Sobre lo com¨²n y lo diverso
Toda la materia del universo tuvo un origen com¨²n all¨¢ por la gran explosi¨®n inicial. La materia viva conocida procede, parece, de una sola c¨¦lula. Se dir¨ªa que el tiempo, a la larga, favorece aquello que arranca de un tronco com¨²n. Y el tiempo, ya se sabe, siempre acaba siendo a la larga. Es s¨®lo cuesti¨®n de tiempo. La humanidad, descendiente tambi¨¦n toda ella de una sola madre (hubo otras madres antes, claro, aunque sin herederos vigentes), es, a su vez, el origen com¨²n de unas cien mil religiones verdaderas y de quiz¨¢ otras tantas lenguas todas ellas razonablemente eficaces. Lo que separa siempre es m¨¢s visible que lo que une. Buscar lo com¨²n oculto en lo aparente diverso es la ilusi¨®n de todo cient¨ªfico. ?D¨®nde buscar lo com¨²n de las religiones y las lenguas? Pues, para empezar, en su soporte necesario, esto es, en la f¨ªsica, la fisiolog¨ªa y la psicolog¨ªa del ser humano.Arriesgaba, no hace mucho, en esta misma p¨¢gina que la universal atracci¨®n humana por el oro quiz¨¢ estuviera relacionada con la presencia tenaz del sol durante toda la evoluci¨®n de la percepci¨®n. La luz solar est¨¢ ancestralmente asociada a que todo vaya bien. El culto al sol es una convergencia persistente. Y algo de ello debe quedar en las palabras y en las creencias. La relaci¨®n entre las palabras oro y luz est¨¢ muy clara, por ejemplo, en hebreo, una lengua de fiar para este tipo de an¨¢lisis, ya que apenas se ha movido durante milenios. La ra¨ªz de la palabra oro est¨¢ compuesta por las letras sain y hei, combinaci¨®n que representa lo que brilla o refleja la luz. Se pronuncia sahav. Y la ra¨ªz de la palabra luz, en hebreo, es el par de letras alef y resh, que representa la l¨ªnea recta. Se lee or (!), y signica, adem¨¢s de luz, instruir, la vida, la alegr¨ªa, la felicidad y la gracia. Con la uni¨®n de las dos ra¨ªces se construye zohar, literalmente esplendor, una palabra que designa, adem¨¢s, un c¨¦lebre libro de literatura cabal¨ªstica.
Establecida la relaci¨®n entre oro y luz, queda ahora la relaci¨®n de ¨¦stos con la divinidad, es decir, con las palabras orar o adorar. Para los conceptos basta visitar algunos museos, como el Museo del Oro, interesant¨ªsimo, en Bogot¨¢. Para las palabras, quiz¨¢ ayude la Biblia. El primer sacerdote del Eterno fue, por orden de El mismo, el hermano de Mois¨¦s. Su nombre tiene la mism¨ªsima ra¨ªz que la palabra luz (or).- Aar¨®n. Su principal misi¨®n era, en la ¨¦poca n¨®mada anterior al templo, la de custodiar el arca de la alianza.
Mois¨¦s se enfad¨® mucho por el episodio del becerro de oro, pero desde luego no porque fuera de oro. En ?xodo 25,10 el Eterno le dice a Mois¨¦s c¨®mo ha de construir el arca que guarda la Ley: "Y construir¨¢s un arca de madera de acacia, de dos codos y medio de ancho y un codo y medio de altura. Y lo revestir¨¢s de oro puro, por dentro y por fuera, y lo circundar¨¢s con una moldura de oro. Y fundir¨¢s para el arca cuatro anillos de oro...". Quedan todav¨ªa algunos detalles turbadores, la palabra hebrea que designa el arca: ar¨®n; y la que designa su contenido, la ley: Tor¨¢. Y Mois¨¦s ven¨ªa de la tierra de los faraones, tres de cuyos cinco t¨ªtulos oficiales parecen compartir la ra¨ªz, lo divino y la evocaci¨®n solar: Horus, Horus de oro e Hijo de Ra.
Sol, oro y adorar. Su relaci¨®n mutua significar¨ªa otro punto de soldadura entre la biolog¨ªa humana, ciertas lenguas y ciertas religiones. Un lector an¨®nimo me advierte en gentil carta privada, y con toda raz¨®n, que cualquier latinista lanzar¨ªa una andanada de tomates maduros ante la mera insinuaci¨®n de emparentar aurum (oro) con ad-orare (adorar). Estas l¨ªneas han sido en su honor.
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