Curas, moscas, carabineros y etarras
Sabido es que, de manera muy barojiana, don P¨ªo Baroja propugn¨® en cierta ocasi¨®n una "Rep¨²blica del Bidasoa, sin curas, moscas ni carabineros". La verdad es que uno se hubiera apuntado con gusto a esta Rep¨²blica, presumiblemente independiente. Que nadie se ofusque. D¨®nde est¨¢ el ciudadano espa?ol que, en alg¨²n momento de exasperaci¨®n con las peculiaridades del pa¨ªs, no se haya encontrado de acuerdo con el c¨¦lebre aparte de C¨¢novas, seg¨²n el cual "son espa?oles quienes no pueden ser otra cosa". Es bastante esperable que, en ciertas periferias, m¨¢s o menos dotadas de unos u otros hechos diferenciales, las exasperaciones de este g¨¦nero sean m¨¢s serias, frecuentes y duraderas.Frente a la pintoresca utop¨ªa barojiana, impera hoy en el Pa¨ªs Vasco la precisamente contraria realidad etarra. En ETA han proliferado, en efecto, los curas, ex curas, seminaristas y ex seminaristas. Pero hasta el etarra m¨¢s laico -si no se ha transformado ya en mero matarife aut¨®mata- debe sentirse sacerdote, siempre presto al supremo sacrificio por la causa, al suyo y, por supuesto, al sacrificio de los dem¨¢s. Las molestas pero relativamente inofensivas moscas han sido sustituidas por la l¨²gubre serpiente que se enrosca en torno al hacha mort¨ªfera. Los carabineros se han transformado en pistoleros, grandes expertos del tiro en la nuca, del manejo a distancia de explosivos y del secuestro. Las hordas de aprendices o de novicios encapuchados se ejercitan en la kale borroka, en el vandalismo, e incendian heroicamente contenedores de basura, cajeros autom¨¢ticos, cabinas telef¨®nicas, autobuses urbanos y alguna persona que otra. ETA ha vuelto a poner en vigor el delito de opini¨®n y, como Hitler y Stalin, lo castiga de nuevo con la ¨²ltima pena. La Rep¨²blica del Bidasoa tiene hoy mucho de reino de la intimidaci¨®n y la violencia. Cierto que a las de ETA hab¨ªan precedido las del franquismo, su arrogancia y necedad, la humillaci¨®n impuesta al derrotado Pa¨ªs Vasco por el R¨¦gimen, entre cuyos valedores hab¨ªan no pocos vascos. ?Cu¨¢ntos etarras reclut¨® aquel "juicio de Burgos"? ?Cu¨¢ntos cada menosprecio consciente o inconsciente al euskera?
Pero la violencia espec¨ªficamente etarra dura ya m¨¢s de treinta a?os y, por lo que hoy puede temerse, durar¨¢ a¨²n muchos otros; quiz¨¢ para siempre, formando parte ya inalterable del arcaico folclore vasco, como un siniestro partido de pelota con numerosas v¨ªctimas, entre los pelotaris y el p¨²blico, condenado a no acabarse nunca. Ni el Estado parece capaz de vencer del todo a los terroristas ni, menos a¨²n, ETA puede vencer al Estado. En una democracia moderna, el terrorismo es f¨¢cil, sobre todo cuando los encargados de perseguirlo se enriquecen con los fondos para ello reservados, y lo practican tambi¨¦n, pero chapuceramente. Adem¨¢s, se tratar¨ªa m¨¢s de convencer que de vencer, como observ¨® Unamuno a Mill¨¢n Astray; lo que puede ser a¨²n m¨¢s imposible.
Con s¨®lo -y hada menos que- un 15% de los votos emitidos en el Pa¨ªs Vasco respald¨¢ndola, ETA tiene una cantera pr¨¢cticamente inagotable para la renovaci¨®n de su personal. Se dice que un 5% de los votos de cualquier colectivo pertenecen a la llamada lunatic fringe. En Euskadi, este porcentaje simplemente se triplica (?ser¨¢ a causa del Rh negativo?); con ello basta y sobra para que la carnicer¨ªa contin¨²e indefinidamente. Para acabar con tal cantera, no bastar¨ªa con diezmar a los vascos, soluci¨®n simple a veces propuesta por taxistas y otros l¨ªderes de opini¨®n; habr¨ªa que llegar a uno por cada siete. A los terroristas no se hacen concesiones, con ellos no se negocia, mientras lo siguen siendo; se les vence. De acuerdo, pero ?qu¨¦ pasa si se es incapaz de vencerles y desarmarles? Cierto que la guerra del norte es, despu¨¦s de todo, de baja intensidad y por ello militarmente conllevable. Como los accidentes de carretera, uno tiende a creer que esta guerra nunca le va a tocar, hasta que le toca.
