Refugiados
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) acaba de presentar en distintos pa¨ªses, Espa?a incluida, su informe bianual sobre La situaci¨®n de los refugiados en el mundo (editorial Icaria). Su m¨¢ximo responsable, la japonesa Sadako Ogata, asegura que nunca la vida ha sido tan dura para los 22 millones de refugiados protegidos por dicho Comisionado. Para Ogata, "garantizar protecci¨®n universal a las personas mediante lazos de solidaridad y compasi¨®n humanas es el principal reto del siglo XXI".Independientemente de la superficialidad, muy extendida en la literatura, del casi mitol¨®gico recurso al siglo que se acerca (?por qu¨¦ no preocuparse del tema al margen de cualquier convenci¨®n y a su debido tiempo?), deber¨ªamos poner cuanto antes manos a la obra. El t¨¦rnino compasi¨®n tiene en la lengua inglesa (que es donde, en su acepci¨®n moderna, se ha extendido a las dem¨¢s) un sentido del que carece en espa?ol. El mero sentimiento pasivo de conmiseraci¨®n hacia quienes sufren penalidades se convierte en ingl¨¦s no s¨®lo en sentimiento profundo, sino tambi¨¦n en entendimiento y rechazo de las causas de la miseria o del sufrimiento, unido -y esto es lo importante- a la voluntad de actuar para eliminarlos. Subsumida en la compassion se halla la conciencia de la tragedia del otro o de los otros, fundida en una desinteresada sensibilidad. La lengua no es sino veh¨ªculo expresivo de algo fuertemente arraigado socialmente que tiene su origen en lo cultural-religioso.
De ah¨ª que -m¨¢s all¨¢ de la apacible divinidad isl¨¢mica, compasiva, misericordiosa, y del quietismo del mundo cat¨®lico- los anglosajones hayan sido pioneros en organizarse no gubernamentalmente para atajar las causas del mal all¨¢ donde se encuentre. Desde luego, el mundo cat¨®lico ha tenido y tiene activ¨ªsimos representantes -entre otros, los misioneros- ocupados en hacer el bien y paliar el mal. Sin embargo, el impulso social, colectivo, sistem¨¢tica y no ocasionalmente organizado -que al hacer frente a las tragedias sabe atribuir a ¨¦stas responsables, culpables, concretos cuando no se trata de un terremoto o de una inundaci¨®n- es de otro modo.
Resulta evidente que la mayor¨ªa de esos veintitantos millones de refugiados a que alude ACNUR no tienen la condici¨®n de tales a causa de un tr¨¢gico fen¨®meno de la naturaleza, sino debido a acciones, despiadadas, de los hombres. Guerras, internacionales y civiles, han sido tradicionalmente las principales generadoras de refugiados. Los desplazamientos masivos de poblaciones se han convertido en t¨¢ctica b¨¦lica, de modo que millones de personas en el planeta han sido arrancadas de sus ra¨ªces y forzadas a escapar. Otros muchos ni siquiera pudieron hacerlo. No s¨®lo esas masas han sido obligadas a dejar sus hogares, propiedades y tierras que, por escasas que frecuentemente sean, son ocupadas por los agresores y sus c¨®mplices-, sino que tambi¨¦n han sido expulsadas del Estado en que viv¨ªan e incluso privadas del derecho a la nacionalidad que pose¨ªan, aunque a menudo ello les reportara magra satisfacci¨®n socioecon¨®mica. De Palestina a Sud¨¢n, de Guatemala a Pakist¨¢n, del S¨¢hara a Tailandia.... el arco de la crisis de los refugiados abarca todos los continentes.
Perdidos (?temporalmente?) sus derechos al nivel de la aldea o/y de la naci¨®n, a los refugiados les queda tan s¨®lo el derecho de asilo a cargo de sociedades y Gobiernos de mayor estabilidad y generosidad pol¨ªtica y econ¨®mica. Hasta ahora, tal derecho hab¨ªa sido m¨¢s o menos respetado e incluso facilitado por algunos Estados ricos de Occidente. Hoy surgen nubes en el horizonte. Elementos de ese derecho habitualmente respetados, como el de no forzar a los desplazados a retornar a los lugares de procedencia mientras su vida corre peligro, son hoy d¨ªa puestos en cuesti¨®n. El deterioro socioecon¨®mico y moral en los pa¨ªses ricos e incluso el fin de la guerra fr¨ªa, que impel¨ªa a actuar de determinada manera para dificultar el caldo de cultivo al oro de Mosc¨², deterioran un clima favorable al asilo. En inter¨¦s mutuo de todos, no s¨®lo de los refugiados, la sociedad occidental debe ejercitar una cooperaci¨®n civilizada, pasando de la circunstancial compasi¨®n navide?a a la compassion de todas las estaciones.
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