Europa: hoy y ma?ana
Se lleva tiempo hablando del euroescepticismo. Nadie dice nada todav¨ªa del eurooptimismo, pero existe ya con vigor suficiente y, sobre todo, se "siente". Lo siente alguien; muchos europeos influyentes y decisivos, y lo practican, aunque sea de forma silenciosa y algo velada. Yo dir¨ªa que Ortega y Gasset fue un profeta de ese eurooptimismo porque -y acaso mejor, con referencia a ¨¦l- lo fue de la euroesperanza... El euroescepticismo y el eurooptimismo no son en verdad radicalmente contradictorios porque, como en todo proceso vital, se dan ambos en el caso de Europa, aunque con la natural intensidad vectorial diferente. Todo organismo vivo y racional, sobre todo si anda en proceso de propia creaci¨®n evolutiva, lleva dentro de s¨ª escepticismo y optimismo, des¨¢nimo o indiferencia y esperanza o ilusi¨®n, referidos a la posible culminaci¨®n de su proceso. ?se es el caso de Europa. Europa est¨¢ hoy, convencida y consciente, en su propia y plena creaci¨®n evolutiva. El hoy, como siempre, es ya seguro y conocido; el ma?ana -ese futuro tan cercano o alejado como se pretenda entrever- quedar¨¢ indefinido y enigm¨¢tico, en cuanto posibilidad tan s¨®lo, hasta que llegue a ser presente. Toda creaci¨®n evolutiva" vive en su hoy cada d¨ªa para ser en el ma?ana -cercano todav¨ªa primero, pero sugerencia ya del otro m¨¢s alejado cuando eso cercano llegue- y seguir viviendo en mucha parte del impulso recibido en cada hoy pasado ya.El hoy de Europa alienta envuelto entre el euroescepticismo, en apariencia clara, y un eurooptimismo o euroesperanza menos llamativo y solamente esbozado en un silencio prudente. Dir¨ªase que ese "hoy" gira naturalmente inquieto en torno a la posible realidad de la moneda ¨²nica europea. No hace mucho, muy recientemente en realidad, el euroesc¨¦ptico "oficial", por as¨ª decir, ha proclamado su no incorporaci¨®n a aqu¨¦lla por ahora. En el hoy de Europa hay, sin duda, otras cuestiones trascendentes de importancia y de relativa urgencia, pero lo primero y m¨¢s acuciante en lo esencial de las cosas de Europa parece ser la de hacer realidad efectiva y pr¨¢ctica esa moneda ¨²nica.
Pero en el hoy de Europa ya se sugieren a s¨ª mismas, como interesante anticipo, cuestiones del ma?ana. Est¨¢ lo de la "ampliaci¨®n" de Europa, es decir, lo de la incorporaci¨®n oficial a esta Europa de ciertas naciones europeas e incluso, por lo que se oye, de algunas que no lo son tanto... Aunque eso no es hoy verdaderamente el "ma?ana" de Europa; si acaso, lo ser¨¢ s¨®lo en parte. Precisamente, cuando nuestra Europa sea pr¨¢cticamente una en lo "monetario" -tal vez lo llegue a ser entonces tambi¨¦n en lo financiero amplio y en lo econ¨®mico efectivo y pr¨¢ctico- y complete suficiente y equilibradamente su cuerpo supranacional con la integraci¨®n de los aspirantes de hoy, con algunos de ellos, habr¨¢ llegado el momento de que esa Europa empiece a vivir con plenitud creciente lo que hoy todav¨ªa no pasa de ser un ma?ana previsible... ?Qu¨¦ cabe esperar de esa previsi¨®n? En toda pregunta de este cariz predomina el subjetivismo. Cualquier "aficionado" a Europa, a la Europa de hoy y a la de ma?ana, tendr¨¢ su respuesta, con amplitud y pormenores relacionados con su afici¨®n, pero hay una, probablemente l¨®gica, que puede pedir por s¨ª misma que los europeos la consideren como v¨¢lida y exigente de atenci¨®n por el hecho de presentar s¨ªntomas de naturalidad. Lo que en ese orden es de esperar de la Europa del ma?ana cercano es lo correspondiente a toda entidad pol¨ªtica completa y viva en la historia: seguir siendo -ella misma, con su estructura ya cimentada pero siempre en trance de perfecci¨®n- y seguir viviendo en su prometedora juventud hac¨ªa el futuro de la historia.
Ser y vivir. El ser de Europa est¨¢ en ella misma, en el sentido de que es el motor de su vivir interno; su vivir como Europa, que ha de ser vivir hacia afuera, se ve forzado empero, como todo vivir de ese orden, a ser ejercido en la complicada relaci¨®n obligada de su ,,circunstancia", de esa circunstancia que, en lo orteguiano, completa y esencializa del todo su ser... La circunstancia de Europa en realidad ya es hist¨®rica, pero la circunstancia de la Europa en creaci¨®n pr¨¢ctica est¨¢ empezando a ser. En esa fase transitoria se aparece ya en toda su complejidad con semejanza a la circunstancia hist¨®rica de antes de ser Europa una, pero tambi¨¦n se anticipan esbozos de posible s¨ªntesis circunstancial, consistente ¨¦sta en el par -que acaso se antoje pueril- de Oriente y Occidente; sus ¨¢mbitos circunstanciales de siempre; los orientes y occidentes de Europa: Rusia y Asia -la tierra-; el Atl¨¢ntico, los Estados Unidos, Suram¨¦rica -el oc¨¦ano, la mar-... Tendr¨¢ Europa que ser ella y su circunstancia mediante el hacer obligado de todo ente que viva en el juego mundial que se lleva a cabo con pol¨ªtica internacional y tambi¨¦n con estrategia.
M¨¢s all¨¢ del horizonte de la circunstancia compleja de todo ente con interrelaciones mundiales se insin¨²a un ¨¢mbito que, aunque hoy parece alejad¨ªsimo, existe con realidad natural: el de la guerra. Porque el hacer de Europa para ser ella ha de consistir sobre todo en pol¨ªtica es por lo que habr¨¢ necesariamente de encontrar en su circunstancia indudable rivalidad, que derivar¨¢ hacia la cl¨¢sica hostilidad entre las entidades hist¨®ricas de cada momento. Esa pol¨ªtica habr¨¢ de empezar a ejercerla Europa en cuanto se vaya acercando a su propio ser y a su l¨®gica unidad, que, siguiendo a lo monetario, tendr¨¢ que concluir en lo pol¨ªtico exterior y en lo defensivo. Europa ver¨¢ hacia s¨ª hostilidad de todo lo que, no siendo Europa, se vea obligado a cierta relaci¨®n con ella.
Europa se ver¨¢ obligada a ver" bien. Conviene que se prepare a ello desde el principio. Convendr¨¢ tambi¨¦n, pues, que le haga caso con inteligencia a su propio eurooptimismo.
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