?Una nueva religi¨®n en Cuba?
En general se ha criticado el discurso con que Fidel Castro recibi¨® al Papa. Un discurso coherente en un 90% con lo que el Papa ha dicho preparando el pr¨®ximo milenio. Sostiene el Papa que debemos recordar el "espect¨¢culo de modos de pensar y actuar que eran verdaderas formas de antitestimonio y de esc¨¢ndalo". No queramos olvidarlos porque "estos pecados del pasado hacen sentir todav¨ªa su peso y permanecen como tentaciones del presente"; y esta Iglesia, que tambi¨¦n es la de Cuba, "debe volver con ¨¢nimo abierto al arrepentimiento". Y a?ade el Papa que esos males fueron "manifiestos especialmente en algunos siglos con m¨¦todos de intolerancia e incluso de violencia". Por eso 94 veces ha pedido perd¨®n por todo ello; pero el mal no ha sido desarraigado todav¨ªa, como vemos por la falta de libertad dentro de la Iglesia, por ejemplo con sus te¨®logos. Y son precisamente sus hijos -situados arriba o abajo- los que lo han hecho y siguen haciendo.?Por qu¨¦ entonces rasgarse las vestiduras porque Castro lo haya recordado? ?No tendr¨ªamos los cristianos que decir am¨¦n a la cr¨ªtica hecha por ¨¦l y rectificar nosotros de una vez?
Un recorrido hist¨®rico, sacado de autores cat¨®licos, nos ayudar¨¢ a no olvidarlo, y cambiar de una vez. Lo mismo Roma, con esa Curia que nunca hubiese querido que se recordasen estos grav¨ªsimos borrones; y los obispos de todo el mundo, confesando sus defecciones. Y los fieles tambi¨¦n por su falta de valent¨ªa para hacer, a veces, una correcci¨®n fraterna con quien sea en la Iglesia, como hicieron santa Catalina o san Bernardo en la Edad Media.
Bartolom¨¦ de las Casas, que tanto luch¨® por los aut¨®ctonos, tuvo la gran debilidad de querer sustituir a los esclavos ind¨ªgenas por otros venidos a la fuerza de ?frica. No todo fue trigo limpio en ¨¦l, a pesar de la labor positiva que hizo. Y all¨ª en Am¨¦rica ocurri¨® un genocidio espantoso. Al principio del siglo XVI hab¨ªa 80 millones de habitantes aut¨®ctonos, de los que quedaron a mediados de ese siglo ¨²nicamente 10 millones, por unas causas o por otras. Y en M¨¦xico, de 23,1 millones de habitantes en 1519, de las diferentes culturas azteca, golmeca, tolteca y maya, sin embargo en 1593 quedaban solamente 1,7 millones.
La idea de la esclavitud era admitida por la m¨¢s alta jerarqu¨ªa cat¨®lica de esos siglos; pues un santo precisamente, el papa P¨ªo V, ten¨ªa 400 esclavos, preferentemente turcos, y lo mismo otros pont¨ªfices antes y despu¨¦s de ¨¦l. Y cuatro concilios generales aprobaron la pr¨¢ctica de la esclavitud, como confiesa el profesor jesuita Bermejo, en su obra Church conciliarity and comunion, editada en la India con censura eclesi¨¢stica favorable. Y ¨¦sa fue la misma postura de papas concretos, o de comerciantes cat¨®licos que iban a ?frica "a cazar negros" para venderlos como ganado. Aunque hay que decir que no todo habr¨ªa sido igual en los primeros tiempos del cristianismo, pues hubo dos papas, P¨ªo I en el siglo segundo y Calixto I en el tercero, que fueron esclavos.
