De lo viejo y de lo nuevo
Hay cosas nuevas y cosas viejas. Pero algunas que parecen nuevas en realidad pueden beber en fen¨®menos que les preceden. Uno de ellos es ese que se viene a llamar la globalizaci¨®n: "En lugar de los viejos aislamientos y autosuficiencias locales y nacionales, tenemos intercambios en todas las direcciones, una interdependencia universal de las naciones. Y tanto en la producci¨®n material como en la intelectual ( ... ). El unilateralismo y la estrechez de miras nacionales se vuelven cada vez m¨¢s imposibles". As¨ª se expresaban hace ahora 150 a?os dos j¨®venes barbudos en eso que se ha venido a calificar como el "m¨¢s famoso panfleto de la historia", El Manifiesto del Partido Comunista, publicado un 23 de febrero.La recomendaci¨®n que sacaban Marx y Engels es harto conocida: "?Proletarios de todos los pa¨ªses, un¨ªos!" Claro que ellos intentaban no s¨®lo entender el mundo, sino cambiarlo. Su llamamiento fracas¨® estrepitosamente en varias ocasiones, y desde luego en 1914, cuyos or¨ªgenes tan magistralmente describi¨® Roger Martin du Gard en Los Thibault, una novela que Stanley Hoffmann, uno de los grandes profesores de relaciones internacionales, recomendaba a todos sus alumnos para empezar a entender su materia.
Aunque no precisamente defensores del pensamiento ¨²nico, Marx y Engels empezaron a atisbar a su manera la globalizaci¨®n que en nuestros d¨ªas se est¨¢ haciendo extrema -el mundo es uno, y verdaderamente hay problemas que nos afectan a todos-, pero que est¨¢ generando nuevas diferencias sociales entre pa¨ªses y dentro de los pa¨ªses que hay que corregir (a pesar de que, globalmente, el bienestar no ha alcanzado nunca, en el mundo, niveles como los actuales). Parece in¨²til intentar frenar una globalizaci¨®n que podr¨ªa llegar a invertirse. Ya ha pasado antes y puede volver a pasar. Si acaso, habr¨ªa que encauzarla, pero no oponerse a ella como intentan algunos nuevos ut¨®picos. La globalizaci¨®n no debe llevar al espejismo de deducir una homogeneidad cultural del hecho de que en casi todas las partes del globo se produzcan ahora objetos similares, ya sea autom¨®viles, chips, televisores o parab¨®licas. Los nuevos medios de comunicaci¨®n no achican, sino que, parad¨®jicamente, pueden agrandar estas diferencias culturales, especialmente vistas desde Occidente.
"No hay duda que la facilidad extrema a que se est¨¢ llegando en los medios de comunicaci¨®n es un hecho glorioso que debemos agradecer a la t¨¦cnica. Pero uno se pregunta qu¨¦ efectos producir¨¢ en el tiempo esta casi s¨²bita aproximaci¨®n espacial de los pueblos. No conviene hacerse ilusiones. (...) Muchos esperan que el tr¨¢fico mundial, al reducir el tama?o del planeta, acerque ¨ªntimamente a los hombres, les haga comprenderse mejor (...). Yo creo que, por lo pronto, ha producido el efecto contrario. Nunca han sentido los pueblos menos simpat¨ªa los unos por los otros". Ortega y Gasset, escribiendo en 1954, un a?o antes de su muerte, discerni¨® en parte lo que ahora muchos llamamos el efecto CNN, que no es s¨®lo el de la inmediatez, sino el de la puesta en relieve de la diferencia. Otros, como Benjam¨ªn Barber, lo califican de contradicci¨®n entre la Yihad y el McMundo.
La serie de televisi¨®n Dallas, por ejemplo, marc¨® un ¨¦xito globalizador. Pero ello no significa que la gente en el mundo entero compartiera la cultura que de ella emanaba. La televisi¨®n japonesa, como se recuerda en el libro de Zaki La?di Le temps mondial, produjo un follet¨ªn, Ochine, que fue ofrecido por el Gobierno gratuitamente a muchos pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo. En Egipto, por ejemplo, tuvo un ¨¦xito colosal. ?Por qu¨¦? Porque defend¨ªa unos valores de la familia, la honradez y el altruismo que resultaban mucho m¨¢s atractivos y comprensibles para los egipcios que los de Dallas; o Falcon Crest.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.