El Califa-califa
Se hizo presente El Califa y obr¨® seg¨²n su nombre indica: con esa potestad que en el mundo de los toros llaman poder¨ªo. El Califa se llama tambi¨¦n Jos¨¦ Pacheco, pero eso s¨®lo es para ir por casa. El toro, posiblemente soliviantado porque un torpe pe¨®n le acababa de banderillear una rodilla, no quer¨ªa obedecerle, y buenos son los califas para tolerar la insumisi¨®n. De manera que se fue al renuente y cada vez que le hac¨ªa fu escupi¨¦ndose de la muleta se la volv¨ªa a presentar meti¨¦ndose en su plebeya jurisdicci¨®n. Y de esta guisa derechazo a derechazo, gan¨¢ndole terreno, hasta que todo ¨¦l qued¨® convertido en califato. Y, encelado el animal, ya no encontr¨® escapatoria; ya no tuvo otra opci¨®n que embestir a la pa?osa. Y entonces fue El Califa y le lig¨® unos naturales hondos, unos redondos soberanos con sus correspondientes pases de pecho, ce?idos y de cabeza a rabo.Gloria bendita daba ver aquella valent¨ªa, aquel ardor, aquel poder¨ªo s¨ªmbolo de la p¨²rpura, virtudes carism¨¢ticas que s¨®lo son patrimonio de los elegidos. Pero la veta humana acabar¨ªa por aflorar con sus miserias corporales. Y concluida la importante faena no tuvo mejor ocurrencia ese califa soberano que fingir el volapi¨¦ dando un grosero regate mientras bland¨ªa la espada y pegarle al inocente toro un cruel sartenazo. Por los puros costillares se la meti¨®, dicho sea con perd¨®n.
Sierro / Bote, Gasta?eta, Califa; Garc¨ªa
Toros de El Sierro, bien presentados, excesivamente cornicortos; mansos excepto 1?; 4? inv¨¢lido, resto fuertes.Jos¨¦ Luis Bote: tres pinchazos, otro hondo -aviso- y descabello (silencio); estocada ca¨ªda (palmas). Rafael Gasta?eta: estocada corta y descabello (silencio); estocada (silencio). El Califa: media escandalosamente baja (aplausos y saludos); bajonazo descarado (vuelta). Un toro despuntado para rejoneo de Baltasar Ib¨¢n, que dio juego. Miguel Garc¨ªa: pinchazo, rej¨®n bajo y, pie a tierra, dos descabellos (silencio). Plaza de Valdernorillo, 5 de febrero. 2? corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
Todos los toros salvo uno -que hizo primero- salieron mansos. Ese primero tom¨® dos varas fijo en el peto, recrecido al escozor de la puya, apalancando al percher¨®n, y luego desdijo su bravura en el ¨²ltimo tercio al quedarse pr¨¢cticamente sin embestida. Quiz¨¢ las dos varas hab¨ªan constituido un castigo excesivo. El cuarto tampoco tomaba los enga?os por su penosa invalidez. Y con ambos estuvo Jos¨¦ Luis Bote muy torero, pisando terrenos comprometidos, consintiendo las medias arrancadas, tratando in¨²tilmente de prolongar los espor¨¢dicos viajes de cercan¨ªas.
A Rafael Gasta?eta le pas¨® exactamente igual. Sus toros mansos se aplomaron y les aplic¨® t¨¦cnica de buen lidiador, muleta arriba o abajo seg¨²n conviniera, present¨¢ndola adelante, enlazando la suerte natural y la contraria, con el pr¨®posito -rara vez conseguido- de encelarlos. El ¨²nico toro de casta brava result¨® ser el de rejoneo, que Miguel Garc¨ªa caracole¨® y banderille¨® muy aseadamente. Los dem¨¢s -queda exceptuado el primero- compet¨ªan en mansedumbre. El quinto desmont¨® al picador en un arre¨®n de latiguillo y aprovech¨® el desamparo en que qued¨® el caballo para pegarle una paliza. El caballo, con el forro de mil guatas que llevaba por fuera y el atrac¨®n de anfetas que llevaba por dentro, no se enter¨® de nada. Hoy ser¨¢ diferente y se estar¨¢ preguntando en la soledad de la cuadra a d¨®nde lo sacar¨ªa a pasear el contratista para estar tan baldado.
El sexto hu¨ªa de los enga?os m¨¢s que ninguno y El Califa volvi¨® a dejar constancia de su carism¨¢tico poder¨ªo, aunque con menor acierto. Los pr¨ªncipes no tienen por que ser perfectos todas las horas de su vida, ni siquiera en Valdemorillo. Y consecuente con la veta humana de su alta condici¨®n repiti¨® la horrenda suerte del sartenazo, dejando mancillada su biograf¨ªa, frustrada la afici¨®n, listo para solomillos el toro. Es muy suyo El Califa.
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