Espejismos europeos
Partamos de una constataci¨®n: en muchos, demasiados casos, tras el fin de la guerra fr¨ªa, las pol¨ªticas exteriores de los Estados de la Uni¨®n Europea han desaparecido, sin que en su lugar haya surgido eso que los tratados de Maastricht y de Amsterdam han bautizado como Pol¨ªtica Exterior y de Seguridad Com¨²n (PESC). No basta el nombre para que exista una realidad. Pero tampoco hay que ser excesivamente duros, pues en unos a?os se ha avanzado. No obstante, ¨¦ste va a ser un parto largo, que ir¨¢ dando a luz a un bicho multiforme, pues la UE no es un Estado -ni probablemente lo ser¨¢ en el futuro previsible- y como en otras cosas una pol¨ªtica exterior com¨²n requiere convergencias previas.Ahora bien, frente a la crisis de Irak, nos encontramos ante un caso en el que Francia s¨ª tiene una pol¨ªtica, o al menos pretende tenerla, distinta, adem¨¢s, de la de Estados Unidos. Ha chocado con otro pa¨ªs europeo, el Reino Unido, que parece vivir en el espejismo de la relaci¨®n especial con Washington. Probablemente si la crisis va a m¨¢s en t¨¦rminos militares, como en otras ocasiones Francia, la insubordinada, podr¨ªa acabar poni¨¦ndose de parte de Estados Unidos. Algo comparten hoy Francia y el Reino Unido de Blair, dos miembros permanentes -all¨ª se enfrentan- del Consejo de Seguridad de la ONU: su inter¨¦s, por razones bien distintas, de frenar el desarrollo de la PESC.
Francia fue durante a?os la gran impulsora de la pol¨ªtica exterior y de seguridad com¨²n. Hoy parece presa de un af¨¢n dilatorio para poner en marcha las previsiones de los tratados de Maastricht y de Amsterdam, ¨¦ste ¨²ltimo a¨²n no ratificado. ?Hasta que Mr. Pesc (o Alto Representante) sea, quiz¨¢s, un franc¨¦s? Quiz¨¢s estime que si la pol¨ªtica exterior se diluye en una, cosa com¨²n, en una Europa ampliada, Francia puede perder protagonismo y capacidad de arrastre frente a los pa¨ªses que carecen de pol¨ªtica exterior en asuntos que interesan especialmente a Par¨ªs (como el mundo ¨¢rabe). Bien es verdad que la pol¨ªtica exterior com¨²n no podr¨¢ funcionar sin Francia. Pero Par¨ªs vivir¨ªa en un espejismo si pensara que ella sola se basta en el mundo de hoy.
Frente a este espejismo franc¨¦s, est¨¢ el de Blair. Su total apoyo a Clinton, puesto de manifiesto por un enamoramiento pol¨ªtico que falsamente refleja sobre otras bases ideol¨®gicas el de Reagan y Thatcher, puede deberse -en esto es un artista- a su apreciaci¨®n de una opini¨®n p¨²blica brit¨¢nica belicosa; a que necesite a Clinton para dar un empuje final al proceso de paz para Irlanda del Norte; a su proyecto de una nueva internacional centro-radical; o a que crea que Londres puede seguir interesando tanto a Washington como en la Guerra Fr¨ªa. Blair quiz¨¢s no ha comprendido plenamente lo que Zbigniew Brzezinski en su excelente ¨²ltimo libro (The Grand Chessboard) se?ala con claridad: el Reino Unido no es ya ni actor geoestrat¨¦gico ni pivote geopol¨ªtico. Es, si acaso, en estos t¨¦rminos, un actor jubilado.
Londres, de verdad y m¨¢s all¨¢ de este drama de Irak, interesar¨¢ m¨¢s a Washington cuanto m¨¢s integrado est¨¦ en Europa y m¨¢s juegue el juego europeo -lo que implica entrar en el euro donde en unos meses estar¨¢ Francia, pero no el Reino Unido-, como han puesto de relieve algunos comentarios de fondo en la prensa norteamericana. Europa no se puede construir sin Par¨ªs; pero s¨ª sin Londres. Como demuestra la Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria.
El resultado coyuntural de este espejismo de Blair ha sido la reconstituci¨®n de una especie de alianza anglosajona y atl¨¢ntica -a la que Espa?a aporta tambi¨¦n su propio espejismo- y, al menos hasta el momento, la inexistencia de Europa en esta crisis, o, lo que es peor, la usurpusaci¨®n por el Reino Unido, que ocupa este semestre la presidencia del Consejo de la UE, de la bandera europea. Londres ha enviado un portaviones a la zona sin haber consultado a sus socios, contraviniendo as¨ª la letra y el esp¨ªritu del Tratado de Maastricht. Quiz¨¢s el secretario general de la OTAN tenga raz¨®n cuando afirma que el problema no es que haya "demasiado Estados Unidos", sino "demasiado poca Europa". Pero es lo que hay.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.