Los vascos y el 98
El centenario del 98 constituye una excelente oportunidad no s¨®lo para recuperar y enriquecer nuestra memoria hist¨®rica, sino tambi¨¦n para reflexionar sobre los problemas del presente y, sobre todo, obtener ense?anzas positivas para el futuro. Por ello, dejando para otras voces mucho m¨¢s autorizadas que la m¨ªa el estudio de los aspectos hist¨®ricos, quisiera ofrecer en estas l¨ªneas una reflexi¨®n prospectiva sobre la influencia del 98 en el presente y el futuro de Vasconia.Las peculiares circunstancias hist¨®ricas en las que se ha desarrollado han hecho de Vasconia un pa¨ªs ciertamente dif¨ªcil. En el ¨¢mbito interno los vascos han mantenido una secular dispersi¨®n en entidades pol¨ªticas independientes entre s¨ª, y en el ¨¢mbito externo han estado divididos mediante una frontera que separa a dos Estados con intereses casi siempre encontrados. Esta doble circunstancia ha provocado hist¨®ricamente enormes dificultades tanto a la hora de asegurar su existencia como pueblo y pa¨ªs espec¨ªfico como a los efectos de determinar su vinculaci¨®n con Espa?a y Francia.
En lo que se refiere al ¨¢mbito vasco-espa?ol, la ley derogatoria de los Fueros de 1876 promulgada por el r¨¦gimen de la Restauraci¨®n no s¨®lo no favoreci¨® la integraci¨®n arm¨®nica del Pa¨ªs Vasco en el moderno Estado espa?ol, sino que adem¨¢s provoc¨® el surgimiento de un poderoso movimiento nacionalista profundamente antiespa?ol.
El desastre y la consiguiente reacci¨®n regeneradora del 98 constitu¨ªan una oportunidad ¨²nica para sentar, de una vez por todas, las bases intelectuales, morales y pol¨ªticas de una Espa?a moderna y plural en la que el Pa¨ªs Vasco pudiera obtener un razonable acomodo, dado el considerable peso de los intelectuales vascos en la generaci¨®n del 98. Entre las m¨²ltiples ycomplejas razones que impidieron que tal integraci¨®n se llevara a cabo, quisiera destacar aqu¨ª una a la que, en mi opini¨®n, no se le ha prestado, hasta ahora, la atenci¨®n que se merece. Me estoy refiriendo a las diversas y encontradas interpretaciones que sobre el concepto de cultura, y m¨¢s concretamente de cultura vasca, mantuvieron entre s¨ª, de una parte, los vascos del 98 y, de la otra, los vascos nacionalistas. Es ¨¦sta una cuesti¨®n que, como se ver¨¢ a continuaci¨®n, sigue perturbando de forma notable, todav¨ªa hoy, la convivencia arm¨®nica tanto entre vascos como entre vascos y espa?oles.
Como es de todos conocido, el nacionalismo sabiniano identific¨® de forma pr¨¢cticamente exclusiva la cultura vasca con la lengua, otorgando as¨ª al euskera el car¨¢cter de referente simb¨®lico ineludible de lo vasco. Esta identificaci¨®n provoc¨® dos importantes consecuencias. De una parte, conden¨® a la categor¨ªa o condici¨®n de no vasco a todo aquel sector -mayoritario- de la poblaci¨®n que no conoc¨ªa el euskera. De la otra, redujo de forma dram¨¢tica el propio contenido y dimensiones de la cultura vasca.
No hay que olvidar que en toda sociedad la cultura se manifiesta en una doble vertiente, espiritual y material. Desde el punto de vista espiritual, la cultura de un pueblo se muestra a trav¨¦s de sus diversas formas de expresi¨®n orales, escritas, art¨ªsticas, etc¨¦tera. Pero, junto a la cultura espiritual, tambi¨¦n existe una important¨ªsima cultura material, representada por los modos de organizaci¨®n familiar, el trabajo, la actividad t¨¦cnica, el sistema de propiedad, el comercio, el desarrollo econ¨®mico, etc¨¦tera. Esta cultura material, extraordinariamente compleja y rica en el caso vasco, fue considerada, sin embargo, por el nacionalismo sabiniano como algo ajeno a la Cultura, con may¨²scula. El nacionalismo sabiniano centr¨® toda su acci¨®n en la vertiente espiritual, reduci¨¦ndola adem¨¢s, de forma exclusiva, al ¨¢mbito ling¨¹¨ªstico. Como dice Oteiza, se dio tanta prioridad a la curaci¨®n del idioma que, al final, se dej¨® de pensar en nosotros mismos.
