Sombra de sospecha
La polic¨ªa madrile?a sospechaba que los autores de un reciente apaleamiento de vagabundos en las galer¨ªas del metro eran rapados de ultraizquierda. Una noticia inquietante, porque los especialistas en tribus urbanas de las fuerzas del orden pasan por ser aut¨¦nticos expertos en el matiz, capaces de distinguir a distancia si una calva es de extrema derecha o de extrema izquierda. Inquietante, porque, de haber acertado esta vez en sus sospechas, nos estar¨ªamos enfrentando con una gravisima mutaci¨®n en la aldea tribal que habr¨ªa generado inesperadas alteraciones del comportamiento. Los rapados de extrema izquierda, muy minoritarios, son conocidos como red-skins o sharp -siglas de skinheads against the racial prejudice; literalmente, rapados contra los prejuicios raciales-, y hasta ahora, fieles a su denominaci¨®n de origen, no iban por ah¨ª apaleando a inmigrantes y mendigos, especialidad detentada en exclusiva por los rapados neonazis.?En qu¨¦ se basaban las sospechas de los expertos de la polic¨ªa? Seg¨²n las primeras informaciones recogidas en estas p¨¢ginas con motivo del apaleamiento, los expertos. hab¨ªan deducido la ideolog¨ªa de los apaleadores por su indumentaria, a trav¨¦s de las declaraciones de las v¨ªctimas, que coincidieron en que los atacantes llevaban cazadoras y calzaban zapatillas deportivas. Lo de las zapatillas les dio la primera pista. Por cuestiones de eficacia, los skins neonazis suelen llevar botas con puntera met¨¢lica, muy ergon¨®micas para salir a patear cabezas y machacar h¨ªgados. Una pista, desde luego, tra¨ªda por los pelos; puede que ese d¨ªa los rapados vinieran de hacer deporte para mantenerse en forma y se encontraran por casualidad con sus v¨ªctimas, y tambi¨¦n cabe la posibilidad de que cambiaran de calzado para acceder silenciosamente hasta ellas, aunque este tipo de deducci¨®n se me antoja demasiado intelectual para unos tipos que s¨®lo utilizan la cabeza para embestir.
Otro aspecto extra?o de la informaci¨®n destacaba que uno de los agresores iba en silla de ruedas, algo infrecuente, desde luego, en las pandillas neonazis, al menos por dos razones: la primera, de tipo estrat¨¦gico: las sillas de ruedas entorpecen considerablemente la retirada, y la segunda, de tipo ideol¨®gico, pues para estos entusiastas de la fuerza f¨ªsica y la raza pura cualquier tipo de malformaci¨®n, discapacidad y tara f¨ªsica o mental debe ser extirpada de la sociedad, y sus portadores, esterilizados y apartados para que no contaminen con sus genes imperfectos la b¨²squeda del arquetipo racial, del pitec¨¢ntropo pluscuamperfecto, mens vana in corpore sano. Quiz¨¢ por eso, los especialistas en tribus pensaron que esto de incorporar a un minusv¨¢lido a la pandilla para salir de razzia les cuadraba mejor a los skins rojos, m¨¢s solidarios, defensores de la igualdad entre los hombres y de suprimir barreras arquitect¨®nicas.
Las sospechas policiales sobre la presunta adscripci¨®n ideol¨®gica de los apaleadores de mendigos de estos d¨ªas vienen a sumarse en poco tiempo a otras del mismo g¨¦nero vertidas hace unas semanas por un ex insumiso reconvertido en soldado profesional, que denunciaba falsamente a sus antiguos compa?eros de insumisi¨®n de haberle agredido como venganza por haber desertado de sus filas.
Si la sospecha no es una exclusiva policial y tambi¨¦n se nos permite sospechar a los cronistas, yo apuntar¨ªa que la sucesi¨®n de ambas noticias en un breve lapso de tiempo puede ser casual, pero tambi¨¦n puede formar parte de una contraofensiva propagand¨ªstica, alentada por la ultraderecha m¨¢s convencional, harta de que sus chicos sean siempre los malos de la pel¨ªcula. Claro que decidirse por esta segunda opci¨®n sin aportar m¨¢s pruebas es al menos tan arriesgado como ir por ah¨ª asignando ideolog¨ªas a las indumentarias y a las calvas. Con tales instrumentos deductivos, un d¨ªa de ¨¦stos acusar¨¢n a una comunidad de bonzos budistas de pertenecer a una tribu peligrosa.
Una vez m¨¢s, el olfato policial ha fallado estrepitosamente y ahora resulta que los apaleadores del metro eran bakaladeros reci¨¦n salidos de la discoteca, simples aficionados que, seg¨²n la polic¨ªa, ni siquiera pertenecen a una tribu urbana violenta y que, por supuesto, no son de extrema derecha, como todos los testigos del hecho, incluidos los guardas del metro, insisten en declarar.
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