La mala memoria
Cuando se habla de "los a?o de plomo" italianos se piensa en los grupos armados. Pero e m¨¢s importante -las Brigadas Rojas, nacido en 1972- entr¨® en crisis poco despu¨¦s de su atentado m¨¢s espectacular el secuestro y la ejecuci¨®n de Aldo Moro en 1972. Las numerosas acciones armadas que se suceden hasta 1981 son ya el producto de la pulverizaci¨®n y el declive de un grupo que, en su apogeo, no contaba con m¨¢s de 120 militantes "regulares", es decir, armados y en la clandestinidad. Su ¨²ltimo l¨ªder fue detenido ese a?o.Los grupos armados de Prima Linea tuvieron una vida tumultuosa, pero a¨²n m¨¢s corta. Algunos residuos sangrientos durante los a?os ochenta no desmienten el diagn¨®stico: si la Rep¨²blica se mostr¨® dubitativa durante los 55. d¨ªas del secuestro de Aldo Moro, justo despu¨¦s del desenlace mortal y pol¨ªticamente nulo de este secuestro, las Brigadas Rojas entraron en crisis debido a la falta de perspectivas: el pueblo no se hab¨ªa sublevado con ellos contra la odiada Democracia Cristiana, la masa comunista les hab¨ªa aislado, los movimientos tambi¨¦n y estaban ya acorralados por el Ej¨¦rcito y los carabineros.
Se suceder¨ªan rupturas, disociaciones, arrepentimientos. Sin embargo, fue en 1979, al cerrarse la par¨¢bola pol¨ªtica, cuando se votaron las leyes de excepci¨®n, se construyeron las prisiones especiales y se inici¨® la caza de brujas. No fue s¨®lo a las organizaciones clandestinas -que provocaron' 120 muertos y perdieron a 68 de los suyos en las refriegas armadas- a las que se persigui¨® por todos los medios. Todo el movimiento subversivo estaba en el punto de mira: al menos 100.000 personas, quiz¨¢ m¨¢s, fueron arrestadas y, del ellas, 4.087 fueron acusadas de terrorismo y objeto de instrucci¨®n y procesos judiciales.
?Pero qu¨¦ era exactamente el movimiento subversivo? Ha sido definido, a veces por los propios interesados en su borrachera sem¨¢ntica, como un movimiento amplio y no armado que se sublevar¨¢ intermitentemente hasta 1977con manifestaciones en las calles, asambleas, ocupaciones y expropiaciones simb¨®licas, algunos cristales rotos y algunos coches volcados, obra de j¨®venes y de trabajadores precarios -no marginados- armados como mucho con palos y c¨®cteles m¨®lotov. Es paralelo a una larga oleada de luchas en las f¨¢bricas que s¨®lo se -romper¨ªa con las primeras grandes reestructuraciones de finales de los ochenta.
En suma, lo que en Francia dur¨® un mes, en Italia dur¨®, toda una d¨¦cada, y entr¨® en conflicto con la reorganizaci¨®n de la producci¨®n, con los poderes establecidos, y tambi¨¦n con ese Partido Comunista y esos sindicatos que, en 1968, parec¨ªan m¨¢s disponibles que en Francia. Hacia la mitad de los a?os setenta, estos ¨²ltimos se separaron categ¨®ricamente de un movimiento cuyo car¨¢cter incontrolable les daba miedo. El PCI aspiraba al compromiso hist¨®rico con la Democracia Cristiana. El proyecto fue de corta duraci¨®n (1976-1979). Sin embargo, se consum¨® la ruptura de la izquierda hist¨®rica, no con el terrorismo, evidentemente, sino con los movimientos.
El PCI fue as¨ª el m¨¢s resuelto a la hora de votar las leyes especiales, por miedo a que le atribuyeran la paternidad de la insurrecci¨®n armada o a ver su base popular contaminada o tentada por las vanguardias que buscaban una radicalizaci¨®n de los conflictos que ellos tem¨ªan que desembocara en una salida a la chilena.
A partir de 1979, por tanto, no fueron s¨®lo los grupos o los grup¨²sculos armados los perseguidos por la legislaci¨®n especial, bajo los aplausos de toda la prensa, a excepci¨®n de Il- Manifesto y de Lotta continua. Toda la izquierda situada a la izquierda del PCI era sospechosa de animar a los grupos armados o de haberlos inspirado. Los intelectuales de la izquierda estaban en la l¨ªnea de fuego. Los malos, jefes fueron castigados.
Se aplica el teorema seg¨²n el cual todo deriva de mayo de 1968: cuando se habla de revoluci¨®n se termina por disparar; ya no hay frontera entre radicalismo, subversi¨®n y paso a la lucha armada. El estado de excepci¨®n ocupa el lugar de la legislaci¨®n. Instituye tambi¨¦n una cultura de la sospecha y la delaci¨®n.
