Ausencia
?En ellas nos va la vida, la del Estado que necesitamos y la nuestra individual, porque cada vez que matan a un hombre en la calle (y esto no es una met¨¢fora, como dir¨ªa el cartero de Neruda) nos matan un poco a cada uno de nosotros?.Francisco Tom¨¢s y Valiente.
EL PA?S, 15 de febrero de 1996.
Era el eco de su voz al d¨ªa siguiente de su asesinato. Era su mensaje a todos los ciudadanos amantes de la paz y de la libertad, una semana despu¨¦s de la muerte a manos de ETA de Fernando M¨²gica, hasta el d¨ªa antes, ¨²ltima v¨ªctima de la locura criminal.
Pero han seguido, y ni siquiera me atrevo a recordar hoy que los ¨²ltimos han sido el matrimonio sevillano Alberto y Ascensi¨®n, porque faltan varias fechas para que esto se publique.
He necesitado dos a?os para recordar a Paco Tom¨¢s s¨®lo con dolor, superada la rabia. Dolor de ausencia del amigo porque, hasta el aliento final, nos dejaste tu pensamiento, tu palabra de hombre de Estado, de dem¨®crata, de persona de bien.
Para su familia, para sus pr¨®ximos en la amistad o en el afecto, la p¨¦rdida del ser querido es ¨²nica, inconfundible, insustituible. Tom¨¢s y Valiente era capaz de sentir que la muerte de un hombre en la calle, de cualquier hombre, nos mata un poco a cada uno de nosotros. Esto es lo que ha calado en nuestra sociedad. Cientos de miles de ciudadanos salieron de sus casas para gritar contra ETA, tras su muerte. Su voz lleg¨® al Pa¨ªs Vasco: ?ETA no, vascos s¨ª?. Tambi¨¦n ellos decidieron desde entonces ocupar ese espacio m¨¢s all¨¢ del miedo. Algunos no lo entendieron entonces y siguen sin entenderlo ahora. Sin embargo, es la mejor oportunidad social y pol¨ªtica para hacer las cosas bien. S¨®lo habr¨ªa que seguir la estela de su tribuna en EL PA?S para rendirle el tributo que se merece y enderezar el camino que se torci¨® por pasiones medi¨¢ticas y electorales.
Porque, aunque cueste trabajo decirlo y creerlo, tal como se perciben las cosas, ETA sigue estando d¨¦bil. Sus ep¨ªgonos lo notan, se dividen y se enfrentan entre ellos. Son conscientes de su locura sin fin, sin objetivo alcanzable. Se refuerzan por nuestra torpeza, por la publicidad que les hacemos, por nuestra divisi¨®n como dem¨®cratas que perdemos el sentido del Estado. Matan, s¨ª. Lo llevan haciendo d¨¦cadas. Como dec¨ªa Adolfo Su¨¢rez, matar es lo m¨¢s f¨¢cil. Esto no supone fortaleza.
Despu¨¦s de las detenciones de la c¨²pula dirigente en Bidart, en el a?o 92, su fuerza se convirti¨® en su debilidad. Su estructura interna vertical, dictatorial, que ellos llaman ?militar? fue penetrada y descubierta por las Fuerzas de Seguridad del Estado en coordinaci¨®n con las francesas. Su estrategia para el a?o 92 les fall¨®. Cre¨ªan, en su locura, que la desaparici¨®n de las fronteras, m¨¢s los acontecimientos de ese a?o, pondr¨ªan al Gobierno en situaci¨®n de doblar la rodilla y ceder a su chantaje. Pensaban que los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea sentir¨ªan la necesidad de ?apretarnos? para resolver, como fuera, la situaci¨®n de violencia que ellos generaban. Su apuesta criminal era dura y concreta en torno al a?o 92. Pero no s¨®lo no lo lograron, sino que retrocedieron.
Como tenemos la memoria fr¨¢gil, muchos comentaristas creen que estoy hablando en clave cuando recuerdo estas circunstancias, que hicieron del a?o siguiente, el 93, un a?o propicio para avanzar en la erradicaci¨®n de esta plaga. Ellos, los terroristas, lo sab¨ªan (recuerden, como muestra, la carta de Urrusolo) y la sociedad espa?ola sent¨ªa que pod¨ªan ser superados. Entonces no fue posible, y en el art¨ªculo p¨®stumo de Francisco Tom¨¢s se apuntan algunas de las razones. Pero hoy lo es. Los socialistas estamos en la oposici¨®n y podemos facilitar la tarea, porque nunca haremos de este tema de Estado pasto de luchas partidistas. Como tampoco lo han hecho los convergentes.
?ste es el sentido de mis palabras de estos d¨ªas, que vuelven a ser aciagos para todos, en los que crece el sentimiento c¨ªvico de que no podemos con ellos, en que se tiene la tentaci¨®n de ceder al chantaje, con propuestas disparatadas para el Estado democr¨¢tico.
Cuando oigo al ministro del Interior afirmar que no hay atajos en esta lucha contra el terror, creo que tiene raz¨®n. Ning¨²n atajo nos llevar¨¢ a la salida, en particular los que proponen reformas de las reglas que nos hemos dado los dem¨®cratas para que ?quepan? los terroristas en ellas. Ni ETA ni HB aceptar¨¢n nunca normas democr¨¢ticas. Han tenido, y tienen, multitud de ocasiones para hacerlo. ?Alguien puede dar una sola raz¨®n, democr¨¢tica, para que tengamos que aceptar sus pretensiones?
En el funeral por el asesinato del Magistrado del Tribunal Supremo Mart¨ªnez Emperador -otro hombre de bien, adem¨¢s de hombre de Estado- ped¨ª al se?or Mayor Oreja que dej¨¢ramos todos de decir que cuando cesen los asesinatos todo es posible, o se puede hablar de di¨¢logo con los violentos. Lo ¨²nico que puede decirse con sentido es que nuestra esperanza, la de todos los que queremos vivir en paz y en libertad, es que ellos pierdan la esperanza de obtener ventajas pol¨ªticas con sus acciones. Pero, unos y otros, seguimos insistiendo en abrir ?v¨ªas? que s¨®lo entienden como se?ales de debilidad. Y, lo que es m¨¢s grave, s¨®lo interpretan los asesinos y sus socios como ofertas de impunidad.
En sus manos est¨¢, piensan, c¨®mo y cu¨¢ndo deciden dejarlo. Mientras tanto siguen matando, extorsionando, dividiendo a los dem¨®cratas, abriendo grietas en los pactos antiterroristas y en las instituciones. Consiguen, incluso, desmoralizar a los que dan la cara, en primera l¨ªnea, en la lucha contra el terror. Creen estar en posesi¨®n de las llaves de la c¨¢rcel, como m¨ªnimo, cuando dejen sus acciones. Es el mensaje equivocado que reciben de nosotros.
Sin embargo, en recuerdo de Paco Tom¨¢s hoy, y en recuerdo de miles de familias afectadas por el terror, siempre, constantemente, quiero decir a los ciudadanos que recuperen la esperanza, que podemos erradicarlos. Ahora, mejor que antes, con m¨¢s posibilidades. Como dir¨ªa mi profesor de Derecho Romano, lo afirmo ?cognita causa?. Sobre todo los terroristas saben que lo que digo es verdad. L¨¢stima que sea uno de ellos, Soares Gamboa, quien nos lo recuerde, desde la c¨¢rcel y desde su conocimiento del fondo del problema.
Hagamos que pierdan toda esperanza. Recuperaremos la nuestra.
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