Josep Trueta
El autor rememora la vida y la obra de Josep Trueta, el m¨¦dico catal¨¢n que revolucion¨® la cirug¨ªa del aparato locomotor.
Josep Trueta naci¨® en Barcelona el 27 de octubre de 1897, en el seno de una familia de extensa tradici¨®n m¨¦dica. Como sobre todos los miembros de su generaci¨®n, pesaron sobre ¨¦l la decepci¨®n y la perplejidad que supusieron los desastres de 1898. Pero, sin duda, moldearon su formaci¨®n los impulsos regeneracionistas ¨¦ticos, literarios, cient¨ªficos y pol¨ªticos, que caracterizaron la renovaci¨®n llevada a cabo por la que ha sido llamada "edad de plata de la cultura espa?ola", y que encontraron en la Catalu?a progresista un terreno abonado. "?bamos a conquistar el mundo; pero no con las armas, sino con nuestro arte, nuestro saber, nuestra ciencia. ?ste era el noble ideal de nuestra juventud" (1). Alcanzados ya los a?os de productiva madurez, la tragedia de nuestra guerra civil le oblig¨® a interrumpir en su tierra su ya brillante andadura como m¨¦dico cirujano, cient¨ªfico, maestro e intelectual comprometido.Como, cirujano, se form¨® con Manuel Corach¨¢n en el hospital de la Santa Creu y Sant Pau. Esta instituci¨®n, fundada en la Edad Media por Mart¨ªn I, hab¨ªa pasado ya, con todo merecimiento, a contarse entre los m¨¢s prestigiosos centros sanitarios de Europa, con una s¨®lida tradici¨®n cient¨ªfica y docente apoyada en nombres como los de Gimbernat y Cajal. Desde 1929, Trueta, que se hab¨ªa inclinado progresivamente por la cirug¨ªa del aparato locomotor, se encarg¨®, como director_quir¨²rgico, del tratamiento de los accidentes de trabajo en la Caja de Previsi¨®n y Socorro. Como para Robert Jones y B?hler, nombres hist¨®ricos de la especialidad, la experiencia en este campo laboral habr¨ªa de servir para acumular observaciones y conocimientos que abrir¨ªan paso a progresos considerables de la cirug¨ªa tras ser aplicados en las confrontaciones b¨¦licas de la primera mitad del siglo.
En efecto, el cirujano catal¨¢n hab¨ªa combinado varios elementos terap¨¦uticos preconizados anteriormente por diversos cirujanos para el tratamiento de las fracturas abiertas. En 1935 fue nombrado jefe de servicio del hospital en que se hab¨ªa formado, en sustituci¨®n de Ribas i Ribas, fundador de la moderna escuela catalana de cirug¨ªa. La concesi¨®n de autonom¨ªa universitaria en 1933, tras establecerse el Gobierno de la Generalitat, permiti¨® ensayar un modelo moderno y flexible de ense?anza de la medicina de ef¨ªmera duraci¨®n, y Trueta, en su nuevo puesto, alcanz¨® responsabilidades docentes por tener asociada la categor¨ªa de profesor (2).
Unas semanas despu¨¦s de tomar posesi¨®n, la guerra civil espa?ola someter¨ªa al m¨¦todo quir¨²rgico preconizado por ¨¦ste a una extensa y dolorosa comprobaci¨®n de la que saldr¨ªa fortalecido y, finalmente, consagrado. Entre 1936 y 1938, diversos trabajos publicados en catal¨¢n y alguno traducido al castellano describieron los cinco principios b¨¢sicos en los que se basaba la t¨¦cnica que le facilitar¨ªa un reconocimiento universal y que salvar¨ªa tantas vidas.
- Instauraci¨®n precoz del tratamiento.
- Limpieza cuidadosa de la herida con agua, jab¨®n y cepillo.
- Eliminaci¨®n quir¨²rgica de cuerpos extra?os y escisi¨®n de los tejidos necrosados.
- Taponamiento de la cavidad mediante relleno con gasa vaselinada.
- Inmovilizaci¨®n del miembro, incluyendo las dos articulaciones m¨¢s pr¨®ximas, mediante un vendaje cerrado de escayola.
