?Por qu¨¦ ahora?
Las situaciones humanas complejas no suelen tener soluciones sencillas, cuando las hay. Argelia es una de ellas, la de un sistema que tiene que afrontar una amenaza de descomposici¨®n por arriba y por abajo, derivada de causas m¨²ltiples que se alimentan unas a otras. La dificultad en el an¨¢lisis, no digamos ya en la prognosis, se ve acrecentada por la falta de informaci¨®n abierta y contrastada sobre un pa¨ªs que el poder ha sumido en oscuridad informativa para el resto del mundo.Al principio de todo esto, tras el golpe que interrumpi¨® el proceso electoral cuando se presagiaba una victoria del Frente Isl¨¢mico de Salvaci¨®n (FIS) en la segunda vuelta en enero de 1992, los atentados y amenazas se cebaron en pol¨ªticos, intelectuales y militares; nunca, o casi, en objetivos econ¨®micos, siempre a salvo. Esta violencia de origen ha dejado paso a un brutal terrorismo rural (casi urbano en Sidi Hamed), que ahora diezma a poblaciones enteras, fen¨®meno que ya empez¨® meses atr¨¢s -el anterior Ramad¨¢n fue sumamente sangriento-, pero que crece.
?Por qu¨¦? Las razones son, sin duda, m¨²ltiples y alimentan una espiral de violencia que ha prendido sobre una dura tradici¨®n. Entre ellas cabe empezar por la violencia del GIA (Grupo Isl¨¢mico Armado, sea lo que sea lo que ahora representa esta organizaci¨®n) y de otros grupos, incluso marginales que no se acogen a las reglas, como ha se?alado, por ejemplo, Tahar Ben Jellun. Pero el GIA, por s¨ª s¨®lo, explica mucho, pero no todo. Hay otros ingredientes: un Gobierno -o mejor dicho un poder (le pouvoir)- que permite que algunos atentados se produzcan impunemente a pocos metros de cuarteles del Ej¨¦rcito o de la gendarmer¨ªa; una guerra sucia, que muchos pretenden hoy ignorar, sobre la que puede no haber pruebas, pero de la que siempre ha habido conocimiento en las canciller¨ªas occidentales; unas luchas y venganzas personales o tribales; el control de unas rutas por las que no transita seda sino m¨¢s probablemente drogas. Sin embargo, al decir de diversos observadores, no se han apreciado importantes llegadas de armamento a Argelia para dotar a los terroristas isl¨¢micos. Mas no es necesario ning¨²n apoyo exterior para degollar a ni?os y mujeres. Bastan los cuchillos.
Finalmente, aunque la lista podr¨ªa alargarse m¨¢s, tras estos cruentos enfrentamientos puede latir tambi¨¦n un intento de privatizaci¨®n de unas tierras ricas en la parte occidental del pa¨ªs, donde se producen estos tiempos las tragedias, para expulsar o diezmar a sus moradores, privatizaci¨®n sobre la que no hay acuerdo en el r¨¦gimen. Lo que se refleja en la situaci¨®n es que el Gobierno, el presidente Zerual, es incapaz de imponer una l¨ªnea sobre los militares, que son los que mandan. Los que siguen mandando en ese pa¨ªs. Divisi¨®n por arriba, divisi¨®n por abajo. El caos como peor amenaza.
Europa estaba tranquila porque sus intereses -gas y petr¨®leo, actividades empresariales- estaban a salvo de la violencia. Al menos el Estado parec¨ªa controlar una parte del pa¨ªs. Lo que bastaba para brindar apoyo al r¨¦gimen de Zerual y a sus intentos de apertura, aunque fueran parciales. Y de repente, Argelia se ha convertido en un problema. Por supuesto, hay miedo en Europa a un ¨¦xodo masivo -que afectar¨ªa principalmente a Espa?a, Francia e Italia- en caso de serios disturbios, incluido un nuevo golpe militar en una situaci¨®n en la que el FIS aparece como elemento moderador. Y en el caso de Francia, el temor, comprensible, a que la violencia del terrorismo se traslade a su territorio, donde viven tres millones de personas de origen argelino.
Esta vez la violencia no ha llegado a trav¨¦s de im¨¢genes en directo de la CNN -las disponibles lo han sido a cuentagotas y siempre controladas y nunca firmadas-, sino del simple enunciado de unas cifras pavorosas en atentados en los que mueren decenas o centenares de ni?os, mujeres y hombres. La oscuridad informativa no ha impedido, sino todo lo contrario, en Argelia que estos d¨ªas jugara el llamado efecto CNN a la hora de movilizar a una opini¨®n p¨²blica en Europa que a su vez ha obligado a moverse a Gobiernos e instituciones internacionales. Ahora, que no antes.
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