Todos a ver el garrote vil
Una exposici¨®n re¨²ne la historia de la plaza Mayor, que acogi¨® desde torneos para nobles hasta ajusticiamientos
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En 1581 se contaba entre los habitantes de Madrid un cronista indignado ante la falta de infraestructuras. Como el que pide la M-50, Mateo V¨¢zquez reclam¨® "para ir ennobleciendo este pueblo" una nueva plaza. Entonces, los madrile?os se serv¨ªan de la del Arrabal, que no bastaba para una poblaci¨®n capitalina orgullosa de albergar al rey m¨¢s poderoso del planeta. Hasta 1620 no se hizo caso a V¨¢zquez. Entonces se inaugur¨®, tras dos a?os de obras (dos menos que la actual reforma de la plaza de Oriente), la nueva plaza Mayor. Desde aquella fecha, en este lugar se ha hecho de todo: torcer el cuello a herejes, disfrutar de corridas de toros o cabalgar a caballo. Esto en ocasiones especiales. Los d¨ªas laborables desempe?¨®, con buen nivel, el rango de principal mercado de comestibles hasta bien entrado el XIX. Despu¨¦s, hasta los sesenta, acogi¨® lo que hoy se llamar¨ªa "un intercambiador de transportes". Ahora recibe a los Reyes Magos y a los turistas.La historia de la plaza se pueden recorrer desde ayer y hasta Finales del a?o que viene en la Casa de la Panader¨ªa, en una exposici¨®n organizada por la tercera tenencia de alcald¨ªa y la Calcograf¨ªa Nacional. Los visitantes que acudan a contemplarla encontrar¨¢n episodios como ¨¦stos:
Ajusticiamientos. Durante los siglos XVI y XVII, la plaza Mayor sirvi¨® para las celebraciones pro pias del boato barroco de la corte de los Austrias, monarcas amigos de montar este tipo de cosas a lo grande. Un ejemplo: los autos de fe, o juicios de la Inquisici¨®n a personas acusadas de herej¨ªa. En el centro se colocaba el infeliz; a un lado, la curia; a otro, los nobles. En el centro, el rey. Y alrededor, los ciudadanos amantes del asunto, que, a juzgar por las pinturas de ¨¦poca, se contaban por centenares. Los herejes del mont¨®n acababan azotados, condenados a galeras o al destierro. Los de primera iban a una hoguera, denominada en aquella ¨¦poca "brasero", que se colocaba cerca de la Puerta de Alcal¨¢. A los condenados a muerte se les distingu¨ªa porque llevaban las manos pintadas de verde. Adem¨¢s de los autos de fe, la plaza Mayor tambi¨¦n convoc¨® ejecuciones p¨²blicas hasta 1815. La forma empleada variaba: horca, de gollamiento o garrote vil, variante m¨¢s utilizada.
Torneos de nobles. La plaza, centro neur¨¢lgico de la ciudad hasta que se abri¨® la Puerta del Sol, ofrec¨ªa otro tipo de entretenimiento m¨¢s civilizado. Uno de los m¨¢s celebrados consist¨ªa en admirar a grupos de jinetes armados con palos que se persegu¨ªan de un lado a otro del recinto. El juego ten¨ªa su mucho de deportivo, su punto de excitaci¨®n, su algo de peligroso y su bastante de clasista: el pueblo observaba todo desde la grada, ya que ten¨ªa prohibido participar. Las corridas de toros eran otra de las atracciones m¨¢s populares. Bastaba que una princesa se comprometiera, o que el rey cumpliera a?os, para que la plaza se cerrara, se colocaran empalizadas y se organizara la fiesta. El pueblo a¨²n lo ten¨ªa peor aqu¨ª que en los torneos de caballeros. Por ley, los vecinos que viv¨ªan en la plaza deb¨ªa ceder su casa, gratis, a los nobles, a fin de que ¨¦stos contemplaran a gusto el espect¨¢culo.
El incendio m¨¢s devastador. En 1790, la plaza Mayor se vino abajo. Un ala entera se desplom¨® tras un incendio sin parecido en historia de la ciudad. Otro cronista de la ¨¦poca, Blas Rom¨¢n, con buen ritmo narrativo, describi¨® la escena: "El padre que cor¨ªa con sus hijos; el anciano que no pod¨ªa andar; [ ... ] los espejos, colchones y papeleras, por las calles; todos los portales, llenos de astos y ropas hechas pedazos...". El incendio dur¨® tres d¨ªas. En los grabados de, la ¨¦poca ve gente arrojando muebles or la ventana con la esperanza e salvarlos de la cat¨¢strofe. El ej¨¦rcito, e incluso los frailes, ayudaron a que no todo se desmoronara. Cuando todo acab¨®, un tercio de la plaza se hab¨ªa venido abajo. Seis personas murieron, 19 resultaron heridas y 1.300 se hab¨ªan quedado de repente sin asa. El arquitecto Juan de Villanueva se puso manos a la obra. Aunque el nuevo dise?o, m¨¢s o menos el que se ve ahora, no se termin¨® hasta 1854, 33 a?os despu¨¦s de su muerte.
El caballo saltar¨ªn. La estatua ecuestre de Felipe IV parece que ha estado ah¨ª toda la vida. Pues no. En 1616 se instal¨® en la Casa de Campo. En 1847, a petici¨®n de Mesonero Romanos, se coloc¨®, por primera vez, en el centro de la plaza. Pero lleg¨® la Primera Rep¨²blica (1873), y los gobernantes ordenaron retirarla y guardarla en ciertos almacenes municipales. Hicieron bien en conservarla, porque un a?o m¨¢s tarde, con la vuelta de la Monarqu¨ªa, la estatua pudo regresar. En 1931, con la Segunda Rep¨²blica, el pueblo la derriba de nuevo. Y durante la dictadura se instala otra vez. La ¨²ltima mudanza ya no la dict¨® la pol¨ªtica. Ocurri¨® en 1967. Se desmont¨® provisionalmente para construir un aparcamiento subterr¨¢neo.
La plaza Mayor, vida e historia. Casa de la Panader¨ªa (plaza Mayor, metro Sol). De lunes a viernes, de 10.00 a 14.00 y de 17.00 a 20.00. S¨¢bados y domingos, de 10.00 a 15.00.
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