Tintineo
M¨¢s de cien naciones (Espa?a incluida) suscriben en Ottawa el Tratado de Prohibici¨®n de Minas Antipersonales. Pero hay muchos otros pa¨ªses que no firman, como China,Cuba, Egipto, Rusia o India... Y como Estados Unidos, el peor de todos, porque ellos solos venden m¨¢s de la mitad de las minas del mundo, aunque ni una sola de ellas, por supuesto, est¨¦ colocada dentro de sus fronteras. Y es que las minas est¨¢n hechas para los pobres; es una muerte sucia, o ni siquiera una muerte, porque est¨¢n pensadas para que desmembren y mutilen sin resultar letales, de la misma manera que est¨¢n dise?adas para actuar sobre la retarguardia civil del enemigo, sobre los ni?os y sobre las mujeres que cultivan los campos. As¨ª, torturando a la familia del contrario, y oblig¨¢ndole a hacerse cargo de unas v¨ªctimas salvajemente heridas, de unas amputaciones colosales y de una creciente colecci¨®n de inv¨¢lidos, el quebranto que se le inflige al adversario se multiplica.Quiero decir, en fin, que todo, este horror est¨¢ programado; que el hecho de que las minas arranquen piernas y brazos de muchachas o vac¨ªen los ojos de los ni?os no es un efecto colateral y lamentable, sino la feliz culminaci¨®n del artefacto, lo que se espera de la mina. Alg¨²n tarado la proyect¨® as¨ª, y luego una extensa colecci¨®n de miserables se ha enriquecido vendiendo esa basura. No son s¨®lo los norteamericanos, pero son sobre todo ellos; esos generales de pechera condecorada y refulgente que apoyan la industria de armamento, esos infames fabricantes que probablemente har¨¢n alarde de sus donaciones filantr¨®picas, esos pol¨ªticos que permiten y alientan la barbarie. Las minas revientan a 26.000 personas al a?o: cada estallido, cada alarido de dolor, cada crujir de huesos al destrozarse, es el tintineo de la caja registradora de esos tipos tan finos.
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