Como reacci¨®n a esta situaci¨®n, los Unamuno, Baroja, etc¨¦tera, despreciaron, cuando no rechazaron de forma expresa, el euskera y la cultura eusk¨¦rica como elemento de primer¨ªsimo orden a la hora de precisar muchas de las caracter¨ªsticas culturales del pueblo vasco y a la hora de reconstruir su historia, reduci¨¦ndolas a la categor¨ªa de un simple divertimento para maniacos apacibles o peque?os comerciantes del folclore. Los vascos del 98 apoyaron con vigor el desarrollo de una cultura material de progreso, incluso de una cultura material espec¨ªficamente vasca expresada entonces en el gran desarrollo industrial de Vizcaya, pero rechazaron la existencia de una cultura espiritual propiamente vasca.
De este modo se configur¨® en el seno del Pa¨ªs Vasco una divisi¨®n entre dos mundos paralelos, el de los paleol¨ªticos y los nihil¨ªticos, en feliz expresi¨®n de Azaola, sin apenas conexi¨®n entre s¨ª. De una parte, el mundo de aquellos que remontaban los or¨ªgenes y la existencia de una identidad nacional vasca a los mism¨ªsimos albores de la humanidad, sustentando esa identidad en una serie de elementos esencialistas e inmutables. De la otra, la reacci¨®n de aquellos otros que afirmaban que la noci¨®n de pueblo vasco era una mera abstracci¨®n, un puro invento del nacionalismo sin correspondencia alguna con la realidad hist¨®rica. Los primeros identificaban lo vasco con lo nacionalista, reduciendo a los no nacionalistas a la condici¨®n de no vascos. Los segundos hac¨ªan abstracci¨®n o, en su caso, negaban validez a cualquier manifestaci¨®n de lo vasco como algo espec¨ªfico o diferenciado,
Los hechos son tozudos, las realidades tercas. Por ello, ajeno a las elucubraciones ideol¨®gicas, el Pa¨ªs Vasco sigui¨® generando su propia cultura material mediante la configuraci¨®n de una poderosa y moderna sociedad industrial. Pero, dado que apenas pudo recibir influencia alguna del pensamiento y de la ciencia, la cultura material vasca devino en una cultura de vuelo muy corto, demasiado pragm¨¢tica, excesivamente pegada a la realidad diaria. De este modo, al antagonismo entre las dos culturas espirituales se a?adi¨® una segunda quiebra, la producida entre el mundo del pensamiento o, si se quiere, de las ideolog¨ªas y los mitos, y el mundo del d¨ªa a d¨ªa, de los problemas reales.
Si bien se ha moderado y modificado notablemente con el transcurso de los a?os, late todav¨ªa con fuerza el antagonismo entre estos dos mundos.
Cual si se tratase de la falla de una placa tect¨®nica, este antagonismo sigue causando, a¨²n ahora, constantes temblores y a veces verdaderos seismos tanto en el seno de la sociedad vasca como en el conjunto de Espa?a.La consecuencia de todo ello es que, en el umbral del tercer milenio, el pueblo vasco sigue siendo un concepto ideal y por tanto inaprensible, un ente puramente metaf¨ªsico. El gran reto de los vascos consiste en concretar, en dar cuerpo material a esa idea. Dicho de otro modo, en convertir ese pueblo vasco inmaterial y atemporal en una sociedad vasca moderna y encontrar para ella un acomodo confortable.
Caro Baroja ha se?alado, con enorme acierto, que la tragedia del pueblo vasco se debe a la falta de adaptaci¨®n absoluta a su espacio y a un desconocimiento total del tiempo en que vive. Por ello, para poder transmutar el pueblo vasco en sociedad vasca, resulta imprescindible situar a ese pueblo en el tiempo y en el espacio actuales. Algo que, lamentablemente, ni Sabino Arana ni los vascos del 98 en su tiempo, ni las ¨¦lites vascas actuales, han sido capaces de hacer.
Ello es tanto m¨¢s lamentable si tenemos en cuenta el extraordinario precedente de los Caballeritos de Azcoitia que s¨ª supieron ensamblar con acierto la cultura material y la espiritual. A pesar d¨¦ que la Sociedad Bascongada de Amigos del Pa¨ªs fue creada con el fin de desarrollar una cultura material espec¨ªfica, sin embargo supo elevar sus miras y conectar la investigaci¨®n y desarrollo de aspectos materiales tales como la t¨¦cnica, la industria, el comercio, etc¨¦tera, con aspectos espirituales como la lengua, el folclore, etc¨¦tera.
Por ello, en la actual encrucijada, y ante los enormes retos que se le presentan (adaptaci¨®n a la nueva sociedad tecnol¨®gica, conformaci¨®n de una sociedad pac¨ªfica, tolerante y plural, ensamblaje institucional adecuado tanto en el ¨¢mbito espa?ol como europeo, etc¨¦tera), la sociedad vasca no deber¨ªa contemplar tanto el modelo regeneracionista del 98, sino que deber¨ªa centrarse en la recuperaci¨®n y actualizaci¨®n de aquellos valores de la Ilustraci¨®n tan magn¨ªficamente aplicados en su tiempo por los Munibe, Altuna y dem¨¢s miembros de la, por tantas razones, benem¨¦rita Sociedad Bascongada de Amigos del Pa¨ªs.
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