Disparates y agresiones

EL VICEPRESIDENTE ?lvarez Cascos calific¨® ayer en el Senado de "etapa de anormalidad democr¨¢tica" al periodo de Gobierno socialista. Lo hizo en respuesta a una pregunta parlamentaria sobre la actitud de la televisi¨®n p¨²blica en relaci¨®n a las recientes revelaciones del ex director de Abc. Hablar de "etapa de anormalidad democr¨¢tica" es un disparate revelador de una mentalidad autoritaria: contraria al principio de mutuo reconocimiento entre Gobierno y oposici¨®n propio de la democracia parlamentaria. Frente a esa salida pasa a un segundo plano la exhibici¨®n de indignidad desplegada ayer por el comunicador Antonio Herrero al calificar a la ex ministra Rosa Conde de "Monica Lewinsky espa?ola". Ambas expresiones son s¨ªntomas del clima de intolerancia y crispaci¨®n que algunos pol¨ªticos y periodistas quieren, como sea, implantar.Ninguna apelaci¨®n a la libertad de expresi¨®n podr¨¢ justificar tan cobarde agresi¨®n, que debe suscitar todo tipo de solidaridades con la agraviada. La obtuvo Rosa Conde del ministro Matutes, que tuvo una actitud digna; como de alguna representante de Izquierda Unida. Pero no del vicepresidente, que se limit¨® a manifestar que como miembro del Ejecutivo no ten¨ªa nada que decir y que no quer¨ªa dar opiniones personales. Es en ocasiones como ¨¦stas cuando se retratan las personas. La negativa de ?lvarez Cascos a tener una palabra de solidaridad con una persona, parlamentaria como ¨¦l, pero del partido rival, que ha sido ofendida gravemente, revela su mezquindad.

A no ser que se trate de temor. El comunicador Herrero es una de las figuras se?aladas como participantes en la conjura para eliminar a Felipe Gonz¨¢lez de la batalla electoral: esa confabulaci¨®n que aburre al portavoz del Gobierno y le parece una "colosal estupidez" al presidente. La creciente irritaci¨®n que les produce o¨ªr hablar de ella confirma m¨¢s que desmiente su existencia; pero incluso si no hubiera habido conspiraci¨®n, lo innegable es que hay personas empe?adas en crispar todo lo posible la normal convivencia entre los ciudadanos; personas sin escr¨²pulos, dispuestas a todo, y que act¨²an como si el Gobierno les debiera algo. Los sarcasmos de Aznar sobre un asunto que es todo menos gracioso resultan ofensivos.

?Hasta d¨®nde est¨¢n dispuestos a llegar Herrero y sus palmeros? Sin duda, hasta donde los obispos les permitan.. Algunos prelados ya han expresado su indignaci¨®n contra esos incendiarios de las ondas. Pero otros no se atreven. Se ha llegado a una situaci¨®n preocupante: el enfrentamiento entre los socialistas y la Iglesia provocado por esos aventureros ha arrastrado a muchos ciudadanos y crispado sin motivo unas relaciones que eran sosegadas. Es un mal s¨ªntoma. Ya s¨®lo faltaba que el vicepresidente primero del Gobierno intente deslegitimar no menos soezmente que el periodista de la Cope a sus rivales pol¨ªticos: los 13 a?os de gobierno socialista, resultado de la voluntad mayoritaria expresada en las urnas, fueron un periodo de "anormalidad democr¨¢tica". ?A qu¨¦ espera Aznar para desautorizar semejante disparate?