El aceite
?C¨®mo no sentirse afectado por el conflicto del aceite? La lucha de los olivareros, las peonadas de los jornaleros, las enormes extensiones del monocultivo andaluz, el menosprecio extranjero nos retrotraen a los peores momentos del franquismo y la posguerra. Los j¨®venes no podr¨¢n hacerse cargo de este peso emocional que el aceite ha significado para m¨¢s de una generaci¨®n. El aceite untando el pan como una bendici¨®n dom¨¦stica, pero, a la vez, como el relente inequ¨ªvoco de la miseria entonces, la se?a de que no hab¨ªa mucho m¨¢s. Ahora, a la cosecha de aceite se la ve como a una an¨®nima suma de toneladas, o as¨ª lo toman estos tecn¨®cratas formados en Bruselas, desatentos a los sentidos de lo real.Bruselas, en cuanto n¨²cleo de la uni¨®n Europea, no es la buena reuni¨®n de las patrias, sino su as¨¦ptica negaci¨®n. La emasculaci¨®n de cualuier g¨®nada lugare?a y desde ese laboratorio de infertilizaci¨®n cualquier cosa queda despojada de sigificados. Ese se?or Fischler, gordo barbudo, como suelen ser los diablos disfrazados de los cuentos, viene a tratar a Espa?a como efectivamente los ni?os de los a?os cuarenta y cincuenta sent¨ªamos que nuestra naci¨®n era tratada. Como un lugar de harapientos y atrasados que no merec¨ªa demasiada consideraci¨®n. No s¨¦ cu¨¢nta responsabilidad le corresponde al Gobierno actual en todo esto, pero es cierto que muchos ni?os de entonces nos hab¨ªamos hecho la ilusi¨®n de que al cabo de los a?os, con la democracia, con la movida, con el euro, aquella humillaci¨®n hab¨ªa concluido y, finalmente, Espa?a contaba algo ante los dem¨¢s. Pero ahora, no obstante, retorna la vieja pesadilla; empapada de aceite, goteando calamidad, reiterando el desprecio, record¨¢ndonos incluso, como una eterna tortura del esp¨ªritu, al mism¨ªsimo san Ignacio de Loyola.
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