Las polvaredas
El que suscribe acaba de publicar una novela: Coraz¨®n negro. Es la historia, contada en forma de cartas, de un desamor, la culpa que provoca ese desamor materializada como un fantasma, y la crueldad del siglo XX observada a trav¨¦s de la televisi¨®n, en concreto el sitio de Sarajevo. El que suscribe lleva 10 a?os publicando, un total de 11 vol¨²menes. Los hay p¨¦simos, trabajos que nunca debieron ver la luz, pero tambi¨¦n los hay dignos. En opini¨®n del que suscribe, amparado por el oficio que otorga un decenio de escritura, Coraz¨®n negro es su obra m¨¢s lograda, un mundo que nace de dentro hacia fuera, que se construye sobre sensaciones. La novela est¨¢ recibiendo algunas cr¨ªticas, por decirlo de una manera dulce, al menos reticentes. La anterior, La ciudad de abajo, las obtuvo magn¨ªficas. En ambos casos, y en el de las novelas pret¨¦ritas, el que suscribe poco entiende, o no comparte los adjetivos a favor o en contra atribuidos a su obra. En Coraz¨®n negro se escribe: "Ciertos cr¨ªticos formaban una camarilla resentida, de proyectos de novelista, gacetilleros de una actualidad que se les escurr¨ªa en la polvareda de los cl¨¢sicos".Tras los Mu?oz Molina y Llamazares, autores de enorme calado, ha aparecido una generaci¨®n que discurre entre los 36 a?os de Benjam¨ªn Prado y los 27 de Juan Manuel de Prada. En la mayor¨ªa de los casos esta generaci¨®n destaca por su impulso y, por descontado, por la b¨²squeda (de innovaciones t¨¦cnicas que mejoren el bello y dif¨ªcil arte de la escritura. Otra consideraci¨®n: es la primera generaci¨®n de la democracia, una que ni ha crecido ni se siente imbuida de la censura del pasado, una milonga reciente y negra que ha enturbiado nuestras letras, para bien y mal. En resumidas cuentas, es la primera generaci¨®n de la libertad, y s¨®lo trabaja con ese arma, con lo primigenio, la intuici¨®n cimentada en la raz¨®n. Es una generaci¨®n que encuentra sus fuentes tanto en la literatura como en el cine, el lenguaje por excelencia del fin del milenio, y esto es bueno. Si el cine, en cuanto a sus planteamientos argumentales, nace de la novela, la novela de hoy se nutre del discurso narrativo del cine, se alimenta de im¨¢genes. El escritor se caracteriza por retratar su tiempo. Resulta curioso como la cr¨ªtica, por costumbre, ataca a esta generaci¨®n, y es que la cr¨ªtica, como casi todos, incluido el que suscribe, tarda demasiado en adaptarse a las nuevas fechas, de tan enraizada que est¨¢ en la tierra p¨²trida de las pasadas. Lo fecundo del siglo XX es que se abre como ninguno a la experimentaci¨®n del arte, desde el pop en la pintura hasta el realismo sucio en la literatura norteamericana. Una experimentaci¨®n que, caminando, termina en experiencia, en obras cerradas que cabalgan sobre dirnes y diretes, agoreros y par¨¢sitos.
Se acepta, por su puesto, que Quevedo y Cervantes son los gigantes de la literatura en castellano. No estar¨ªa de m¨¢s aceptar que, sin rozarles los talones, ahora se generan diversos caminos para la creaci¨®n, y que beben de los cl¨¢sicos, en las ibliotecas, y de lo vivido, en las calles. La juventud no representa en nada un valor a?adido. Se es bueno o malo a los 20 o 50 a?os, igual que se posee un talento que afina el oficio a los 20 o 50 a?os. En el ¨²ltimo se han visto en las librer¨ªas autores con su primera novela, y la cr¨ªtica, en vez de alentarlos, se ha dedicado a destrozarlos. Podr¨ªan ser m¨¢s considerados con aquellos que est¨¢n comenzando, concederles el beneficio de la duda, no por su juventud, sino por su ilusi¨®n. Es una cuesti¨®n de respeto.
Javier Mar¨ªas lo denunci¨® en este peri¨®dico hace unos meses, el escritor gasta neuronas y tripas en hacer un libro, largas horas, meses de soledad, fracaso y triunfo frente a un papel que se debe llenar de sue?os. El cr¨ªtico dilapida dicho trabajo en apenas un folio, unos minutos, mientras se toma un caf¨¦ y orbita una disciplina a que le gustar¨ªa pertenecer, a la que ambiciona y roza ¨²nicamente. La excepci¨®n es Clar¨ªn; despu¨¦s de haber puesto a parir a la mayor¨ªa de sus contempor¨¢neos, escribi¨® La Regenta, la obra cumbre del XIX espa?ol. A¨²n esperamos al siguiente Clar¨ªn y, por lo que se intuye, de momento viste pa?ales. Lo cierto es que en literatura existe el escritor y el lector, el que comunica y el destinatario, que a su vez reinventa lo comunicado. Lo dem¨¢s son sat¨¦lites. Un buen amigo, el pintor Ceesepe, escuch¨® de boca de una amiga com¨²n que su ¨²ltimo cuadro le gustaba menos que los anteriores. Ceesepe contest¨® con un categ¨®rico: "Que te den".
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