Blancos y negros
No me digan nada: todo est¨¢ dentro de la ley, y las autoridades de Ceuta / Europa hacen bien al poner enormes piedras a la salida de las cloacas: para que no salgan los africanos que huyen de ?frica. A m¨ª me sobrecoge la estampa. Y las im¨¢genes en las que se ve abajo a los muchachos en las salidas que s¨®lo tienen rejas, agarrados al hierro con las manos ensangrentadas para arrancarlas y salir a respirar, a la libertad de Ceuta / Espa?a / Europa. Tienen raz¨®n, no me digan nada. A m¨ª me hiere profundamente la caza, o pesca, de inmigrantes por la Guardia Civil, y m¨¢s la maldita informaci¨®n -trabajando en ese g¨¦nero, a mi manera, me duele m¨¢s lo que m¨¢s envilece mi profesi¨®n: ?hay tanto!- donde se les confunde con los traficantes de marihuana (por cierto, deb¨ªa ser de venta libre). Para convertir en delito la busca de la libertad. Muerte por la libertad: de esas aguas se han sacado ya mil cad¨¢veres africanos. Y otros cuatro mil han sido rechazados. No quiero ni pensar en c¨®mo ir¨¢n viviendo y muriendo los que han conseguido pasar por las mallas que tiende nuestra democracia: qu¨¦ largos recorridos de miseria, desconfianzas, malos tratos: qu¨¦ venta de cuerpos, qu¨¦ humillaciones y qu¨¦ muertes hasta llegar a que algunos puedan hacer una vida pasable. Nunca ser¨¢ igual: nuestra libertad no es para ellos y casi no es para nosotros, o para la inmensa mayor¨ªa de nosotros, los blancos. Y nuestra comida, y nuestro sexo. Ya s¨¦ que estamos defendi¨¦ndonos. No me hace falta recordar que durante muchos a?os yo he vivido en su tierra, he comido su comida y tenido su sexo y gozado de sus tierras. Ya s¨¦ que esto es la ley y el orden. No me lo digan: es una cuesti¨®n de ricos y pobres. Pero no me hablen del muro de Berl¨ªn o de las balsas de los cubanos. No me digan que fueron o son inhumanos; que fueron sistemas que privaban de libertad y de ciudadan¨ªa a sus v¨ªctimas. Los que saltaban por encima de la piedra o el agua se expon¨ªan a ser asesinados por los comunistas. Los que vienen hacia nosotros est¨¢n siendo asesinados por las democracias.Convendr¨ªa que supi¨¦ramos que su hambre y nuestra saciedad est¨¢n en relaci¨®n absoluta. No ahora: desde hace siglos. Desde que nuestras armas, benditas, les arrancaron esclavos y les violaron mujeres y les quitaron culturas. Si ustedes creen en la supremac¨ªa de la raza blanca, pongan en libertad a ese anciano nazi ahora capturado, que mand¨® fusilar quinientos jud¨ªos: lo hac¨ªa por la supremac¨ªa de los arios. Era como nosotros.
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