Cirujano con guantes de boxeo
Empe?ado en desmitificarse como artista, Albert Pla ha repetido en los ¨²ltimos tiempos sus tarifas por eliminar alguno de sus discos o por dejar de cantar. A juzgar por lo escuchado el pasado s¨¢bado, ya le han pagado los primeros plazos para que se retire de la canci¨®n. En su show, Pla es m¨¢s un recitador que un cantante. Tocando toscamente la guitarra o usando cintas pregrabadas, Pla se parece a lo que los ingleses llaman un stand-up comedian. El p¨²blico est¨¢ de su lado y r¨ªe sus barbaridades a la vez que demuestra que conoce al dedillo sus letras. Uno no sabe muy bien hasta qu¨¦ punto ese coro celebra la libertad de un personaje sin tab¨²es o si le considera el tonto del pueblo. El nihilismo del que hace gala, la aparente ausencia de un centro moral en su universo salvaje, permite todas las especulaciones.El suyo es un montaje teatral al que le queda grande un recinto como el del Palacio de Congresos. Si se dedicara a improvisar, a comportarse tal como es, puede que funcionara el efecto sorpresa; al basarse en canciones que son efectivamente maltratadas, la principal sensaci¨®n que provoca es el des¨¢nimo: desde No s¨®lo de rumba vive el hombre, Pla ha ido -a pesar de algunos fogonazos- retrocediendo creativamente.
Albert Pla
Albert Pla (voz, guitarra). Palacio de Congresos, Madrid 29 de noviembre.
Muchos de sus chistes, como la versi¨®n de Soy rebelde, quedan rancios. Lo de los pregrabados no funciona, algo que se hace evidente cuando entran en el escenario Oriol Tranv¨ªa o Pi de la Serra. Pla deber¨ªa meditar si quiere seguir en la m¨²sica o buscarse una profesi¨®n alternativa.
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