Pero la violencia tiene un enorme coste, sobre todo, claro est¨¢, para los propios vascos. Nos est¨¢ continuamente brutalizando, acobardando y envileciendo; y encima, nos desvalija. En relaci¨®n con la de otras regiones espa?olas y europeas, la renta per c¨¢pita vasca ha ca¨ªdo espectacularmente; lo ¨²nico que sorprende es que no lo haya hecho a¨²n m¨¢s y que en el Pa¨ªs Vasco siga todav¨ªa habiendo alguna inversi¨®n privada. Para el economista, la econom¨ªa vasca debiera haber sido clara beneficiaria de la integraci¨®n de la espa?ola a la europea. Estamos perdiendo la probablemente mejor oportunidad de toda nuestra historia. Sobre la base del Estatuto de Guernica, el Gobierno vasco -aunque saludablemente limitado por las competencias de las diputaciones- tendr¨ªa a su alcance -si supiera hacerlo- casi todo lo que puede hacer un Estado soberano, miembro de la Uni¨®n Europea y de la ya muy pr¨®xima uni¨®n monetaria y sujeto a sus reglas de juego. Hay que admitir que el Gobierno vasco no puede nombrar embajadores, cargos de gran prestigio y muy bien remunerados a costa del contribuyente, pero de cada d¨ªa m¨¢s dudosa utilidad; que Euskadi no tiene marina de guerra ni divisi¨®n acorazada (?y por qu¨¦ no aspirar tambi¨¦n al arma nuclear?), ni puede dotar a sus fronteras de alambradas suficientemente herm¨¦ticas. Pero no parece que de todo ello sienta gran necesidad el ciudadano vasco medio o, en todo caso, el 85% de ¨¦l.
Estamos perdiendo la ocasi¨®n hist¨®rica de afirmar (y de lograr que se reconozca y respete) nuestra identidad peculiar, que es y ha sido siempre plural y mixta. La pervivencia del euskera es un milagro, que se debe quiz¨¢, m¨¢s que a su aislamiento, a su extraordinaria capacidad para la asimilaci¨®n y el mestizaje. Hagamos cuanto sea razonablemente posible -incluso aprenderlo- para que el milagro persista. Pero ?c¨®mo vamos a negar que el castellano (y el franc¨¦s al norte del B¨ªdasoa) son tambi¨¦n nuestras lenguas? ?Que no es posible en la pr¨¢ctica un enuino biling¨¹ismo? Pues tendremos que ir haci¨¦ndonos al triling¨¹ismo, porque conocer al menos los rudimentos del idioma universal que es el ingl¨¦s es ya indispensable. El padre Larramendi, en su Diccionario triling¨¹e de castellano, vascuence y lat¨ªn, publicado a mediados del siglo XVIII, sustituir¨ªa hoy el lat¨ªn por el ingl¨¦s b¨¢sico. La inmigraci¨®n procedente del sur ha medio sumergido al Pa¨ªs Vasco, aunque los hijos y nietos de los inmigrantes pueden figurar conspicuamente en el nacionalismo m¨¢s abertzale. Pero ?qu¨¦ decir de la importancia de la emigraci¨®n vasca -de pendolistas, secretarios, funcionarios, empresarios, obispos, banqueros, ingenieros, futbolistas, cocineros, etc¨¦tera- que desde siempre ha invadido Espa?a? Es significativo que, cuando esto se escribe, el ministro del Interior el Gobierno de Madrid sea vasco; no lo sea menos el secreario general del PSOE, y que el apellido Aznar tenga origen vacso (al parecer viene de azeri, es decir, zorro, lo que un eminente pol¨ªtico deber¨ªa juzgar de buen augurio).
En el verano del 36, don P¨ªo Baroja, por entonces en Vera (hoy Bera), en vista de lo que se ven¨ªa encima, prolong¨® su paseo habitual, dej¨® atr¨¢s el Bidasoa y entr¨® a pie en Francia. Don P¨ªo ha sido tenido tanto por mal espa?ol como por p¨¦simo vasco, pero era un buen andar¨ªn.
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