hecho en el mismo universo econ¨®mico que el resto de nosotros dar¨¢ pie a una reflexi¨®n. muy necesaria sobre la realidad de su milagro econ¨®mico.
Nadie puede, ni deber¨ªa, intentar negar que las econom¨ªas de Asia han alcanzado un notable crecimiento econ¨®mico. Pero ese ¨¦xito no es un milagro, si entendemos como milagro, si entendemos algo inexplicable de acuerdo con las leyes habituales de la naturaleza. Asia, utilizando los t¨¦rminos poco delicados de William Overholt, de Bankers Trust, ha crecido gracias a una econom¨ªa de carne con patatas (seguramente quer¨ªa decir arroz con pescado). Lo que quer¨ªa decir es que el crecimiento asi¨¢tico ha sido esencialmente resultado de las, nusmas cosas que originan el crecimiento en cualquier parte: altas tasas de inversi¨®n, principal aunque no totalmente financiadas. por un fuerte ahorro interior; un nivel de formaci¨®n que mejora r¨¢pidamente y la transferencia de grandes cantidades de campesinos subempleados al sector moderno. Si hay algo de milagroso en el crecimiento de Asia, es cuesti¨®n de grado, no de tipo. Y los Gobiernos de Asia tambi¨¦n han sabido evitar los desafueros pol¨ªticos que han paralizado el crecimiento en muchos pa¨ªses en desarrollo.
Algunos economistas -y me incluyo yo- han se?alado que el hecho de que el crecimiento de Asia sea de arroz y pescado implica que est¨¢ abocado a perder velocidad: la inversi¨®n no puede aumentar continuamente como un porcentaje del PIB; la gente s¨®lo puede estudiar durante una determinada cantidad de a?os, y un pa¨ªs que se desarrolle con mucha rapidez al final se queda sin campesinos. ?ste es un punto de vista que despierta una amarga oposici¨®n. Sin embargo, la discusi¨®n sobre las perspectivas de crecimiento a largo plazo tiene poca influencia directa en la actual crisis de la zona, excepto por una cosa: algunos de los que han insistido en que hay algo m¨¢s en el ¨¦xito que la simple acumulaci¨®n de rendimientos productivos, normalmente piensan tambi¨¦n que se trata de un modelo sui generis. O bien los valores de Asia tienen algo especial y superior, sostiene, o bien la zona ha descubierto un sistema asi¨¢tico ¨²nico de econom¨ªa pol¨ªtica basado en un intervencionismo gubernamental sin complejos, y su resultado es que las econom¨ªas de Asia no est¨¢n sujetas a las mismas restricciones que el resto del mundo.
Los asi¨¢ticos est¨¢n orgullosos de lo que han conseguido y tienen derecho a estarlo. Sin embargo, la doctrina basada en la exceptuaci¨®n asi¨¢tica no s¨®lo es una tonter¨ªa, sino que adem¨¢s es peligrosa. Esto se ha debido en parte a que demasiados inversores locales y extranjeros la tomaron como una excusa para creer que los buenos tiempos pod¨ªan continuar, y en concreto, la recalentada expansi¨®n asi¨¢tica de mediados de los a?os noventa, que catapult¨® los precios inmobiliarios y los d¨¦ficit comerciales a unas alturas que se pod¨ªa haber pensado que eran claramente insostenibles, podr¨ªan continuar sin l¨ªmite. Peor a¨²n, algunos dirigentes asi¨¢ticos parecian empezar a creer a su propia prensa. Esto les llev¨® a embarcarse en proyectos grandiosos y derrochadores, y tambi¨¦n a despreciar, frecuentemente con ira, las discretas sugerencias de que pusieran sus casas financieras en orden. Alguien deber¨ªa haberles dicho que los que creen que pueden andar sobre las aguas tienen muchas posibilidades de acabar hundidos hasta el cuello.
Objetivamente, no hay raz¨®n para que esta crisis de Asia sea profunda o dure mucho. Si los l¨ªderes de la regi¨®n se comportan con modestia y realismo, deber¨ªan ser capaces de recuperar r¨¢pidamente la confianza de los inversores y reanudar el crecimiento poco despu¨¦s. Dentro de dos o tres a?os, podr¨ªamos estar pregunt¨¢ndonos a qu¨¦ vino tanto esc¨¢ndalo. Pero si no se imponen la modestia y el realismo -y en especial, si el orgullo herido lleva a los dirigentes asi¨¢ticos a una b¨²squeda hist¨¦rica de chivos exp¨ªatorios como Soros-, la recuperaci¨®n plena puede tardar mucho.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.