Como tantos otros cient¨ªficos, escritores, artistas y pensadores espa?oles, Trueta se vio obligado a dejar su tierra hacia un azaroso exilio que, gracias a la energ¨ªa y la ilusi¨®n regeneracionista, supondr¨ªa muchas veces un impulso vivificador para las instituciones for¨¢neas que los acogieron. A su paso por Perpi?¨¢n para recoger a su mujer y sus hijas, que le hab¨ªan precedido, y de camino para Caracas, donde habr¨ªa de reunirse con Corach¨¢n y ense?ar traumatolog¨ªa, fue invitado a exponer su experiencia como cirujano de guerra en Londres.
Tras la primera reuni¨®n, en julio de 1939, con un grupo de cirujanos jefes militares, en octubre del mismo a?o se puso a prueba su capacidad expositiva en el Royal College of Medicine, ante una audiencia exigente y poco generosa para su todav¨ªa elemental ingl¨¦s.Veinticinco a?os despu¨¦s recordaba a¨²n con cierta consternaci¨®n las cr¨ªticas iniciales de Watson-Jones, la m¨¢xima autoridad brit¨¢nica de la especialidad por aquel entonces. Pero su entusiasmo y su personalidad debieron impresionar a RG Girdlestone, que era titular, desde 1936, en la Universidad de Oxford, de la primera c¨¢tedra de Cirug¨ªa Ortop¨¦dica del Reino Unido, ya que ¨¦ste le invit¨® a trabajar con ¨¦l. Para superar las trabas impuestas a los m¨¦dicos extranjeros, fue nombrado asesor del Ministerio de Sanidad, a trav¨¦s de una sutil y pragm¨¢tica estratagema administrativa. Diez a?os despu¨¦s ser¨ªa nombrado, a su vez, profesor, tras una labor incansable como cirujano en los duros a?os de la guerra mundial, para la que parec¨ªa encontrar descanso en las oportunidades que a su curiosidad cient¨ªfica ofrec¨ªan los laboratorios de la universidad oxoniense.
Como Federico Rubio y Gal¨ª, Cochar¨¢n fue un cirujano atento a cultivar las bases cient¨ªficas de su campo, lo que le llev¨® a crear un laboratorio experimental en el hospital. En 1928, Trueta hab¨ªa mostrado ya la misma inquietud investigando en el perro la creaci¨®n de una artroplastia por resecci¨®n. A su llegada a Oxford, se encontr¨® con los primeros beneficiosos efectos de las donaciones con las que Willian Morris, lord Nuffield, hab¨ªa impulsado la ense?anza de la medicina en la ciudad que hab¨ªa visto crecer su imperio automovil¨ªstico.
Las c¨¢tedras Nuffield de Medicina, Cirug¨ªa, Ginecolog¨ªa y Obstetricia, Anestesiolog¨ªa y Cirug¨ªa Ortop¨¦dica, as¨ª como los institutos creados, estaban fundamentalmente orientados a la formaci¨®n posgraduada y la investigaci¨®n. No es de extra?ar que el cirujano catal¨¢n, desde el principio, dotado de incansable curiosidad y l¨²cida creatividad, se asociar¨¢ con Barnes para investigar la circulaci¨®n renal en los s¨ªndromes de aplastamiento tan frecuentes en los bombardeos y colaborase con Florey en los estudios experimentales y cl¨ªnicos que condujeron a la aplicaci¨®n terap¨¦utica de la penicilina.
Tras tomar posesi¨®n de la c¨¢tedra en 1949, una nueva y generosa ayuda obtenida de lord Nuffield gracias a su habilidad y tenacidad y al apoyo institucional de Gridlestone, ya retirado, le permiti¨® reorganizar el departamento para transformarlo en meca de los especialistas de todo el mundo y vivero de profesores e investigadores de esta especialidad.
En su Studies on the development and decay of the human frame, publicado en 1967, al final de su carrera acad¨¦mica, se resumen y analizan en perspectiva las m¨²ltiples contribuciones que, bajo su direcci¨®n, salieron del departamento. En todas ellas subyace un concepto eminentemente biol¨®gico en la interpretaci¨®n de las enfermedades traum¨¢ticas, infecciosas y degenerativas, as¨ª como en las debidas a desviaciones del desarrollo normal del aparato locomotor. "Porque la vida de toda la carne es su propia sangre", dice, citando el Lev¨ªtico, en la p¨¢gina inicial del libro citado, como piadosa inspiraci¨®n de sus estudios sobre la vascularizaci¨®n de los huesos y articulaciones sanos y enfermos (3).
