Acaba una huelga de seis a?os
Los trabajadores de un c¨¦lebre hotel de Las Vegas protagonizan el conflicto m¨¢s largo de EE UU
El 21 de septiembre de 1991, los 550 empleados del hotel Frontier, en Las Vegas (Nevada), salieron a la calle y se declararon en huelga. No ha habido un solo d¨ªa desde entonces en el que no hubiera un piquete delante del edificio en el que trabajaban. Ahora los responsables del establecimiento han vendido el hotel a un nuevo due?o en una operaci¨®n que incluye la contrataci¨®n de los 550 trabajadores que protagonizan la huelga m¨¢s larga de la historia sindical de Estados Unidos. El Frontier no es s¨®lo un hotel. Durante muchos a?os fue "el hotel" de Las Vegas. Ninguno de los grandes establecimientos contruidos antes o despu¨¦s hab¨ªan conseguido hacer sombra a la fama, la clase y la atracci¨®n que el Frontier ejerc¨ªa entre los visitantes de la capital del juego. Sus 1.000 habitaciones estaban siempre llenas; su casi no era indefectiblemente el que m¨¢s visitantes consegu¨ªa, el que m¨¢s dinero lograba.Empezaba la d¨¦cada de los noventa cuando Las Vegas atraves¨® un momento bajo: la imagen de una ciudad construida por y para el juego comenzaba a quedar algo decr¨¦pita, y palidec¨ªa ante los folletos de turismo que ofrec¨ªan lugares de entretenimiento m¨¢s orientados a la familia que al lud¨®pata solitario. Los parques de atracciones robaban terreno al blackjack y a la ruleta, y la ciudad empezaba a parecerse cada vez m¨¢s al desierto que la rodea.
El Frontier nunca cerr¨®. Contrat¨® a trabajadores no afiliados a sindicatos a los que pagaba 5,5 d¨®lares a la hora (825 pesetas) por limpiar habitaciones y trabajar en las cocinas. Entraban por puertas traseras para no cruzarse con los huelguistas y jam¨¢s hablaban con ellos ni respond¨ªan cuando les llamaban esquiroles. Cuentan que los due?os del hotel -la familia Elardi- pon¨ªan excrementos en la comida que iba destinada a los trabajadores acampados en la puerta. El Frontier no cerr¨®, pero dej¨® de ser el centro de Las Vegas cuando esos mismos trabajadores -que hab¨ªan logrado una cierta imagen de David frente al Goliat econ¨®micamente poderoso dieron una paliza a una pareja de turistas de California a la que confundieron con los responsables de la direcci¨®n del hotel. En el juicio posterior, los trabajadores se declararon culpables y tuvieron que indemnizar al joven por una fractura de cr¨¢neo. El incidente acab¨® al mismo tiempo con la imagen de los huelguistas y con la estabilidad financiera del local.
El Frontier se hund¨ªa, pero Las Vegas resucit¨®. Martin Scorsese hab¨ªa dirigido Casino para que las c¨¢maras mostrasen la suciedad de Las Vegas: la que hay en las calles detr¨¢s de la primera l¨ªnea de hoteles y la que hay en los despachos detr¨¢s de las puertas siempre cerradas. Scorsese quer¨ªa explicar que en los casinos de Las Vegas no hay ventanas porque as¨ª los jugadores no saben si es de d¨ªa o de noche, pierden la noci¨®n del tiempo. Sin embargo, Scorsese hizo un favor a Las Vegas, igual que Paul Verhoeven con Showgirls y Mike Figgis con Leaving Las Vegas. El p¨²blico hizo lo contrario de lo que esas pel¨ªculas parec¨ªan recomendar: los hoteles de Las Vegas volv¨ªan a estar llenos. Los trabajadores del Frontier mantienen la huelga hasta que la promesa de contrataci¨®n est¨¦ por escrito. El nuevo propietario, Phil Ruffin, un millonario de Kansas due?o de varios hoteles de la cadena Marriot, repite incansablemente que el Frontier volver¨¢ a ser lo que era dentro de muy poco tiempo. "Vamos a hacer lo que haga falta", dice Ruffin, "para devolver al Frontier a la primera clase". Y este mensaje para los huelguistas: "Volver¨¢n todos a trabajar en el Frontier". Vince Curreri -el l¨ªder sindical, le responde: "La huelga no termina hasta que el hotel tenga nuevo due?o y viejos trabajadores". Phil Ruffin ha pagado 167 millones de d¨®lares (25.050 millones de pesetas) por el Frontier. Espera conseguir unos beneficios anuales de 4.500 millonesde pesetas.
El fin de la huelga acabar¨ªa en Las Vegas con uno de los mayores contrastes de Estados Unidos: el lujo del entorno, el dinero apostado sobre la cara de un dado, frente al trabajo diario y la reivindicaci¨®n de un lugar discreto pero digno en la sociedad americana. Hasta que la huelga acabe, el contraste sigue: en un lado de The Strip -la calle principal de Las Vegas- hay trabajadores acampados que reivindican sus 8,5 d¨®lares a la hora; con s¨®lo cruzar la calle se pod¨ªa asistir a un concierto privado de Harry Connick Jr. para 420 personas. La entrada costaba 600 d¨®lares (90.000 pesetas).
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