Rabia adolescente en Francia
La perpleja sociedad francesa no encuentra explicaci¨®n al vandalismo de los j¨®venes
, Francia ha entrado en el nuevo a?o con el espect¨¢culo de las decenas de coches calcinados en Estrasburgo y otras capitales y con las im¨¢genes desoladoras de unos Campos El¨ªseos -"la m¨¢s bella avenida del mundo", tal y como recitan de corrido los medios de comunicaci¨®n alfombrados materialmente con los cristales de muchos miles de botellas rotas. Anoche mismo, otros 17 autom¨®viles ard¨ªan en Saint-Etienne, en el centro del pa¨ªs, lo que sugiere que el problema no se limita a la fiesta de fin de a?o. Los nuevos estallidos de la violencia juvenil y las manifestaciones de lo que se ha dado en llamar "el incivismo", un fen¨®meno progresivo que multiplica la sensaci¨®n de inseguridad ciudadana, ha congelado muchas sonrisas y brindis de este fin de a?o, adem¨¢s de reactivar la pol¨¦mica de las responsabilidades y desatar el cruce de reproches entre la Fiscal¨ªa y la polic¨ªa.Sin tiempo de recuperarse de la resaca, la gente se pregunta qu¨¦ pasa con esos ni?os y adolescentes que celebran fiestas al fulgor de los incendios de los coches aparcados en sus calles, que arrasan colegios, guarder¨ªas y centr¨®s p¨²blicos, que destruyen cabinas telef¨®nicas y paradas de autobuses. Algunos educadores expertos en el terreno apuntan que la quema de coches particulares -570 fueron pasto de las llamas durante el pasado a?o s¨®lo en Estrasburgo- es parte del rito inici¨¢tico exigido en determinadas tribus urbanas, pero, obviamente, esta explicaci¨®n no aclara el fondo del problema. Desconcertada, la sociedad francesa pide una mayor represi¨®n, mientras las organizaciones ciudadanas, las autoridades locales y los profesores de los barrios afectados reclaman m¨¢s vigilancia, m¨¢s medios humanos y materiales. La impotencia, que reconocen al un¨ªsono los educadores, los jueces y la propia polic¨ªa, cuando admite que no puede penetrar en determinas "¨¢reas sensibles" salvo con gran alarde de efectivos, se manifiesta igualmente en las manifestaciones contra el comportamiento de esos peque?os grupos de adolescentes. No deja de ser sintom¨¢tico que una de las primeras movilizaciones ciudadanas convocadas en este nuevo ano responda al prop¨®sito de denunciar los reiterados ataques a las l¨ªneas del transporte p¨²blico.
Los perplejos ciudadanos se preguntan por qu¨¦ estos j¨®venes de suburbio que aman sobremanera las prendas de marca y se organizan en peque?os comandos para burlar a la polic¨ªa son capaces de arrojar c¨®cteles m¨®lotov y apedrear autobuses cargados de pasajeros. Tampoco entienden por qu¨¦ no parece haber forma de detener la escalada de violencia en los colegios, que ha aumentado en un 70%. Nadie tiene la respuesta o, si la tiene, resulta tan antigua como el mundo, o nos remite in variablemente a la marginaci¨®n social o a la p¨¦rdida progresiva de los valores ciudadanos. En el caso franc¨¦s, precisamente, la falta de una explicaci¨®n racional definitiva da alas al miedo y generaliza esa sensaci¨®n de inseguridad que nutre la xenofobia y, por tanto, al Frente Nacional.
No por casualidad, dos de los tres protagonistas del reportaje sobre la violencia juvenil La haine (El odio), repuesto oportunamente la pasada semana en la televisi¨®n, son boeur (descendientes de magreb¨ªes) y un negro. Los tres j¨®venes franceses s¨®lo tienen en com¨²n el hecho, por lo visto determinante, de compartir el mismo suburbio, la misma segregaci¨®n social y econ¨®mica. "Muchos de ellos", dice el juez Thierry Baranger, "pertenecen a la segunda generaci¨®n de parados y para ellos no existen nociones como el empleo o el salario, se han adaptado completamente a la econom¨ªa paralela del trabajo clandestino y del tr¨¢fico ilegal". El secretario general de la Asociaci¨®n de Magistrados de la Juventud y la Familia, Thierry Barager, dice que la mayor parte de estos delincuentes no expresan sentimiento alguno de culpabilidad y que carecen de referencias sociales, morales o culturales. El tipo de delitos que cometen, a menudo imprevistos y brutales, muestran, generalmente, un grado de disociaci¨®n profundo. "Viven en un teatro de ilusiones, como si el mundo fuera un universo virtual donde los actos no tienen ninguna consecuencia", afirma Barager.
Los ¨²ltimos datos estad¨ªsticos de 1994, ciertamente antiguos, se?alan que desde hace dos d¨¦cadas el n¨²mero de menores de edad implicados en hechos delictivos se mantiene estable, entre el 14% y el 15%. Lo que s¨ª ha cambiado es la gravedad de los delitos que cometen.
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