Manifestaci¨®n
Los taxistas se manifestaron en Madrid y lo bloquearon. Quiere decirse que no se pod¨ªa circular; el tap¨®n que armaron en la calle de Goya y otras aleda?as afect¨® a la ciudad entera y a¨²n extendieron sus efectos al aeropuerto internacional de Barajas, de manera que fueron muchos los pasajeros que no pudieron moverse de all¨ª y muchos los que no llegaron a tiempo para coger su avi¨®n.Un ¨¦xito.
Si pretend¨ªan hacer da?o para que la manifestaci¨®n se notara, alcanzaron un ¨¦xito total. Si lo que pretend¨ªan era no hacer da?o, la manifestaci¨®n de los taxistas constituy¨® un clamoroso fracaso.
La verdad es que esa manifestaci¨®n, ¨¦xito o fracaso desde la perspectiva de los convocantes, supuso un esc¨¢ndalo, una acci¨®n irresponsable, un desprecio a la ciudadan¨ªa, que es, parad¨®jicamente, la clientela de los taxistas y no ten¨ªa la culpa de nada.
Los taxistas se manifestaron para apoyar determinadas reivindicaciones laborales y profesionales, al amparo de un derecho constitucional que les asiste, igual que a todos los colectivos de los trabajadores. Pero el derecho a manifestarse no es ilimitado, no extiende patente de corso para romper la convivencia, hollar los derechos de los restantes ciudadanos, convertir en huelga salvaje la manifestaci¨®n.
No todos los taxistas se manifestaron. Hubo bastantes que continuaron con su trabajo y a algunos de ellos sus compa?eros manifestantes se lo hicieron pasar mal.
Valga el siguiente ejemplo, real como la vida misma: sucedi¨® a las dos y media de la tarde del d¨ªa de autos en la calle de Goya esquina a la del Pr¨ªncipe de Vergara. Un taxista manifestante le cerr¨® el paso con su coche a otro que no se manifestaba y le conmin¨®: "Para ahora mismo y que baje el cliente o te vas a enterar". El taxista amenazado no par¨® ni se baj¨® el cliente, y entonces el otro tir¨® una piedra. La tir¨® contra la ventanilla del lado del cliente con la clara intenci¨®n de dar, aunque no lleg¨® a romper el cristal y, por tanto, no dio. El taxista amenazado maniobr¨® r¨¢pidamente, logr¨® salir del atasco y aceler¨® Pr¨ªncipe de Vergara arriba sin que sucedieran m¨¢s incidentes. Cuando lleg¨® a su destino, el cliente agredido pag¨® 1.500 pesetas por una carrera que normalmente cuesta 400.
Hubo casos peores. Todos los servicios propios de una gran ciudad se vieron afectados, especialmente los sanitarios, y los enfermos que precisaban asistencia, las personas de edad, los incapacitados f¨ªsicos, se llevaron la peor parte.
Los taxistas no son el ¨²nico colectivo que padece problemas. Hay muchos m¨¢s, se cuentan por miles, con un censo millonario de trabajadores cuya situaci¨®n laboral a lo mejor deja mucho que desear. Y tienen, adem¨¢s, igual derecho que los taxistas a manifestarse, a paralizar Madrid, a bloquear los servicios, a dejar a los enfermos sin asistencia, inmovilizar los taxis en medio de la calzada. Y al que pretenda salir del atolladero se le tira una piedra.
Afortunadamente no suelen hacerlo as¨ª. Las manifestaciones siguen un cauce legal; sus promotores marcan de cuerdo con las autoridades un horario y un, recorrido para no alterar excesivamente la vida ciudadana y las l¨®gicas incomodidades que producen las asumen los restanes ciudadanos por solidaridad con los manifestantes.
Siempre dentro de un orden, cabr¨ªa a?adir. ?Qu¨¦ ser¨ªa de este Madrid si todos los trabajadores con problemas laborales decidieran manifestarse como los taxistas?
Pero hay otro colectivo con problemas m¨¢s sangrantes: los parados. Cuando ven esas huelgas salvajes, los parados alucinan. Los parados se pasan el d¨ªa llamando in¨²tilmente a las puertas, dar¨ªan algo bueno por encontrar un trabajo, algunos llevan tanto tiempo busc¨¢ndolo que ya han perdido la esperanza. Y a¨²n no les ha dado por romper nada. La situaci¨®n es verdaderamente injusta e insostenible. La situaci¨®n -tres millones de parados, se dice pronto- es bochornosa. Si la Constituci¨®n reconoce el derecho de los trabajadores a manifestarse, antes proclama el derecho que tienen todos los ciudadanos a trabajar. Y no se cumple. He aqu¨ª un motivo real para echarse a la calle; he aqu¨ª una de las pocas razones por las que merecer¨ªa la pena bloquear Madrid.
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