Cat¨¢logo
Lo invisible, no pudiendo escapar tampoco a la ley de la oferta y la demanda, tiene montado su prestigio sobre la creencia generalizada de que se trata de un producto escaso. No es cierto. De hecho, estamos rodeados de fuerzas magn¨¦ticas impalpables, y la mayor¨ªa de nuestros aparatos funcionan gracias a una energ¨ªa hipot¨¦tica, la electricidad, que nadie ha conseguido ver, aunque discurre a trav¨¦s del cobre del mismo modo que los muertos a trav¨¦s del medium. Eso por no hablar de art¨ªculos tan familiares como el viento, que nos golpea al salir a la calle y del que no hay manera, sin embargo, de recoger una muestra en el bolsillo de la chaqueta o del pantal¨®n para airear la casa sin necesidad de abrir las ventanas.Subestimamos en cambio lo visible porque nos parece ordinario, vulgar, cuando no hay nada m¨¢s misterioso ni fant¨¢stico que la carne. Y no me refiero ya al h¨ªgado, los test¨ªculos, que son lucubraciones de un loco, desde luego, sino a la carne con la que tropezamos todos los d¨ªas en autob¨²s o en el metro. La masa corporal es un asunto extraordinario. ?Qu¨¦ hacen esos dedos al extremo de una mano incomprensible, aunque prensil? ?Por qu¨¦ tantas pilosidades y excrecencias? La carne est¨¢ devaluada porque la oferta es grande frente a la demanda, pero una cosa no tiene que ver con otra. Presten ustedes atenci¨®n, por ejemplo, a un solomillo crudo y ver¨¢n c¨®mo, por muchos que haya en el mercado, no deja de constituir un objeto irreal, m¨¢s que un aparecido.
Y si no tienen un solomillo a mano, f¨ªjense en ?lvarez Cascos, que sale mucho por la tele. ?Acaso no se trata de un ser portentoso, aunque visible? De hecho, si fuera invisible no asustar¨ªa ni a los ni?os. Urge hacer un cat¨¢logo, un libro blanco, lo que ustedes quieran, sobre lo imaginario y dedicar el primer cap¨ªtulo a la carne. Venga.
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