En el avispero vasco
Aunque no creo, como san Anselmo, que la existencia sea inevitablemente un atributo de la perfecci¨®n, s¨ª creo que un plan es mejor que ninguno, de modo que, s¨®lo por existir, el plan de pacificaci¨®n de Euskadi elaborado por el lehendakari merecer¨ªa mayor atenci¨®n y respeto del que creo se le ha otorgado. Pues la pregunta que el elaborado, medido y reflexionado documento formula, a saber, qu¨¦ puede hacer la democracia para conseguir el doble objetivo de incorporar HB y sus bases a la convivencia y acabar con el terrorismo, la pregunta, pues, del mill¨®n, carece hoy de respuestas tanto en el seno del Gobierno como en el de la oposici¨®n.Por ello se debe valorar muy positivamente que el presidente del Pa¨ªs Vasco, en vez de lanzar anatemas contra "Madrid" asegurando que el problema vasco lo tienen que resolver otros, asuma su responsabilidad. Si hay alguna soluci¨®n para Euskadi deber¨¢ emanar, sin duda, de su presidente.
Las premisas f¨¢cticas de las que ¨¦ste parte son, a mi entender, irrebatibles: que el problema de ETA es un problema vasco y son los vascos quienes deben decidir qu¨¦ tipo de integraci¨®n / separaci¨®n desean con Espa?a; que ese problema no se soluciona s¨®lo con medidas policiales; que HB no se va a convertir, como san Pablo, de la noche a la ma?ana, y que, en consecuencia, o se incorpora un "incentivo pol¨ªtico" al juego actual o ¨¦ste puede durar otros treinta a?os. Y ese incentivo pasa por un di¨¢logo entre partidos vascos que -lamentable pero inevitablemente- ponga encima de la mesa la autodeterminaci¨®n a cambio de una tregua de ETA.
Lo que no creo que deba ser rechazado visceralmente. Al menos, mientras una importante minor¨ªa de ciudadanos vascos -espa?oles a pesar de ellos pero espa?oles al fin- no se sientan parte de esta democracia. La soluci¨®n de Ardanza es efectuar, all¨ª s¨ª, una segunda transici¨®n que consiga lo que la primera no consigui¨®, profundizando en la democracia por v¨ªas constitucionales y obligando a todos a enfrentarse a la verdad. Pues el riesgo -por remoto que sea- de un s¨ª en la autodeterminaci¨®n -y el consiguiente riesgo de una albanizaci¨®n de Euskadi- puede ser la espoleta que haga madurar no pocas voluntades de esa burgues¨ªa media -o incluso alta- que juega c¨®modamente a la ambig¨¹edad de comprender a "sus chicos", dejando que Madrid -ahora sin comillas- les saque las casta?as del fuego. Lo malo para ETA -y lo bueno para nosotros- es que ha conseguido identificar independencia con violencia. Pero la soluci¨®n tiene tambi¨¦n importantes riesgos, y en primer lugar el de incentivar la emulaci¨®n auton¨®mica, fiebre que parece haber afectado incluso al templado Pujol, y raz¨®n por la que el plan exigir¨ªa una negociaci¨®n compleja.
Que esta oferta se haya producido ahora responde, sin duda, a un a coyuntura singular en la que se mezcla el deseo de Ardanza de marcharse dejando al menos un camino de paz y el avance del esp¨ªritu de Ermua con el riesgo considerable que ello supone para el nacionalismo vasco; o se pone al frente de la manifestaci¨®n por la paz o se vera forzado a seguirla. Y, por supuesto, responde a la coyuntura electoral de Euskadi, que sobredetermina tambi¨¦n la frialdad con que el plan ha sido acogido. Como ocurre con frecuencia en pol¨ªtica, el largo plazo se opone al corto y los intereses de Estado nunca encuentran su momento.
Hasta el m¨¢s tonto sabe que el problema vasco es un avispero. Pero si los partidos aceptan esta propuesta estar¨ªan colocando a ETA en una dif¨ªcil situaci¨®n pol¨ªtica al evidenciar ante todos los vascos que con la paz, la democracia y la Constituci¨®n se puede conseguir lo que no se conseguir¨¢ jam¨¢s con las armas. Por el contrario, rechazar frontalmente el documento -que HB se ha apresurado a valorar positivamente para reforzar ese rechazo- ser¨ªa, de nuevo, traspasar la responsabilidad de pacificaci¨®n de Euskadi a "Madrid". Es un ¨®rdago que cambia el juego y que necesitar¨ªa m¨¢s an¨¢lisis y ponderaci¨®n. Pensar que el fin de ETA puede hacerse a costa de arrinconar al nacionalismo vasco es, me temo mucho, una apuesta m¨¢s arriesgada que la que sugiere el propio documento.
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