Cu¨¦ntale el cuento
La primera vez que visit¨¦ a Guillermo Cabrera Infante y a su mujer Miriam G¨®mez en su casa de Londres, har¨¢ quince o m¨¢s a?os, acabamos hablando m¨¢s de cine que de literatura, como tantas otras veces despu¨¦s. Recuerdo que en medio de la conversaci¨®n, y cuando yo a¨²n estaba tanteando el terreno, Cabrera Infante me pregunt¨®: "?T¨² sabes qu¨¦ actriz ten¨ªa el sexo m¨¢s lindo de Hollywood?", como si nadie pudiera saber tal cosa y adem¨¢s semejante lindeza fuera f¨¢cilmente mensurable. Perplejo le contest¨¦: "La verdad es que no. ?C¨®mo podr¨ªa?". Pero ¨¦l no entr¨® a debatir ese fondo de la cuesti¨®n, sino que respondi¨® con gran seguridad y como si aquello fuera un hecho asentado y sin posible controversia: "Jennifer Jones". Lo m¨¢s incre¨ªble fue que yo no insist¨ª en mi perplejidad ni en mis intentos de averiguar c¨®mo pod¨ªa haber ¨¦l adquirido tan insondable conocimiento, sino que enseguida di por buena su aserci¨®n y me encontr¨¦ comentando: "Ah, pues nunca lo hubiera dicho, no le pega demasiado, con esa cara de institutriz que se le puso tan pronto...".Desde entonces Cabrera Infante me ha embarcado con gran naturalidad en las conversaciones m¨¢s disparatadas y divertidas, consiguiendo siempre lo mismo, a saber: que no me preguntara nunca por las fuentes de erudici¨®n, ni por la inverosimilitud de sus "cuentos", como ¨¦l llama a las an¨¦cdotas ("Anda, Miriam, cu¨¦ntale a Javier el cuento del canguro homosexualista"), ni por el fundamento de sus opiniones que m¨¢s bien parecen a menudo iluminaciones. Su gracia verbal y su agudeza mental son tales que no cuesta ni tres minutos instalarse en su territorio, o si se prefiere, en su convenci¨®n ling¨¹¨ªstica y narrativa; y en ella no s¨®lo cabe todo, sino que dejan de existir conceptos del mundo exterior y trivial, como fundamento o verosimilitud. Esas muletas son un estorbo para los escritores persuasivos.
No hace falta decir (o s¨ª, porque lo oral y lo escrito no siempre coinciden) que esta enorme capacidad de persuasi¨®n se encuentra tambi¨¦n en sus textos, que por lo general discurren por un g¨¦nero h¨ªbrido y nuevo que podr¨ªa describirse como opini¨®n narrativa o narraci¨®n comentada y que ha dado el mejor relato largo escrito en castellano en la segunda mitad del siglo, La amazona. No en balde es Cabrera Infante el m¨¢s aventajado disc¨ªpulo de Laurence Sterne, quien acu?¨® una de las m¨¢s f¨¦rtiles f¨®rmulas narrativas: You progress as you digress, o c¨®mo hacer que la digresi¨®n y el desv¨ªo formen parte de la historia que se est¨¢ contando y de su avance o progreso. Tambi¨¦n es una de las haza?as literarias m¨¢s dif¨ªciles de conseguir, pero el que la logra, como Cabrera Infante, puede decirse que se convierte en el escritor m¨¢s libre de todos los escritores libres posibles: tanto como Sterne, tanto como Montaigne, tanto como Cervantes. Resulta adecuado que el nombre de este ¨²ltimo haya ido a visitarlo a su casa de Londres en el d¨ªa de ayer, aunque ni ese nombre ni su fantasma vayan a saber muy bien, seguramente, qui¨¦n era Jennifer Jones. Pero Cabrera Infante podr¨¢ cont¨¢rselo.
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