La validez de sus hallazgos no ha sido alterada por los a?os transcurridos. En su History of orthopaedics, Le Vay reconoce el m¨¦rito de Trueta como profesor cl¨ªnico e investigador por "cambiar la actitud desde un enfoque artesanal de la especialidad hacia un inter¨¦s creciente en el estudio de las reacciones de los tejidos que constituyen el esqueleto" (4). Adem¨¢s, a?ade: "Trueta fue una figura frecuente entre los cirujanos europeos, aunque no entre los brit¨¢nicos, la del 'gran hombre', aunque sin la arrogancia presente, a veces, entre franceses, italianos o alemanes".
En efecto, Trueta fue un gran profesor y, sobre todo, un gran maestro en el concepto de Mara?¨®n y La¨ªn: el nivel intelectual y ¨¦tico de ¨¦ste va m¨¢s all¨¢ que el de aqu¨¦l, ya que es "el docente que, de manera asidua y pr¨®xima, ayuda a que el disc¨ªpulo vaya realizando su personal vocaci¨®n y construyendo su propia obra" (5). Los maestros modelan con su ejemplo las actitudes profesionales e incluso personales de quienes, atra¨ªdos por su quehacer y personalidad, buscan trazarse un camino propio.
Como Mara?¨®n y otras grandes figuras de la medicina espa?ola, fue un m¨¦dico humanista. Sus estudios sobre la historia y el esp¨ªritu de Catalu?a y sobre Miguel Servet muestran claramente sus inquietudes. "El humanismo", como se?ala el creador de la endocrinolog¨ªa espa?ola, "es mucho m¨¢s gesto y conducta que, en sentido estricto, saber" (6), y a lo largo de su vida Trueta respald¨® con su actitud personal sus ideales hasta cumplir la frase recogida por A. Rodrigo y citada m¨¢s arriba.
Fiel al esp¨ªritu liberal que prohibe admitir que el fin justifica los medios, a la generosidad para la tolerancia y a su amor por su pa¨ªs Trueta fue un ejemplo m¨¢s de tantos hombres de m¨¦rito profesional, cient¨ªfico o art¨ªstico que se han sentido obligados a denunciar la intolerancia o los abusos del poder en una larga tradici¨®n de la intelectualidad europea iniciada en el affaire Dreyfuss.
A veces, llevados por un comprometido apasionamiento entendible por la cercan¨ªa de los acontecimientos, el tiempo y la perspectiva encauzan y equilibran a los hombres del talante de Trueta.
Para el pr¨®logo de la edici¨®n conmemorativa en catal¨¢n de su Spirit of Catalonia, publicado en ingl¨¦s, descriptivo de olvidos y agravios hist¨®ricos, escribi¨® a¨²n despu¨¦s: "Todo esto tiene ahora poco inter¨¦s. Me parece que lo que cabe es despojarnos de nuestros sentimientos y reemprender la tarea que desde Luis Vives a Balmes, Prim y, sobre todos, Prat de la Riba nunca ha sido abandonada en Catalu?a: hacer de la Pen¨ªnsula un espacio viable en el que nuestros hombres y nuestras mujeres puedan vivir en hermandad e igualdad con los otros espa?oles, entendiendo que los portugueses, seg¨²n su gran Camoens, tambi¨¦n lo son" (7).
Ese es el catal¨¢n universal que yo conoc¨ª en 1963 y admir¨¦ desde entonces, y cuyas ideas y ejemplo de maestro nos guiaron a muchos de una u otra manera.
Blibiograf¨ªa
1. Antonina Rodrigo. Doctor Trueta. H¨¦roe an¨®nimo de dos guerras. P¨¢gina 37. Plaza Jan¨¦s Editores, 1977.
2. J. Trueta. Application. Post of Nuffield professor of orthopaedic surgery. Oxford University, 1949.
3. J. Trueta. Studies on the development and decay of the human frame. Willian Heineman Medical Books. London, 1967.
4. D. Le Vay. H¨ªstory of orthopaedics. P¨¢gina 161. The Parthenon Publisting Group. N. Jersey, 1990.
5.P. La¨ªn. Hacia la recta final. P¨¢gina 364. C¨ªrculo de Lectores, 1990.
6. G. Mara?¨®n. Vocaci¨®n y ¨¦tica. Obras completas, tomo IX, p¨¢gina 383.
7. J. Trueta. L'esperit de Catalunya. Pr¨®leg. Edici¨® Commemorativa de la redacci¨®.
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