Notas a los pies del h¨¦roe
Uno. La luz sutil, gris¨¢cea, encubridora, ba?a la escena. Mijail Bar¨ªshnikov desaf¨ªa los elementos y sale a mostrar una teor¨ªa, la manera de extender su carrera m¨¢s all¨¢ de donde aconseja la raz¨®n acad¨¦mica, algo especialmente delicado en el baile masculino.Dos. Los nombres grandes del ballet ruso-sovi¨¦tico han hecho largas carreras -si la vida los ha dejado-: Liepa padre, Dogulshin, tantos otros-. Los del aula leningradense del profesor Pushkin parec¨ªan tener un destino especial: Nureyev, el malogrado Soloviev (¨ªntimo de Misha, se peg¨® un tiro en los a?os setenta), Bar¨ªshnikov con su viaje al esplendor de la fama en occidente. Un destino que le hace permanecer sobre las tablas, entregando algo m¨¢s que sudor y pasos.
Tres. La funci¨®n Una velada de m¨²sica y danza es como un concierto de ballet de c¨¢mara al estilo antiguo -otro invento ruso de la ¨¦poca de Pavlova- donde las pausas de refresco obligatorias para el bailar¨ªn se llenan con m¨²sica, lo que Antonia Merc¨¦ puli¨® hasta la perfecci¨®n en sus tiempos con Luis Galve al piano.
Cuatro. De aquella aula rusa Bar¨ªshnikov conserva todo: el rigor, esas esencias que atraviesan el tiempo y el cuerpo y que permiten asegurar que el que tuvo, retuvo. Sus movimientos son a¨²n claros y decididos en su dibujo, hasta el punto de que vemos mucho m¨¢s acento humano ante el acento musical que anta?o, cuando era el gran virtuoso implacable; quiz¨¢ extendiendo sobre la lectura una parte m¨¢s sensible de su talento, lo que se gana con la interiorizaci¨®n de cualquier canon.
Cinco. La liquidez de su braceo, que no es de lucha contra el aire de derredor, sino de seducci¨®n de esa atm¨®sfera en torno suyo, de integraci¨®n entre lo f¨ªsico y el espacio que se recorre en un todo escult¨®rico. Es sin duda lo escult¨®rico una de las m¨¢s importantes claves del baile actual de Mijail Bar¨ªshnikov, donde la pose, el estatismo (a veces s¨®lo aparente), la repetici¨®n de alguna figura singular, adquieren una solidez escultural en la retina.
Seis. Los Tres preludios rusos revelan la intimidad a que pueden llegar un core¨®grafo y un int¨¦rprete. Morris conoce muy bien a Bar¨ªshnikov y le explota en su fibra patria, busca solapadamente hasta en un paso folcl¨®rico, con iron¨ªa, con complicidad, con ese drama que esmalta todo lo ruso, donde de la alegr¨ªa siempre se espera algo peor.
Siete. Chaconne es una obra maestra de rigor entre el movimiento puro y la m¨²sica pur¨ªsima. Solamente la puede bailar as¨ª un artista maduro, muy hecho. No hay concesiones. El virtuosismo es interior, y la lectura contiene toda la filosof¨ªa de la danza de Limon: entrega, perfecci¨®n, s¨ªntesis.
Ocho. La coreograf¨ªa de B¨¦jart es mala, muy obvia en su planteamiento, cursi en sus elementos. ?Qu¨¦ ser¨ªa del p¨²blico si tuviera que soportarla bailada por otro artista? Misha hace lo que puede, intenta convencer a todos de que B¨¦jart es B¨¦jart, pero el resultado deja mucho que desear. Objetos, sillas, colorines, m¨²sicas ajenas falsamente emparejadas. No hay otro inter¨¦s formal que el int¨¦rprete, que solamente necesita aire y suelo.
Nueve. Cerr¨® la noche Unspoken territory, una coreograf¨ªa sin m¨²sica. No hubo silencio (un coro de toses pobl¨® el tiempo de la obra), pero no importa. La pieza es riesgo, apuesta por una lecci¨®n de poes¨ªa pura. Volvemos a la esencia de lo que se sabe en la sangre. Es el mismo Mijail Bar¨ªshnikov de hace tantos a?os -m¨¢s de 30- cuando bail¨® el Vestris que Jacobson cre¨® para ¨¦l (y con el que gan¨® el oro en el concurso de Mosc¨²). All¨ª hab¨ªa salto, tensi¨®n, un car¨¢cter tan d¨ªscolo como el ballet mismo. Y aqu¨ª tambi¨¦n, a pesar del traje asirio. La luz cenital le acoge y le convierte en un relieve dif¨ªcil, imposible de olvidar.
Diez. Los intermedios musicales est¨¢n bien escogidos e interpretados con correcci¨®n. Son un b¨¢lsamo a la intensidad del baile personal de este hombre menudo. y grande, de este h¨¦roe. Es un h¨¦roe quien se atreve a estar solo en un escenario a merced de los elementos y de los hados y, adem¨¢s, ya all¨ª, entablar esa lucha l¨ªrica contra el tiempo: cada paso, cada minuto de baile es una victoria.
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