La 'telebasura' que viene
El ¨²ltimo mes del pasado a?o ha visto reverdecer las cr¨ªticas y protestas contra la telebasura, con una extra?a unanimidad. Asociaciones de usuarios y entidades ciudadanas han promovido un manifiesto. Medios conservadores y progresistas parecen coincidir, por una vez, en una cr¨ªtica social concreta. Y hasta el Gobierno, por boca de su portavoz, declar¨® su profunda preocupaci¨®n.El problema est¨¢ en que bajo el acuerdo formal sobre los s¨ªntomas hay profundas desaveniencias sobre las causas y los remedios. Primero sobre la definici¨®n misma de telebasura, que muchos identifican sin m¨¢s con la violencia y el sexo, enfirent¨¢ndola a la .,,calidad" que se asimilar¨ªa a la imposici¨®n general de una moral conservadora. Despu¨¦s, sobre las causas, que algunos pensadores conservadores atribuyen a la intr¨ªnseca perversidad humana, a la instintiva "inclinaci¨®n a la violencia y a la sensualidad", claramente anidada en esta ocasi¨®n en los programadores y los espectadores de televisi¨®n. Al amparo de citas de Plat¨®n, algunos de estos te¨®ricos no ten¨ªan empacho en propugnar, para el programa del PP, la anulaci¨®n completa del concepto de servicio p¨²blico y la privatizaci¨®n de cadenas estatales de televisi¨®n. Pero, a finales de 1997, el gobierno mismo daba una muestra extrema de esas contradicciones flagantes. Por un lado, reeditaba la ida de una regulaci¨®n legal de los contenidos televisivos- ya salt¨® por los aires con la filtraci¨®n, hace un a?o de un torpe proyecto de ley-, justamente tras practicar desde entonces una "pol¨ªtica de comunicaci¨®n" gubernamental que le priva de toda credibilidad para una acci¨®n en este campo, irremediablemente ya bajo sospecha pol¨ªtica. Por otra parte, el Ejecutivo aprobaba un proyecto de ley que permitir¨¢ privatizar las auton¨®micas y crear nuevas televisiones comerciales de ¨¢mbito regional.
Resulta dif¨ªcil imaginar actuaciones m¨¢s contrapuestas. Porque la programaci¨®n televisiva espa?ola abierta est¨¢ ciertamente a la cabeza de la Uni¨®n Europea en la vulgaridad de contenidos, en la abundancia de programas baratos de plat¨®, en las pr¨¢cticas de contraprogramaci¨®n, y hasta en el incumplimiento de las normativas legales espa?olas y europeas. Pero ello no se debe a la maldad de los gestores, programadores y productores, sino al sistema televisivo m¨¢s desequilibrado y precario de toda Europa en t¨¦rminos econ¨®mico-fmancieros: 230.000 millones de pesetas aproximadamente de ingresos publicitarios frente, a m¨¢s de 440.000 de gastos anuales. Con unas cadenas p¨²blicas lanzadas a luchar a toda costa por ese mercado (aunque se financien mayoritariamente v¨ªa subvenciones o endeudamiento) y unas privadas que buscan l¨®gicamente conseguir beneficios, el mercado evidencia continuamente su incapacidad para mantener cinco canales abiertos comerciales.
En este marco, la privatizaci¨®n total o parcial de las auton¨®micas o la creaci¨®n de cadenas comerciales regionales no har¨ªa m¨¢s que agudizar la competencia y los problemas econ¨®micos, y ello sin tener en cuenta las sospechas pol¨ªticas suscitadas por sus concesiones. Aunque no sea la ¨²nica amenaza: el ministro de Fomento ha anunciado (?advertido?) la posible concesi¨®n de una o dos televisiones comerciales m¨¢s en el ¨¢mbito estatal. Y la oferta electoral del PP de privatizar una cadena de TVE nunca ha sido p¨²blicamente descartada.
Las auton¨®micas han ca¨ªdo generalmente en los peores vicios de TVE a escala regional, desde la creaci¨®n de aparatos elefanti¨¢sicos cargados de costes fijos, hasta la marginaci¨®n de sus programas culturales o educativos y el ensalzamiento de los productos m¨¢s comerciales y menos aut¨®ctonos; y eso sin contar con su manipulaci¨®n por los Gobiernos de tumo en ausencia de aut¨¦nticos mecanismos de oposici¨®n y control. Son de nuevo consecuencias de una estructura pol¨ªtica y econ¨®mica viciada, en cuyo contexto la llegada de gestores menos escrupulosos ha incrementado cualitativamente esos trazos en algunos casos. Pero la forma de' hacer frente a esas perversiones del servicio p¨²blico regional no parece ser la de acentuarlas con la privatizaci¨®n -m¨¢s competitivadad comercial, menos control y participaci¨®n social-, sino la de reformular su estatuto de servicio p¨²blico, reforzando su papel como espacio de pluralismo y como motor de la cultura y la industria audiovisual regional, asegurando su equilibrio financiero y limitando su din¨¢mica comercial.
Todo esto no pretende quitar pertinencia al Manifiesto contra la telebasura, que tiene el valor de rechazar la acomodaci¨®n a una situaci¨®n nefasta y de buscar una concienciaci¨®n social. Ni niega la necesidad de un Consejo independiente de los medios audiovisuales, que existe ya en todos los pa¨ªses de nuestro entorno y que la experiencia espa?ola reciente reclama imperativamente. Pero marca ?os l¨ªmites del voluntarismo, ayuda a distinguir a los pescadores en r¨ªo revuelto y ense?a que sin un marcoviable y unas reglas pol¨ªticas transparentes para todos los actores no es posible ni la regulaci¨®n ni la autorregulaci¨®n.
M¨¢s a¨²n, sin esas reformas fundamentales, y con la potencial privatizaci¨®n de las televisiones regionales, el problema no reside en la telebasura de hoy, sino en la telebasura que nos viene.
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