Parad¨®jicamente, la extensi¨®n y la duraci¨®n del movimiento que hab¨ªa asustado a los conservadores se proyectaron en la amplitud del reflujo, especialmente a partir del momento en que surgi¨® la acusaci¨®n de complicidad objetiva con los grupos armados. Cuando las luchas y las esperanzas refluyen son numerosas las secuelas envenenadas: la generaci¨®n de 1968 se dividi¨® con acrimonia. La colosal disputa entre padres e hijos que hab¨ªa representado 1968 fue sustituida por la disputa entre hermanos.
Los que abandonaron el movimiento no lo hicieron sin complejos ni rencores. Los cincuentones de hoy d¨ªa, los contempor¨¢neos de Negri y de Sofri, se convierten en una generaci¨®n silenciosa, que quiere olvidar. %Qu¨¦ otra cosa quer¨¦is, sino fundiros y desaparecer", escribe el poeta Franco Fortini, "deteneos. Hubo un instante de bien... Proteged nuestra verdad".
Casi veinte a?os m¨¢s tarde, esta generaci¨®n no pide con determinaci¨®n la amnist¨ªa para sus contempor¨¢neos y ex camaradas, que reconocen no s¨®lo su derrota, sino una parte de sus errores. La nueva clase dirigente surgida del terremoto del refer¨¦ndum de 1991 que abati¨® la Primera Rep¨²blica, tampoco se mueve.
?En qu¨¦ consiste, pues, la modernizaci¨®n italiana, qu¨¦ clase de conciencia tiene de su propia historia? La nueva Italia tiene una memoria mala y prudente. Lo sabe todo sobre la oleada de revueltas que va desde 1968 hasta finales de los a?os setenta. No sabe nada -ni intenta saberlo- de otra subversi¨®n que, sin embargo, tuvo graves consecuencias sobre ciertas exacerbaciones del movimiento: en el reverso del 68 italiano no est¨¢n solamente los viejos y astutos dirigentes cat¨®licos europeos en el poder desde 1948; est¨¢n los ¨®rganos de seguridad del Estado y las estructuras inconfesables que el Pacto Atl¨¢ntico consideraba necesarias en el pa¨ªs m¨¢s expuesto al enemigo (el mayor partido comunista, una vasta frontera con el Este).
Las estructuras secretas Stay Behind y de Gladio no tuvieron un papel determinante en los acontecimientos italianos durante la guerra fr¨ªa. Porque, en el proceso hist¨®rico, ?alguna. vez no es esencial lo que se oculta? Porque, ?no desplegaron todo su potencial de acci¨®n antes de que el PCI se acercara demasiado al ¨¢rea de gobierno? Cuando, en los a?os sesenta, esta eventualidad se concret¨® y los equilibrios escapaban al control de la Democracia Cristiana y de sus aliados del centro, los cuerpos separados, y no siempre gubernamentales, del poder pol¨ªtico pasaron a la acci¨®n.
En 1964, una intentona de golpe de Estado con el apoyo del entonces presidente de la Rep¨²blica, Segni, y su fracaso determinaron, al mismo tiempo que limitaron, al primer Gobierno de centro-derecha.
Cuatro a?os m¨¢s tarde, en el umbral de 1968, esas estructuras pasaron al terrorismo en sentido estricto, que, en Italia, es siempre de derechas; los grupos armados de izquierdas, que buscan un apoyo popular, no dan nunca palos de ciego; denuncian y golpean a personajes concretos, sobre todo en la polic¨ªa y en la magistratura. En cambio, las bombas, de los servicios secretos hicieron saltar por los aires trenes, provocaron en 1969 la carnicer¨ªa. de Mil¨¢n, despu¨¦s la de Brescia y, adem¨¢s, en 1980 la de Bolonia. La verdad sobre estas carnicer¨ªas queda oculta por los camuflajes de los servicios, pero hasta hoy no se ha hecho ning¨²n intento por sacarla a la luz, ni por parte de la vieja clase pol¨ªtica ni por la nueva.
La Italia de la modernidad duda en reflexionar sobre la naturaleza y los avatares del Estado italiano. La guerra fr¨ªa queda lejos, la clase obrera est¨¢ diezmada, la composici¨®n del mundo laboral cambia y le cuesta tener una representaci¨®n pol¨ªtica que le sea propia, los sindicatos est¨¢n bajo control, los estudiantes s¨®lo quieren una ense?anza m¨¢s eficaz, el cuerpo de carabineros es el m¨¢s respetado, los a?os setenta est¨¢n a a?os luz.
La modernizaci¨®n italiana se basa en los mercados y la competitividad, considera el Estado como un obst¨¢culo, un lugar de ineficacia y corrupci¨®n. Despu¨¦s del fascismo hab¨ªa empezado a formarse una identidad republicana. Nunca hab¨ªa sido fuerte, pero hoy d¨ªa es la empresa la que se considera orde?adora de la sociedad, incluido el movimiento obrero. Moderna, s¨ª, pero con un reflejo de orden y de clase que parece impuesto y ennoblecido por la crisis de las ideas sociales de este fin de siglo.
La transici¨®n italiana es una mara?a de rechazos. Los a?os setenta, lejanos y al mismo tiempo vivos, son una mala conciencia.
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