Dos costumbres incre¨ªbles estuvieron en vigor en Am¨¦rica Latina, el requerimiento y la encomienda. Lo primero consist¨ªa en leer a los indios un documento en lat¨ªn o espa?ol -que no entend¨ªan-, en el que se les ped¨ªa que aceptaran lo que all¨ª se dec¨ªa, para entonces ense?arles la religi¨®n cristiana; y, si no lo aceptaban, se ten¨ªa derecho de reducirlos a esclavos y privarles de sus bienes, seg¨²n cuenta el famoso te¨®logo y cardenal Congar, OP. La encomienda era que, despu¨¦s de vencer en la guerra contra los indios, se repart¨ªan a cada cristiano los "mancebos, mujeres y ni?os" para que aprendieran la fe cat¨®lica y trabajasen para el encomendero; y hab¨ªa "en cada pueblo un verdugo cruel, que llaman estanciero, para que los tenga debajo de la mano, y haga trabajar y hacer todo lo que quiere el encomendero", seg¨²n Bartolom¨¦ de las Casas. El cual mantiene que los espa?oles est¨¢n en pecado por su conducta con los indios, los cuales tienen derecho natural a practicar su religi¨®n, porque "justamente e sin pecado honran los ¨ªdolos". Actitud aceptada tambi¨¦n por la Junta de Obispos de Guatemala y M¨¦xico reunida en 1546. Y el padre Antonio de Montesinos, en un serm¨®n pronunciado en 1511, les dice a los colonos: "Todos est¨¢is en pecado mortal... por la tiran¨ªa y crueldad que us¨¢is con estas inocentes gentes".
No todo fue limpio tampoco en otros cristianos, pues Calvino mont¨® su Inquisici¨®n en Ginebra; o m¨¢s cruel que la espa?ola la estableci¨® Isabel, y luego Jacobo I y Cronwell en Inglaterra, como cuenta el protestante sir William Cobbet. Y el poeta John Milton protestaba en 1673 de que se dejase a los cat¨®licos en Inglaterra celebrar la misa, aunque fuera solamente en sus casas; y s¨®lo en 1778 fueron levantadas las pesadas cargas contra los cat¨®licos, aunque segu¨ªan perseguidos por el peublo protestante. En 1859 seis mujeres suecas fueron exiliadas del pa¨ªs por hacerse cat¨®licas. Y los conventos cat¨®licos fueron prohibidos all¨ª hasta el a?o 1952.
A nosotros se nos hab¨ªa ense?ado, en tiempo de Franco, que "el protestantismo no es para [los pastores que vienen a Espa?a] m¨¢s que un medio para introducir m¨¢s f¨¢cilmente la irreligi¨®n y la incredulidad y, por ¨²ltimo, el comunismo y el socialismo" (catecismo sobre protestantismo, Perrone, SJ. 1951). Por eso no es nada extra?o lo que cont¨® Castro de su experiencia de intransigencia religiosa en la educaci¨®n recibida en el colegio de los jesuitas donde estudi¨®.
Pero ahora aprendi¨® la Iglesia cubana otra postura muy diferente. El obispo de Camag¨¹ey, llamado "palad¨ªn del di¨¢logo", ha aprendido que, "hablando, los cubanos se entienden", y que el principio de su conducta debe ser que "a lo bueno hay que llamarlo bueno venga de donde viniere, porque s¨®lo as¨ª se podr¨¢ tener credibilidad para llamar malo a lo que realmente lo es". Y all¨ª "la Iglesia cae en la cuenta de que, al no ser un sistema pol¨ªtico, ha de ser capaz de vivir en cualquier lugar", como la Cuba actual.
En 1986 se celebr¨® el Encuentro Nacional Ecleslal Cubano, en el que se adoptaron las siguientes conclusiones: "Hagamos del di¨¢logo la actitud fundamental... Busquemos juntos la verdad que es patrimonio de todos... Pensemos razonablemente que hay un germen de verdad en cada hombre, en cada sistema, en cada religi¨®n... Debemos convencernos de que todo el que busca la verdad y el bien busca a Dios, sin saberlo y aun si quererlo". Lo ¨²nico que se necesita es libertad religiosa, y no s¨®lo de cultos; pero sin convertir el cristianismo en una ideolog¨ªa opuesta a otra ideolog¨ªa, sino en un mensaje de paz, libertad, solidaridad y justicia para todos*. Los cat¨®licos cubanos se han dado cuenta ahora de algo que los primeros cristianos nunca olvidaron: "?De qu¨¦ patronazgo usaron los ap¨®stoles para la predicaci¨®n del evangelio, y en qu¨¦ poderes se apoyaron para predicar a Cristo?, (san Hilario de Poitiers, siglo IV). Y que " contra los herejes -sean quienes sean ¨¦stos- no las armas, sino los argumentos", (san Bernardo). Y Castro deber¨¢ recordar el mensaje de Juan Pablo II: m¨¢s libertad, m¨¢s democracia y que reconcilie a todos; y a EEUU que quite las restricciones econ¨®micas tan negativas s¨®lo para el sufrido pueblo cubano.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.