El legado de Gandhi
Albert Einstein dijo que las generaciones futuras apenas podr¨ªan creer que un hombre como Gandhi hubiera existido. El caso es que existi¨® y que hoy, a los 50 a?os de su muerte, lo esencial de su mensaje sigue vivo. Un mensaje que nos habla de la parad¨®jica fuerza de la no violencia (ahimsa), con su correspondiente corolario: que la violencia es siempre un s¨ªntoma de debilidad. M¨¢s todav¨ªa, que la violencia implica una fisura en las propias creencias y remite a un fen¨®meno de proyecci¨®n: volcar hacia el exterior el odio que uno siente por s¨ª mismo. El odio o el desprecio.Conviene a?adir que Gandhi no era estrictamente un pacifista. "Prefiero la violencia al miedo", lleg¨® a decir. Porque en el miedo est¨¢ la fisura interior, el germen de la agresi¨®n. Y la no violencia exige m¨¢s coraje que la violencia.
Y si Gandhi no era estrictamente un pacifista, tampoco fue tan hinduista ortodoxo como ¨¦l mismo pretend¨ªa. M¨¢s all¨¢ de su genio esc¨¦nico-folcl¨®rico, la visi¨®n del Mahatma era bastante ecl¨¦ctica. De hecho, Gandhi descubre su propia tradici¨®n hind¨² como resultado de sus lecturas europeas, y muy especialmente de T¨®lstoi, Thoreau y los Evangelios (Serm¨®n de la monta?a). Leyendo su Autobiografia (1927) nos enteramos de que fue precisamente en Londres cuando el joven abogado indio, enfermo de soledad y timidez, y tras algunos poco afortunados tanteos para convertirse en gentleman -lleg¨® a tomar lecciones de dicci¨®n, franc¨¦s e incluso danza-, se sumerge en una profunda crisis y renuncia al fin a toda pretensi¨®n de "occidentalizarse". La verdad es que estaba occidentalizado ya. Tocante a la no violencia, no estar¨¢ de m¨¢s recordar que los dioses hind¨²es nunca fueron un modelo de pacifismo: ni Shiva, ni Vishn¨², ni Krishna, ni Rama practicaron el ahimsa. Incluso en la Bhagavad-Gita, el libro preferido del Mahatma, se recomienda que Arjuna retorne a la batalla. Gandhi construye un hinduismo a su medida, con ingredientes del jainismo, del budismo y del cristianismo evang¨¦lico. Pone el ¨¦nfasis en la tolerancia porque ¨¦l mismo se define como un mero buscador de la verdad, siendo la verdad un campo de exploraci¨®n.
Gandhi es un esp¨ªritu religioso que siente una necesidad digamos "rom¨¢ntica" de verdad, es decir, de lo qu¨¦ ¨¦l llama verdad-realidad (satya). S¨®lo se puede luchar externamente desde una plenitud interna; no cabe vivir de una manera y pensar de otra. Ello es que hay una articulaci¨®n muy coherente en los dos grandes temas gandhianos: la no violencia (ahimsa) y la fuerza de lo real (satyagraha, un t¨¦rmino acu?ado por el propio Gandhi).
Gandhi es universalista. Lucha por la emancipaci¨®n de los "intocables", pero tambi¨¦n por la evoluci¨®n de una cierta estructura econ¨®mica; lucha por la independencia de la India, pero tambi¨¦n por una liberaci¨®n del g¨¦nero humano. No le agrada la expresi¨®n "resistencia pasiva", porque, al fin y al cabo, su actitud es muy activa. El concepto de "desobediencia civil" lo toma del norteamericano Thoreau. Gandhi ha comprendido que si unos pocos miles de brit¨¢nicos tienen dominada a una infinidad de millones de indios es por la misma resignaci¨®n y cooperaci¨®n de estos ¨²ltimos. De ah¨ª su llamada a la no cooperaci¨®n, tan bien simbolizada en la legendaria marcha contra el monopolio de la sal, un episodio que condujo a los brit¨¢nicos a negociar con el Mahatma ya de igual a igual. A partir de este momento (1931), Gandhi pasa de su primera exigencia de autonom¨ªa india a la ya expl¨ªcita de independencia. Viaja a Londres como negociador de la paz y se re¨²ne all¨ª con todos sus poderosos adversarios, los cuales le tratan con gran respeto. Significativo, por cierto, el comentario de un alto funcionario del Foreign Office tras entrevistarse con el Mahatma: "Este hombre se parece mucho a Jesucristo; por consiguiente, ser¨¢ dif¨ªcil entenderse con ¨¦l".
