La cena de la desesperaci¨®n
Un grupo de parados franceses se autoinvita a comer en La Coupole y a dormir en el Lut¨¦tia
Mich¨¨le ya hab¨ªa entrado en otra ocasi¨®n en La Coupole, cuando ocup¨® la brasserie en Mayo del 68. Entonces la polic¨ªa fue m¨¢s expeditiva y apenas tuvo tiempo, al igual que sus reci¨¦n encontrados amigos liberalmao¨ªstas, de catar las delicias de la cocina del local. Casi treinta a?os m¨¢s tarde, Mich¨¨le, con una veintena larga de nuevos amigos, todos ellos autoproclamados parados, irrumpi¨® de nuevo en el enorme comedor de La Coupole. Era s¨¢bado por la noche y el local estaba repleto de gente elegante que mir¨® con sorpresa al grupo.Pascal Noizet, el director del restaurante, les propuso que, a cambio de que cesaran de gritar sus reivindicaciones sociales. Ven¨ªan de la manifestaci¨®n y de corear "1.500 francos para poder corner" durante horas-, cenasen abajo, junto con los empleados del local. "Ni hablar. No aceptamos que, como siempre, los ricos est¨¦n arriba y los pobres abajo", fue la respuesta que obtuvo Noizet.
Acodados en la barra, los parados siguieron armando bulla. Una clienta les ofreci¨® dos botellas de champa?a, que fueron descorchadas entre vivas. La nueva oferta de Noizet -un surtido de sandwiches- no fue acogida con el mismo entusiasmo por la concurrencia, y los panecillos volaron en todas direcciones, oferta indiscriminada al resto de la clientela.
Para evitar males mayores, el director del local acept¨® al fin instalar a los parados en el fondo de la sala y servirles un aperitivo a base de ostras -cuatro por cabeza- y bist¨¦ con patatas para todos. Como bebida, Sauvignon blanco del 96.
La moment¨¢nea amabilidad de la gerencia de La Coupole indign¨® a algunos de los clientes, que optaron por abandonar el local dando voces y no sin antes haber dejado muy claro que, si a los que no ten¨ªan trabajo les alimentaban gratis, a los que trabajaban como brutos durante la semana a¨²n hab¨ªa razones m¨¢s poderosas para invitarles. Resultado, 38 cubiertos, adem¨¢s de los de los parados, tampoco fueron abonados.
Mich¨¨le y los suyos hab¨ªan desfilado durante casi cuatro horas, de Republique a Nation. Las ostras, la carne y el vino hab¨ªan aliviado el apetito, pero no el cansancio. Y era ya muy tarde para volver a casa, a ese domicilio a casi una hora de metro. Vistas as¨ª las cosas, lo mejor era buscarse un hotel, y decidieron acabar la noche cerquita, no andar demasiado. El Lut¨¦tia, con sus habitaciones entre 1.600 y 2.000 francos (40.000 y 50.000) se les antoj¨® el destino m¨¢s adecuado.
"La verdad es que el ¨²nico problema que crearon fue el del ruido", confesaba luego la direcci¨®n del hotel. "Su entrada no fue muy discreta, pero enseguida bajaron el tono de voz". Eran las dos y media de la madrugada y los clientes dorm¨ªan. Los parados, despu¨¦s de consumir abundantes botellines de agua y de comentar por en¨¦sima vez el ¨¦xito de su aventura, dejaron que la modorra les ganase en los c¨®modos sillones del bar.
Por la ma?ana, a las seis y media, el inevitable caf¨¦ con cruas¨¢n fue acompa?ado de una demanda de la direcci¨®n del hotel bien acogida por sus inesperados hu¨¦spedes. "Les hemos pedido que nos dejen sus datos y sus niveles de formaci¨®n profesional, porque en un hotel como el nuestro hay mucho movimiento y siempre hace falta personal".
La casi totalidad de quienes acompa?aron a Mich¨¨le esa noche eran personas m¨¢s j¨®venes que ella, de entre 25 y 35 a?os de edad, algunos de ellos militantes de movimientos radicales en defensa del derecho a la, vivienda -un 20% de los apartamentos de Par¨ªs est¨¢ deshabitado o sirve de segunda residencia- o de algunos de los grupos que organizan la protesta de los parados.
Este gesto simb¨®lico, con su peque?a provocaci¨®n de cenicientas sociales que no aceptan aquello de "siente un pobre en su mesa", estaba destinado a eso, a convertirse en una cr¨®nica period¨ªstica y en unas fotos que dar¨¢n la vuelta al mundo. Son el rostro a¨²n dialogante no hubo violencia en ning¨²n momento de la desesperaci¨®n. M¨¢s de 3.100.000 franceses est¨¢n sin trabajo, el 12,4% de la poblaci¨®n activa, y de entre ellos m¨¢s de un mill¨®n ya han ca¨ªdo en el pozo del paro de larga duraci¨®n: El Gobierno habla de "paro masivo", pero Mich¨¨le y sus amigos prefieren calificarlo de "paro explosivo".
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