Un hombre necesario
A Emilio Alarcos Llorach se le va a echar mucho de menos. ?l fue y segu¨ªa siendo una pieza clave de nuestra cultura: el primero, en los a?os sombr¨ªos de la dictadura, en hablar de estructuralismo, el introductor entre nosotros de los estudios de gram¨¢tica funcional y de fonolog¨ªa. ?Qui¨¦n hab¨ªa hablado en nuestro pa¨ªs, antes de que ¨¦l lo hiciera, de Saussure, de la glosem¨¢tica o de la escuela ling¨¹¨ªstica de Copenhague?Mucho antes de que se iniciara nuestra amistad ya se le citaba como la personalidad m¨¢s moderna de Espa?a: esa fue la primera noticia que tuve de ¨¦l (Barcelona, a?o de 1954 o 1955). Alarcos hizo escuela en su c¨¢tedra y fuera de su c¨¢tedra, fue el maestro de todos los ling¨¹istas que vinieron tras ¨¦l, lo sepan o no quieran saberlo; maestro hasta el final de sus d¨ªas, como acredita su reciente e innovadora Gram¨¢tica, que lleg¨® a figurar -qui¨¦n lo dir¨ªa, trat¨¢ndose de esa materia- en las listas de los libros m¨¢s vendidos.
Tambi¨¦n fue, apoyado en su sabidur¨ªa filol¨®gica y en su sensibilidad de poeta -que lo era-, el precursor de una nueva y rigurosa manera de entender la cr¨ªtica literaria. La publicaci¨®n de su obra, recientemente reeditada, sobre la poes¨ªa de Blas de Otero, fue en su d¨ªa un deslumbramiento y una sorpresa.
Cualidades
Hasta aqu¨ª, muy someramente apuntados, los m¨¦ritos del hombre de ciencia. Luego habr¨ªa que hacer referencia a las cualidades humanas del cient¨ªfico, tan poco comunes como su sabidur¨ªa, que valdr¨ªa un poco menos sin su car¨¢cter independiente, sin su insobornable honestidad. Emilio Alarcos, un tanto esc¨¦ptico, reservado e ir¨®nico, era sin embargo un hombre comprometido con la vida, con su tiempo y con sus amigos, defensor de las ideas que sinceramente cre¨ªa justas, flagelo de algunos tontos y de todos los listos que tratan de llevar el agua a sus prebendas. Desinteresado, valiente y generoso, es posible definirlo en dos palabras: decencia, dignidad. Estas cualidades le ganaron algunos enemigos -muchos menos en cualquier caso que sus amigos- y tal vez le impidieron que le otorgaran todas las distinciones y reconocimientos que su vida y su obra merecieron, y que le fueron en muchas ocasiones mezquinamente regateados.Alarcos, como cient¨ªfico y como hombre -y en mi caso muy especialmente como amigo-, era en estos momentos una figura necesaria, imprescindible; para m¨ª y para muchos. ?Insustituible? Ojal¨¢ que su probidad y su valor hayan hecho escuela, lo mismo que su sabidur¨ªa.
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