Poeta Juaristi
El ¨²nico rasgo que podr¨ªa indicar seguridad, aplomo de actor, cierta arrogancia secreta en el poeta Juaristi es su cigarrillo alargado y blanqu¨ªsimo que sostiene, como si llevara aire, entre sus dedos suaves pero nerviosos. De resto, Jon Juaristi es un poeta, es decir, un ser dubitativo, suave, cordial, entregado en la conversaci¨®n, amable, ensimismado y sutil. Un poeta.Es, adem¨¢s, un sabio que sobre todo se sabe su tierra. Ha escrito libros de poemas que son desgarradores cuadernos de bit¨¢cora imprescindibles para conocer la autobiograf¨ªa de Euskadi, porque por ¨¦l ha cruzado, en estos a?os de aplomo, el acontecimiento permanente que a fin de cuentas llamamos el problema vasco. Su conflicto con el nacionalismo, que ha hallado su s¨ªmbolo en su El bucle melanc¨®lico, proviene de su conocimiento de la historia y de los peligros que se derivan de la deformaci¨®n a que conduce el viejo patriotismo, el fanatismo falt¨®n e irrespetuoso. Antes de El bucle..., con el que gan¨® el Premio Espasa, Juaristi recorri¨®, como si estuviera haciendo un trabajo de campo para pensar con conocimiento de causa, todos los vericuetos del camino nacionalista, y fue mientras tanto cuando escribi¨®, en euskera, en castellano, su poes¨ªa ir¨®nica y descarnada, un Gil de Biedma a¨²n m¨¢s desencantado. En ese entonces este Juaristi que ten¨ªa miedo a los lugares cerrados, y a los ascensores y a los aviones, el poeta Juaristi, demostr¨® -si hab¨ªa que demostrarlo- que palabras y melancol¨ªa hacen m¨¢s patria que la tierra, y con ellas edific¨® el imaginario total de Euskadi tal como la ve un poeta. El bucle... fue la consecuencia civil de su investigaci¨®n l¨ªrica, y, c¨®mo no, de su experiencia personal, que le ha llevado a interrogarse y luego a responderse, por el pasado de los presentes lugares comunes del nacionalismo. L¨²cido y necesario como un poeta, Juaristi ingres¨® enseguida en el pimpampum de los que hablan antes de saber: un l¨ªder nacionalista vasco dijo, antes de leer el libro que no leer¨ªa, que este libro era la expresi¨®n de un ignorante. No es Juaristi el ¨²nico tachado, y cuando se conozcan todas las tachaduras se entender¨¢ hasta qu¨¦ punto la pol¨ªtica est¨¢ haciendo violencia sobre la sociedad civil para amedrentarla y luego poseerla, para equiparar la verdad, para que nadie se desmande.
No bastaba con no leer a Juaristi, ni bastaba con decir que no se leyera a Juaristi; hab¨ªa que hacer que no existiera, que se diluyera como el actor Robin Williams en la ¨²ltima pel¨ªcula de Woody Allen o como El escritor desle¨ªdo de Juan Mars¨¦; as¨ª, empezaron a ningunear un libro del que hablaba todo el mundo, como si ignorar la controversia la hiciera inexistente, y, adem¨¢s, para referirse a ¨¦l le llamaban Juan, como si con esta traducci¨®n de su nombre vasco se le destinara m¨¢s all¨¢ del limbo.
Y en ese trayecto llegaron al colmo: como es un poeta vasco, que ha hecho de su l¨ªrica un instrumento sutil, fundamental, bueno, para entender el centro de su tierra, Juan Mart¨ªn de Blas tuvo el buen acuerdo de pedirle que la contara en su serie de Televisi¨®n Espa?ola Esta es mi tierra. Como quiera que los nacionalistas que no aman a Juaristi tienen acuerdos con el Gobierno actual, han pedido expresamente a las autoridades competentes que tachen a Juaristi de esa serie. Juaristi, el ciudadano, dice que eso es fascismo; y el mismo ciudadano Juaristi dice que es una desverg¨¹enza. Es terrible s¨ªmbolo de este tiempo in¨²til y oscuro en el que la ambici¨®n totalizadora del pensamiento pol¨ªtico dispone otra vez de instrumentos para acosar, anular, extinguir, la voz de los poetas.
Qu¨¦ dir¨¢, suave, melanc¨®lico, triste y civil, el poeta Juaristi.
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