Los puentes rotos de Mostar
Antes de la guerra en Bosnia, nueve puentes cruzaban el bell¨ªsimo r¨ªo Neretva a su paso por Mostar. El odio los derrib¨® todos. S¨®lo uno de ellos ha sido reconstruido con fondos de la Uni¨®n Europea. Mostar debe su nombre y, por tanto, su existencia a los puentes. El gentilicio mostari significa literalmente los vigilantes de los puentes. Sin recurrir a met¨¢foras huecas, se puede decir que la guerra destroz¨® el alma de Mostar."Lo peor de la guerra es el miedo a la muerte, te das cuenta de lo insignificante que es la vida". Un joven locutor de radio, responsable de un programa de m¨²sica en Mostar donde no se habla ni de pol¨ªtica ni del conflicto, comenta as¨ª sus impresiones en el impresionante documental alem¨¢n Nach Saison (Despu¨¦s de la sesi¨®n), dirigido por P. Danquart y Mirjam Quinte, que describe los intentos de reconstrucci¨®n de la capital de Herzegovina entre 1994 y 1996 y que emite hoy viernes La 2 de TVE en La noche tem¨¢tica, bajo el t¨ªtulo 'Razones para una paz' (22.30). Rodada en blanco y negro, con un deliberado y sobrecogedor tono expresionista, la pel¨ªcula pasea la c¨¢mara por escenas cotidianas en una de las ciudades m¨¢s destrozadas por la guerra en los Balcanes.
Con un fot¨®grafo bosnio y el alem¨¢n Hans Koschnick, administrador de la UE en aquellos a?os, como hilos conductores, Despu¨¦s de la sesi¨®n ofrece el retrato ¨¢spero de una reconstrucci¨®n que tropieza con infinitas dificultades. No s¨®lo f¨ªsicas, sino sobre todo an¨ªmicas. "?Podr¨¢n trabajar unos y otros, juntos en el f¨²turo?" se pregunta Koschnick. La mayor¨ªa de los testimonios, encendido de rencor hacia el vecino, hacia el enemigo, vienen a contestar "no" al alto funcionario europeo. Encrucijada hist¨®rica de pa¨ªses, religiones y culturas, habitada en tercios casi iguales por bosniomusulmanes, croatas y serbios, Mostar vivi¨® en sus calles, en una brutal lucha casa por casa, dos conflagraciones entre 1992 y 1994.
Desolaci¨®n de ruinas y soledad de gentes, ni?os que miran a la c¨¢mara cual si fueran viejos, mujeres que limpian obsesivamente las calles en medio de un basurero inmenso, desfilan por unas im¨¢genes que resultar¨¢n familiares para los miles de espa?oles -soldados, cooperantes, diplom¨¢ticos o periodistas- que han vivido en Mostar en los ¨²ltimos a?os. Pero hasta en los paisajes m¨¢s estremecedores, la vida pugna por seguir. Las secuencias de unos ni?os salvando a un gorri¨®n en una casa destruida o el empe?o de un m¨²sico por volver a formar una banda juvenil brindan el aliento para confiar en que los puentes vuelvan a cruzar el Neretva.
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