Amistades viriles
?No me dejes solo, Juan!", exclama contrito don Luis Mej¨ªa al final de la larga, puntillosa recreaci¨®n de la vida de don Juan Tenorio que, en dos entregas sucesivas, tres horas e innumerables anuncios de por medio, sirvi¨® TVE- 1 el mi¨¦rcoles y el jueves pasados. Adem¨¢s de hacer valer las apreciaciones de Gregorio Mara?¨®n sobre la homosexualidad latente del mito donjuanesco, se dir¨ªa que la frase sirve para encuadrar el objetivo realmente perseguido por Jos¨¦ Luis Garc¨ªa-Berlanga, padre de la criatura: el ilustrar que, como dijera Andr¨¦ Bazin en un texto c¨¦lebre a prop¨®sito de The Outlaw, la pel¨ªcula de Howard Hughes y Howard Hawks, a veces las historias entre hombres se sirven de las mujeres para enmascarar la mutua atracci¨®n entre ellos. Y si Bazin dec¨ªa de los protagonistas del controvertido western que compart¨ªan la misma mujer, pero en realidad estaban enamorados del mismo caballo, podemos decir que Luis y Juan parecen enamorados de do?a In¨¦s, pero en realidad lo ¨²nico que aman es a su espada.Por qu¨¦ adaptar hoy una historia de macho hiperconquistador, tan poco correcta y tan odiada por cualquier persona sensata -aunque vaya por delante que aqui no se adapta la beater¨ªa zorrillana, sing una versi¨®n libremente escrita por Garcia-Berlanga, Antonio Oliver y Javier Amez¨²a-, escapa por completo a la comprensi¨®n de quien esto firma. Que, adem¨¢s, y aunque est¨¦ tentado, no debe inferir de las im¨¢genes del filme un ajuste de cuentas del director con su augusto padre, por m¨¢s que la otra gran l¨ªnea maestra que recorre la trama no sea otra que el feroz enfrentamiento de don Juan con su propio progenitor.
Sea por las razones que sea, lo cierto es que este Tenorio con pretensiones de espectacularidad, excelentemente fotografiado por Fernando Arribas -esos dorados de Murillo, esa magn¨ªfica iluminaci¨®n de las secuencias de interiores- , mejor ambientada por el competente Gil Parrondo y bien arropada por unos actores m¨¢s que solventes -Coronado est¨¢ cada vez mejor, mientras que Andrea Occhipinti se aguanta bien a pesar del obligado doblaje y Silvia Abascal se confirma como una gran revelaci¨®n-, se deja ver si no con gusto, s¨ª con benevolencia.Se comparta o no la ideolog¨ªa profunda que emana siempre del mito donjuanesco: el honor, la palabra comprometida y el devaneo macho, tan bien descrito en una frase que le suelta don Juan a su pertinaz amigo cuando, enterado de su boda con do?a In¨¦s, afirma: "?Y por qu¨¦ atarte a una si puedes tenerlas a todas?", lo cierto es que el filme resulta en su conjunto suficientemente atractivo, a pesar de algunos fallos clamorosos -por ejemplo, el gesticulante Javiet Gurruchaga, incapaz de salir de su propio y manido personaje-.
Es bien cierto que le falta la hondura y la perspicacia psicol¨®gica que Gonzalo Su¨¢rez pusiera en su propia recreaci¨®n del mito, esa espl¨¦ndida Don Juan en los infiernos que se encuentra entre lo mejor de una filmograf¨ªa que abunda en aciertos. En todo caso, esta comparecencia televisiva del eterno conquistador sirve como confirmaci¨®n del gusto de Garc¨ªa-Berlanga por el encuadre bien compuesto, su habilidad para mover un gran elenco y para hacer avanzar con buen tiento una nave cuyo capit¨¢n resulta a la postre tan pat¨¦tico, tan siniestramente patriarcal, tan abominable.
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