Accidentes ciclistas

Acabo de leer la amplia carta descriptiva del accidente sufrido por el se?or Garc¨ªa Otero, y no resisto la tentaci¨®n de aportar mis ideas y experiencias sobre el particular.Tambi¨¦n practico el ciclismo en cualquiera de sus modalidades (incluso me atrevo a hacer el rid¨ªculo en alguna competici¨®n a mis 47 a?os), y entiendo a los que se pueden preguntar si estamos locos al correr los riesgos que ?aceptamos? o al sufrir como reflejan nuestros rostros, sobre todo si el camino se pone cuesta arriba.

Yo les pedir¨ªa, no obstante, que relacionen esta pr¨¢ctica con la cifra econ¨®mica que se baraja como gasto sanitario por individuo: m¨¢s de 100.000 pesetas al a?o, y es posible que hasta se facilitase la labor a los aficionados, con la seguridad de que esta pr¨¢ctica asegura un organismo resistente -tambi¨¦n la mente- en una mayor medida que con otros deportes (aunque todos sean saludables) menos sacrificados o menos aer¨®bicos.

Mi recorrido habitual es desde Alcobendas hasta la sierra, con o sin ascensi¨®n a alg¨²n puerto, seg¨²n los condicionantes ps¨ªquicos y f¨ªsicos de la jornada, donde predomina la autov¨ªa de Colmenar, con un arc¨¦n pintado y "reservado" para bicis, donde se contabilizan hasta 1.500 usuarios un fin de semana soleado, seg¨²n sus propias cifras.

Pues bien, ya van varios muertos en esta autov¨ªa (siempre hay flores en un lugar muy se?alado para nosotros); yo mismo tuve un accidente con necesidad de hospitalizaci¨®n por "desplazamiento" de un cami¨®n.

El estado de limpieza de este carril es deplorable, la facilidad de accidente por no pisar un resto de cristales, piezas de coche siniestrado o piedras se multiplica hasta el infinito, dejando en la duda si son m¨¢s peligrosos los cruces o los "imprevistos".

Pero el colmo ocurri¨® el otro d¨ªa en la salida del cuartel militar existente a la altura de El Goloso: los tanques o camiones hab¨ªan salido a la calzada dejando unos surcos de barro imposibles de saltar o evitar, teniendo, que invadir forzosamente la v¨ªa para autom¨®viles. Reconozco mis malos modales con los que me present¨¦ en la barrera de dicho cuartel, pero los sucesivos mandos que me "recomendaban" deponer mi actitud y abandonar un recinto de "seguridad" no aseguraban corregir el desaguisado ni invocaban razones l¨®gicas, incluso hubo quien (no s¨¦ si teniente o alf¨¦rez por no estar yo como para contar ese tipo de estrellas) me amenazaba constantemente con llamar a las autoridades, lo cual yo compart¨ªa, pero con diferente criterio, adem¨¢s de utilizar posturas y comentarios sarc¨¢sticos e intimidatorios. El final fue feliz por la aparici¨®n casual de un jefe superior -desconozco cualquier identificaci¨®n, porque inclusive rehuy¨® el dirigirme, la mirada y habl¨® con el anterior como si yo no estuviera presente, ordenando limpiar inmediatamente la zona-. No somos suicidas, aunque a veces -hoy mismo- tengamos que abstraernos del pensamiento sobre riesgo: o¨ªr el ruido de veh¨ªculos a 140 kil¨®metros por hora y sentir el viento que producen al pasar a medio metro del costado debe ser parecido a la sensaci¨®n del juego de la ruleta rusa, pero consideramos un derecho utilizar las v¨ªas p¨²blicas para desplazamos con un medio de tracci¨®n humana. Si hubiera m¨¢s ciclistas, quiz¨¢ no habr¨ªa que llegar al medicamentazo.-