Lejos de casa
En los ¨²ltimos a?os se ha producido un acceso masivo de los j¨®venes a los estudios universitarios. Hemos pasado a situarnos entre los pa¨ªses europeos con mayor tasa de escolarizaci¨®n en educaci¨®n superior y, para atender una demanda tan elevada, se ha creado un considerable n¨²mero de nuevos campus. Ha habido una aproximaci¨®n de los centros universitarios a los ciudadanos, de modo que ya no es necesario desplazarse a una ciudad lejana para estudiar. A la vez, junto a la transferencia de competencias a las comunidades, se han consolidado los distritos universitarios y una forma de clientelismo que consagra una inmovilidad por la que, salvo un n¨²mero muy reducido, los estudiantes acceden s¨®lo a las universidades m¨¢s pr¨®ximas. Esto quiebra un principio de equidad: poder elegir en competencia y seg¨²n m¨¦ritos. Se ha generalizado la posibilidad de cursar estudios superiores, pero acudir a los mejores centros sigue reservado a los hijos de las familias con m¨¢s recursos. Restricciones administrativas y, sobre todo, un sistema deficiente y limitado de ayuda a los estudiantes se oponen a la movilidad.Es un reflejo de nuestra sociedad, asentada en la cultura de vivir siempre en el mismo lugar: en un mismo entorno se juega de ni?o, se estudia de joven y se trabaja de mayor. No creo en la bondad de los pueblos encerrados en s¨ª mismos y poco permeables a otras culturas: es una manifestaci¨®n de pereza mental cubierta bajo el falso manto de la defensa de "lo propio y diferente".
Incrementar la movilidad no es contrario al respeto a la diversidad cultural y ling¨¹¨ªstica de los pueblos. Este reduccionismo tiene un car¨¢cter retr¨®grado, aldeano y no encaja bien con la construcci¨®n europea. Otra cosa es que deben evitarse, o corregirse, los desequilibrios econ¨®micos que generan la llegada de un n¨²mero elevado de alumnos provenientes de otras comunidades. La movilidad estudiantil tiene un valor a?adido: favorece la educaci¨®n en la tolerancia, la convivencia con otras culturas y otras visiones de la vida, la solidaridad, y genera una cohesi¨®n contrapuesta al centralismo que ha marcado nuestra historia.
La restricci¨®n en el desarrollo del distrito compartido, por presiones administrativas, es un ejemplo de las dificultades que se oponen a la movilidad. Estancado durante a?os en el 5% de las plazas ofertadas, recuerdo la irritaci¨®n que produjo en ciertos ¨¢mbitos una propuesta que apoyamos en junio de 1995 desde la Secretar¨ªa General del Consejo de Universidades, de incrementarlo al 10%.
La movilidad es esencial para disponer de un sistema moderno. Si queremos que sea diversificado, que la evaluaci¨®n tenga utilidad real, que sea compartido, es imprescindible que los alumnos puedan elegir universidad. En los pr¨®ximos a?os, el dinamismo de las instituciones universitarias estar¨¢ vinculado a su capacidad de captar clientes.
M¨¢s graves que las barreras administrativas son las econ¨®micas. Para que los estudiantes se puedan desplazar a otras universidades, atra¨ªdos por su oferta acad¨¦mica, tienen que disponer de recursos. Y ¨¦sta es una dificultad mayor, pues las carencias del programa de ayudas constituyen uno de los puntos d¨¦biles de la pol¨ªtica universitaria en Espa?a. Es uno de los sistemas de educaci¨®n superior europeos que menos fondos p¨²blicos destina a financiar los gastos indirectos de los estudiantes. La baja, o casi nula, atenci¨®n financiera a la movilidad y a la compensaci¨®n de ingresos familiares no permite a los estudiantes de familias con rentas bajas acceder a la misma universidad, a las mejores opciones, que los de familias m¨¢s acomodadas. Se necesita un incremento considerable de los fondos p¨²blicos de ayuda a los estudiantes, en forma de becas y de subvenciones para pr¨¦stamos, ampliando su actual cobertura del 20%, de modo que dentro de 10 a?os se alcance un 50%, m¨¢s homologable internacionalmente. Es una inversi¨®n necesaria para mejorar nuestro sistema universitario.
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