Fuera o no semejante a Jesucristo, Gandhi est¨¢ lejos de ser un personaje simple. Lejos tambi¨¦n de la aureola de santidad que le colg¨® la leyenda. Aquel hombre tan tolerante se comport¨® inhumanamente con sus hijos. El hab¨ªa optado por sus otros innumerables hijos, los del pueblo indio, y explot¨® a fondo el arquetipo del Padre -Bapu- e incluso del padre autoritario. Tambi¨¦n se nos antoja disparatada su obsesi¨®n por la continencia sexual -una obsesi¨®n, por otra parte, muy hind¨², y que no se refleja precisamente en los ¨ªndices de natalidad-. Ahora bien, por encima de sus obsesiones (o a trav¨¦s de ellas) Gandhi pertenec¨ªa a esa reducida franja humana que aspira a la transparencia total. ?l cuenta los detalles m¨¢s crudos sobre s¨ª mismo en su Autobiograf¨ªa, lo mismo que hace T¨®lstoi en sus diarios. Quiere presentarse ante el mundo sin ocultar ninguna de sus sombras.
?Fracas¨® Gandhi? Es obvio que la doctrina de la no violencia no ha sido precisamente muy seguida. La propia India, tras su independencia, ha estado cuatro veces en guerra -tres contra Pakist¨¢n, una contra China-. Cabr¨ªa decir que Gandhi triunf¨® (a medias) pol¨ªticamente y fracas¨® socialmente. La India actual ha apostado por la modernidad y no por la vuelta a las tradiciones originarias como predicaba el Mahatma. La efigie de Gandhi se encuentra hoy en los sellos de correos, en el papel moneda y en las estatuas, pero se dir¨ªa que su imagen est¨¢ en todas partes para mejor olvidarse de ¨¦l. Con todo, Gandhi no fue un idealista abstracto ni un iluso. El trataba de aplicar a cada situaci¨®n una estrategia concreta de no violencia. Al acu?ar el concepto de satyagraha piensa tambi¨¦n en su contrario: la debilidad de la mentira. Hoy estamos muy podridos de complejidad y, de impotencia, pero el mensaje permanece. A pesar de nuestras refinadas t¨¦cnicas de racionalizaci¨®n, resulta dif¨ªcil tenerse en pie sobre un suelo de disociaci¨®n y falsedad.
Gandhl no fue marxista, aunque s¨ª favorable a las tesis socialistas de su disc¨ªpulo Nehru. Tampoco fue un agitador an¨¢rquico, sino alguien que llevaba muy dentro de s¨ª el respeto a la ley. Incluso en sus campa?as de desobediencia civil advert¨ªa previamente de sus intenciones a las autoridades brit¨¢nicas. Y lo hac¨ªa con aquella pausada serenidad, con aquella leve sonrisa a lo Mickey Mouse que tan famosa lleg¨® a ser. Porque el mundo se asombr¨®, efectivamente, con la energ¨ªa de aquel hombrecillo fr¨¢gil. El mundo respet¨® a Gandhi porque comprendi¨® que era un reformador social cuyo carisma proced¨ªa de una cierta experiencia interior. Su final fue dif¨ªcil. No consigui¨® el ideal de una India unida con distintas religiones conviviendo. Muri¨® a manos de un integrista. Pero uno piensa que lo esencial de su legado sigue vigente: que la civilizaci¨®n consiste en superar la c¨ªnica convicci¨®n de que este mundo s¨®lo se rige por las relaciones de fuerza.
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