Inquieta gelatina, coco poroso
Nadie se salva de lo que se va no al chollete de otro lugar o desvar¨ªo, si es que algo de eso lleg¨® a existir, sino sencillamente al carajo. Del cero bajo cero al subid¨®n: 1998 bajo palio. De la tiritona al sofoco, de lo chusco a lo chulo. En s¨®lo un santiam¨¦n: "Te digo yo que esto puede ir a misa del gallo". Lo acabo de escuchar. Y es de lo m¨¢s normal aunque ¨¦l se crea gracioso. Es carnicero. Y, mientras tanto, ese ruidoso estarse yendo coincide, a?o tras a?o y como por ensalmo, con las festividades navide?as. Que es cuando m¨¢s se escucha de todo, de todo mucho. Que s¨ª, que el a?o que se va nos obliga a un ¨²ltimo sainete: un sonado sanseacab¨®, de lat¨®n de lat¨®n, con fingimiento extremo de una espontaneidad que consiste en desga?itarse, acaramelarse, ponerse, llenarse, y luego si te he visto no me acuerdo.Nos lo tenemos preparad¨ªsimo; sobre todo algunos. Pero, a la postre, nadie se libra. Ni los indios contrarios, que retroceden a zampar tocino entre velas, ?qu¨¦ t¨ªos!, para desmarcarse del polvor¨®n, para marcar distancias entre el besugo que se come cuando se puede y se quiere y el que se come ahora porque es cuando se tiene que comer. "?Co?o, Tere, ten un detallito en estas fiestas entra?ables!" Seremos, en resumen, sensibles, pero eso s¨ª, estamos de la olla.
Todo cabe. Ent¨¦rense, si no, del siguiente caso. Tengo yo un buen amigo que no experiment¨® atracci¨®n alguna, aunque tampoco asco, cuando, como es debido, le sirvieron la otra noche un fais¨¢n. Al contrario, se limit¨® a acordarse de un poeta. O m¨¢s bien, para que los poetas no se ofendan en estas fiestas entra?ables, descubri¨® que no se acordaba del todo del c¨¦lebre soneto que, har¨¢ cosa de un siglo, le dedic¨® un poeta espa?ol a otro fais¨¢n navide?o. Nada m¨¢s verlo "en el cristal de inquieta gelatina", p¨²sose aquel poeta a agitar "los ¨¢ureos tenedores" y devorar los muslos en el transcurso de una "cena aristocr¨¢tica". Y luego, haciendo juego con una "atm¨®sfera espl¨¦ndida y dorada", brind¨® con un champ¨¢n extrajero que lanz¨® "ca?onazos de oro". ?Qu¨¦ tiempo! ?Qu¨¦ cercanos! ?Qu¨¦ faisanes y qu¨¦ poetas! La Navidad y los suspiros han hecho siempre buenas migas.
Naturalmente, de lo que s¨ª se acordaba mi amigo era del nombre del poeta del fais¨¢n: Salvador Rueda, ilustre malague?o, "sembrador de la Hispanidad", "Poeta de la Raza", el m¨¢s admirado de su ¨¦poca, el m¨¢s premiado, el m¨¢s homenajeado, el m¨¢s le¨ªdo despu¨¦s de Quintana, Zorrilla y Campoamor. Hay en la poes¨ªa de Rueda inolvidables t¨ªtulos: La c¨®pula, El ¨®rgano de Despe?aperos, La gaita, La paella, Al salir del ba?o, La hostia futura, Beso doble, Himno a las v¨ªboras o Los p¨¢jaros fritos. Hay mucha caracola ("c¨®ncavo n¨¢car"), alardes m¨¦tricos, nobles sentimientos y vaivenes inconfundibles a la hora, por ejemplo, de extra?ar a su hermana, Ubalda, y, sin ruborizarse, cantar: "Ni yo te mezco ni tu me meces". Rub¨¦n Dar¨ªo, harto de que el espa?ol cantar¨ªn se hiciera pasar por su progenitor, acab¨® siendo claro: "Campoamorismo de forma, indigente alegorismo de fondo". Y, sin embargo, ese amigo de que vengo hablando, anal¨®gico y nochebueno, se ha pasado estas ¨²ltimas horas releyendo con entusiasmo la obra del poeta con fais¨¢n.
Es decir, que en lugar de tocar la zambomba o dedicarse a envolver regalos, mi amigo se ha dejado llevar por la orquesta con redoble de Rueda. Este se las daba de humilde y poco trepador, el muy zorro, por lo que hablaba siempre "meloso y bajito". Pero influy¨® lo suyo: de Altolaguirre a Miguel Hern¨¢ndez, por no citar m¨¢s nombres de entonces y algunos mucho m¨¢s recientes. Porque, curiosamente, rimando a pelo, este poeta se fija no tanto en los libros como en las cosas que ve y a las que les da su palabra: fragmentos de la Naturaleza ("ceporro bronco"), "un seno temblador que se mece", la materia que anda ("entrando y saliendo de todo troquel"), el dedo que unta en las flores ("y ch¨²palo sediento") o la cabeza reclinada "en un bot¨®n abierto". Cosas de la vida. Vivencias.
Lo que importa a Rueda no es la abstinencia pava de la carne (que puede ser "b¨¢rbara", "sin mordeduras" o "ca¨®tica"),sino el "flautar sublime ( ... ) de un ¨®rgano que llene", que haga las bocas agua, como en una de las calenturientas d¨¦cimas que introduce en el poema Del pa¨ªs de las ca?as: "Dulce es pl¨¢tano pajizo, y, blanco como el granizo, dulce es el coco poroso; / dulce el mamey delicioso", llenando la dulzura de un continuo ir a m¨¢s. Hace, a su modo, navide?os milagros: las razas de Dar¨ªo se transforman en "vacas ub¨¦rrimas", rodeadas de recentales a los que "Ies titilan de placer las colas". Y, cuando algo no sabe, templa el hombre la lira y lo pregunta. Eso mismo hizo en Cuba, entre homenaje y homenaje:"?C¨®mo son vuestros p¨¢jaros, tropicales mujeres?;/ tropicales poetas, ?c¨®mo son, c¨®mo son?".
(?C¨®mo son!) Son esos mismos versos los que m¨¢s repite mi amigo en estas fiestas entra?ables. Yo lo doy por perdido. Por ah¨ª anda, sin rumbo fijo, diciendo que, por mucho que te remontes, todo estaba cantado desde el principio. Y lo mezcla todo. Y hay que ayudarle a cruzar las calles. Y va del son al s¨®ngoro cosongo, de la inquieta gelatina al coco poroso y del ceporro bronco al madro?o en orujo. Una forma po¨¦tica de acabar a fondo este a?o.
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