Una cuesti¨®n de familia

Hac¨ªa bastantes a?os que no ve¨ªamos bailar a La Tolea, y lo primero que se nos ocurre ahora, en su reaparici¨®n en Madrid, es que no ha perdido frescura ni fuerza.Sobre todo fuerza. El baile de Rosa La Tolea es uno de los que centran su expresi¨®n fundamentalmente en los zapateados, que son constantes y aplicables a cualesquiera de los estilos flamencos que interpreta. Zapateados que se oyen tanto como se ven, y que tienen una tremenda capacidad de comunicaci¨®n al p¨²blico de la propia emoci¨®n de la bailaora.

Porque La Tolea est¨¢ lejos de elaborar fr¨ªamente esos zapateados acad¨¦micos que dejan a la audiencia casi indiferente; se vuelca en lo que hace, como si en ello le fuera la vida, y el espectador entra r¨¢pidamente en el juego, se deja contagiar por esa verdad apasionada y se entrega al entusiasmo. Obviamente, se podr¨ªa decir que el baile de La Tolea es de un solo registro, pero no es menos cierto que en ¨¦l es extraordinaria.

Plenitud vital

En cualquier caso, bueno es se?alar que Rosa La Tolea ha regresado a Madrid, donde en la d¨¦cada de los a?os ochenta cumpli¨® una etapa brillante de su carrera, con todos los honores. La m¨¢s reciente afici¨®n madrile?a no la conoce, y no est¨¢ el panorama del baile flamenco actual tan sobrado de buenas bailaoras como para permitirse esas ignorancias. Ella est¨¢ en plenitud vital y esperamos que a¨²n tenga mucho que decir a trav¨¦s de su arte.La familia de La Tolea crece en el flamenco. La acompa?aban un sobrino y un hijo muy j¨®venes. El primero, bailaor como ella, tambi¨¦n de fuerza e incluso m¨¢s espectacular, con mucho ritmo, aunque quiz¨¢ con una tendencia a lo acrob¨¢tico que no es aconsejable. El segundo, cantaor solvente pero no de gran voz, por lo que en el acompa?amiento al baile sin megafon¨ªa queda algo desdibujado.