Michael Haneke reconstruye en "Funny games" una aterradora met¨¢fora del neonazismo
La comedia de Mike Leigh "Career girls" redondea un d¨ªa de gran cine
"No s¨¦ si me atrever¨¦ a recomend¨¢rsela a mis lectores, pero s¨¦ que obligar¨¦ a mis hijos a ir a verla". As¨ª sugiri¨® un cr¨ªtico de cine brit¨¢nico qu¨¦ tipo de sangre circula,qu¨¦ ideas expande, qu¨¦ semilla de alerta ante el inquietante subsuelo de esta Europa que estamos forjando hay dentro de la aterradora met¨¢fora sobre el resurgir del nazismo, que contiene el filme austriaco Funny games, escrito y dirigido por el alem¨¢n Michael Haneke, dramaturgo y cineasta formado en Viena y tal vez el m¨¢s avanzado prolongador de la obra de Bertold Brecht.
S¨®lo de un gran coraje moral y una gran clarividencia formal puede proceder esta pel¨ªcula exacta y perturbadora hasta l¨ªmites extremos. Si la cara oscura de ayer, en Valladolid fue esta terrible Funny games, que es una patada en la mente de quienes sesteamos tranquilos y bien comidos sobre el c¨¦sped de los jardines de ' Europa, sin percatamos de la gusanera que se mueve bajo nuestras sombras y tiende a emerger a la luz, la cara luminosa lleg¨®, aqu¨ª del, otras veces tenebroso Mike Leigh, el gran cineasta brit¨¢nico que nos enriqueci¨® hace dos a?os con Secretos y mentiras y que ahora, en la deliciosa comedia Career girls, vuelve a reconfortarnos con un adorable y emocionante fresco de personajes.Leigh se r¨ªe con mala uva y desprecio de algunos de sus personajes -los ¨²ltimos hijos de Maggie Thatcher-, pero acaricia con la c¨¢mara a los que ama, sobre todo a las dos mujeres protagonistas, que viven al un¨ªsono los tiempos de dos itinerarios muy distintos pero entrelazados, en cuyas idas y venidas trenzan las redes de una hermosa amistad, en la que nos enredan y de la que nos contagian con una especie de sonrisa perpetua que, a veces se hace carcajada, como cuando en la punta de un rascacielos desde donde se ve todo Londres una dice a la otra: "Desde aqu¨ª cuando no hay bruma, se ve la lucha de clases".
En cambio, no nos contagian los cinco personajes de Funny games, que ofician un tenebroso, espantoso ritual a que juegan y nos invitan a jugar, pero ante el que nos quedamos paralizados en el umbral salvajemente concernidos pero asqueados y aterrados, al borde de la huida del cine.
Se trata de un juego bien conocido en Espa?a en ¨¦sta su variante nauseabunda que Haneke agarra por las solapas sin miedo y nos la arroja en forma de espejo a los ojos: el llamado juego del rol en su forma de juego de exterminio, al que hace dos a?os jugaron dos ni?atos madrile?os en un descampado de Manoteras con un hombre cuarent¨®n, bajito y calvo en funciones de conejo apestado -en terminolog¨ªa nazi: judio- al que abatir.
Los dos ni?atos jugadores vieneses de Funny games hacen su juego a lo grande y de cuando en cuando -cuatro veces ' en total- gui?an con complicidad un ojo al objetivo de la c¨¢mara -es decir, al espectador- invit¨¢ndole a jugar con ellos a la despoblaci¨®n a deg¨¹ello de sus propios conejos apestados, sus propios judios, que se encuentran de vacaciones sobre gozosos jardines de las orillas del Danubio. Y este rito de exterminio adquiere proporciones dantescas en las tripas de la conciencia adormecida de un pa¨ªs como Austria, en cuyo censo electoral hay cerca de un 30% de votantes nazis y parentela. La premeditadamente g¨¦lida y matem¨¢tica mirada de Haneke, proh¨ªbe a nuestra mirada cualquier ca¨ªda en la identificaci¨®n o en la piedad: es un juego arriesgado, por lo que el dominio de sus- reglas requiere cabeza fr¨ªa, destierro de sentimientos, sujeci¨®n de emociones. Es decir: las viejas e inmejorables en su estirpe- reglas trazadas en los a?os treinta por un tal Adolf Hitler.
No se ha visto en el cine reciente tan atroz representaci¨®n de la violencia sin visualizar ni un solo derramamiento de sangre. Porque Funny games es una llamada violenta al conocimiento y por tanto al rechazo de la violencia, que deja a los pim-pam-pum del tiro en la nuca de Hollywood y sus arrabales europeos reducidos a memas exaltaciones del asesinato como floritura est¨¦tica, mientras que aqu¨ª estamos ante la grave, turbadora representaci¨®n del exterminio como comportamiento pol¨ªtico, del crimen considerado como n¨¢usea.
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