Patetismo Fiscal
NINGUNA PERSONA con responsabilidad p¨²blica se atrever¨ªa hoy en Espa?a a justificar abiertamente un golpe militar: hay demasiada sensibilidad sobre la cuesti¨®n. Si alguien quisiera hacerlo, no dir¨ªa que los militares tienen derecho y obligaci¨®n de liquidar a los disidentes, sino algo as¨ª como que la imposibilidad de mantener el orden p¨²blico mediante mecanismos normales obliga a las Fuerzas Armadas a suspender temporalmente el orden constitucional. Es decir, un argumento similar al que utiliz¨® el fiscal Eduardo Fungairi?o en su famoso informe sobre la competencia de los tribunales espa?oles para enjuiciar los delitos de los militares argentinos y chilenos durante la dictadura. De ah¨ª que se activaran todas las alarmas cuando se conocieron los razonamientos del fiscal jefe de la Audiencia Nacional y su convalidaci¨®n posterior por parte del fiscal general del Estado, Jes¨²s Cardenal. Eso explica que las cr¨ªticas pol¨ªticas no se hayan atemperado con el paso de los d¨ªas y que el socio parlamentario del Gobierno, Converg¨¦ncia i Uni¨®, haya presionado con ¨¦xito para que Cardenal rechazara p¨²blicamente tales argumentos en el Congreso de los Diputados.Puede discutirse si Espa?a tiene o no jurisdicci¨®n sobre esos cr¨ªmenes, pero no con los mismos argumentos que compartir¨ªan nuestros propios golpistas, Tejero o Milans del Bosch. Eso es lo que ped¨ªan las formaciones pol¨ªticas que urgieron la comparecencia parlamentaria del fiscal general. Sobre todo, que no se establezcan paralelismos ofensivos entre el golpismo criminal de Pinochet, Videla y sus conmilitones y las previsiones de la Constituci¨®n Espa?ola sobre estados de excepci¨®n o sitio como hizo Cardenal cuando sali¨® en defensa de su subordinado. El fiscal general repiti¨® ayer que la frase de Fungairi?o "pudo no ser afortunada", pero consider¨® fuera de lugar deducir de ella un apoyo al golpismo, y expres¨® en tono solemne y en t¨¦rminos inequ¨ªvocos su condena de los reg¨ªmenes dictatoriales. Quiso unir su suerte a la de Fungairi?o afirmando que "si hubo error, ya ha sido rectificado".
Teniendo en cuenta que el asunto lleva dos meses sobre la mesa, ?no habr¨ªa sido m¨¢s sencillo que Fungairi?o hubiera reconocido desde el primer momento que exist¨ªa una clara contradicci¨®n entre su rechazo de las dictaduras militares en general y el argumento que emple¨® para negar que sus cr¨ªmenes puedan equipararse al delito de terrorismo? El fiscal general pudo haber favorecido esa rectificaci¨®n, pero hizo lo contrario con un escrito en el que relativizaba el error de su subordinado. En el mejor de los casos, ha habido una torpeza manifiesta. Pero resulta dif¨ªcil sustraerse a la peor de las hip¨®tesis: que Cardenal acudi¨® al Congreso obligado por sus jefes pol¨ªticos. Esto es, que su rectificaci¨®n parece forzada e insincera.
Despu¨¦s del error inicial cualquier soluci¨®n de compromiso resulta poco adecuada e insuficiente para borrar el impacto inicial. No es posible medir objetivamente la sinceridad de una correcci¨®n pol¨ªtica de esta naturaleza; por tanto, la marcha atr¨¢s era imposible. Tambi¨¦n porque la exculpaci¨®n de los reg¨ªmenes dictatoriales no estaba solamente en unas frases escogidas, sino en el conjunto de la argumentaci¨®n, en la posibilidad de concebir una dictadura correctora a la que es posible renunciar cuando y como se quiera. El surrealista desenlace del debate de ayer, con Cardenal perdiendo los papeles y los nervios frente al ex ministro Belloch, y teniendo luego que pedir perd¨®n en t¨¦rminos pat¨¦ticos, demuestra que el error no es cosa de un p¨¢rrafo de m¨¢s o de menos. El error fue su nombramiento. Y mantenerlo en el cargo puede convertirse en una provocaci¨®n.
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