Pantalla basura
EL P?BLICO de televisi¨®n en Espa?a, que hoy ya es la ciudadan¨ªa en general, est¨¢ acostumbrado a situaciones arduas, dur¨ªsimas e incluso nauseabundas. Siempre fue as¨ª, porque la televisi¨®n espa?ola -durante mucho tiempo ¨²nica- surgi¨® y se desarroll¨® bajo un r¨¦gimen que insultaba regularmente a la inteligencia y ofend¨ªa de forma sistem¨¢tica al buen gusto. Aunque algunos parecen ahora deshacerse en nostalgia por aquellos tiempos, los espa?oles con memoria son dif¨ªciles de enga?ar. Pero la telebasura, contra la que se han movilizado decenas de intelectuales y organizaciones, no se debe tan s¨®lo a la labor de los actuales dirigentes de la televisi¨®n p¨²blica, responsables de mantener ciertos niveles de dignidad en su producci¨®n y emisi¨®n. Es el producto perfecto de cierto estilo de vida que se ha puesto en boga. Y es reflejo exacto de esa oscilaci¨®n entre el amarillismo period¨ªstico, la espectacularizaci¨®n de la informaci¨®n, m¨¢s o menos tergiversada, y los intereses, torticeros o leg¨ªtimos, de quienes mueven ese instrumento de poder. Sobre todo, desde que los medios privados y la tecnolog¨ªa han hecho de la televisi¨®n el mayor fen¨®meno social de este final de siglo.No s¨®lo es leg¨ªtimo el manifiesto que firman las asociaciones de consumidores, de vecinos, padres de alumnos y sindicatos contra la llamada telebasura. Es necesario a la vista de lo que algunos responsables en televisi¨®n, de la privada, pero sobre todo de la p¨²blica, se permiten hacer en su desenfrenada carrera por captar audiencia. Juicios paralelos, desprecio a los derechos de los ciudadanos o pura miseria intelectual y est¨¦tica son ya casi parte de la programaci¨®n obligada en nuestras televisiones. Y en algunas, a veces p¨²blicas, se vierte la peor basura posible, que es la agitaci¨®n contra la democracia y la apolog¨ªa de reg¨ªmenes deleznables. La autorregulaci¨®n, que las televisiones italianas acaban de promover, es necesaria. Los ciudadanos necesitan un retorno de ese cierto pudor que hace callar al imb¨¦cil y al malintencionado, hace dudar al inseguro y al inculto y hace cre¨ªble lo que se dice en un medio, la televisi¨®n, que es un poder social sin parang¨®n.
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