"Por dentro, Woody Allen mide cinco metros de alto"
Barbara Kopple entra con un documental en la intimidad del cineasta que quiso ser m¨²sico
-Es verdad, de joven siempre dec¨ªa que quer¨ªa ser m¨²sico.-?Te acuerdas que ven¨ªa un saxofonista negro a darme clases en casa?
-No es posible. ?Un negro?
-S¨ª. Era un fen¨®meno. Y s¨®lo me cobraba dos d¨®lares.
Este di¨¢logo, entre la divertida y muy jud¨ªa y geniuda madre de Woody Allen y el propio y asombrado director, es uno de los momentos divertidos del documental Wild man blues. Realizado por la veterana documentalista estadounidense Barbara Kopple, el filme, que se estrenar¨¢ en Espa?a en abril, estaba pensado en principio para narrar la gira europea de Allen como clarinetista y l¨ªder de un grupo de jazz estilo New Orleans. Pero Kopple no ha podido (o querido) evitar que se acabe pareciendo mucho a una pel¨ªcula autobiogr¨¢fica del autor de Balas sobre Broadway.
El mejor ejemplo es esa escena final, que arranca con Allen y Soon Yi regalando al padre del director las docenas de placas recolectadas durante la gira, y se convierte no se sabe c¨®mo en un sarc¨¢stico intercambio de reproches familiares, en el que la madre llega a decirle a su hijo: "No me gusta que salgas con mujeres asi¨¢ticas".
La pobre Sooni Yi sonr¨ªe y aguanta el tir¨®n, pero entonces el padre pasa al ataque para despreciar la calidad de las leyendas grabadas en las placas. Allen vuelve a pedir perd¨®n, pero eso no impide que los dos octogenarios digan la ¨²ltima palabra: "Debiste ser farmac¨¦utico en vez de artista".
Kopple, que ha visitado Madrid para presentar su filme, no acierta a decir si Allen es igual que sus personajes o bien interpreta a su propio personaje, pero afirma que ella y su equipo fueron para la pareja una especie de "camareros de barra que escuchan confidencias (¨¦l llevaba siempre un micr¨®fono oculto)". Y as¨ª, el filme transcurre entre escenas de los conciertos -desde el Monumental de Madrid (donde empez¨® la gira) hasta Londres- en las que Allen demuestra que es un instrumentista enamorado y jondo pero a la vez muy capaz de hacer re¨ªr, y muestras ¨ªntimas y espont¨¢neas de sus grandes obsesiones: los espacios cerrados, los paparazzi, los pol¨ªticos...
Kopple, veterana documentalista y ganadora de dos oscars, se encontr¨® a la vuelta de Europa con once horas y media de filmaci¨®n. "Pas¨¦ muchas dificultades y mucha tristeza para reducir el metraje, pero Woody y Soon Yi no participaron en esa decisi¨®n. Ellos vieron una versi¨®n de tres horas y media, y disfrutaron como ni?os. La vieron cogidos de la mano, y al final dijeron: 'Muy entretenida". Tras la intensa experiencia ("algunos d¨ªas rodamos 18 horas"), Kopple se considera buena amiga de la pareja ("¨¦l me escribe faxes constantemente") y se atreve incluso a desmontar alguna pieza del autor de Desmontando a Harry: "Es un hombre muy seguro de s¨ª mismo: por dentro mide cinco metros de alto. Como director, actor y m¨²sico, est¨¢ en control permanente de la situaci¨®n. Si la banda duda, ¨¦l dice qu¨¦ canci¨®n tocar. Pero cuando sucede algo que no controla (los fans, los fot¨®grafos o un apag¨®n de luz como el que ocurri¨® en Mil¨¢n) se convierte en un ser muy fr¨¢gil. Es un hombre de h¨¢bitos. Brillante, inteligente, divertido. Y muy buen m¨²sico".
Kopple hab¨ªa rodado documentales sobre rock, derechos civiles, los mineros de Kentucky o la guerra de Vietnam, y considera que Wild man blues mantiene la misma l¨ªnea de otros trabajos suyos: "Siempre he buscado que lo que filmaba fuera verdadero, que saliera gente que hablara de la vida desde el fondo de las cosas, como el que mira debajo de una manta y encuentra un tesoro".
Esta vez su tesoro es la parte m¨¢s comercial de la intimidad del adorado neoyorquino, un tesoro perfecto para allenmaniacos que incluye perlas como el desayuno de la pareja en una suite de Mil¨¢n ("En este hotel hasta las doncellas tienen doncellas"); la conversaci¨®n matutina en el Ritz madrile?o ("Esta tortilla est¨¢ vulcanizada, te dije que no por estar en Espa?a hab¨ªa que pedir tortilla espa?ola"); el ba?o de los enamorados en su habitaci¨®n milanesa ("Nunca hab¨ªa nadado en mi propio apartamento, pero casi prefiero los juegos de pelota a este castigo") o el impresionante acoso de los fans en Bolonia, que Allen recibe con una especie de histeria surrealista y metaf¨®rica: "Es bonito Bolonia, pero me agobian mucho las ciudades de calles tortuosas".
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