Escritores y pequineses
Que los escritores y poetas suelen ser vanidosos, ego¨ªstas y narcisos no es nuevo. Ya S¨®crates se atrevi¨® a decir que el poeta es un ser sagrado. A S¨®crates se le perdona el exceso. Pero tambi¨¦n otros se han sentido con raz¨®n genios elegidos para revelar belleza, bondad y verdad. En algunos se intuye el don divino. Crearon con tanta convicci¨®n, talento, maestr¨ªa y esfuerzo, con tanta genialidad en suma, que legaron obras inolvidables a la humanidad. Un mundo sin Cervantes, Shakespeare, Dante o Goethe, Milton o Yeats, Blake o Calder¨®n, ser¨ªa m¨¢s ¨¢rido, poblado por unos seres humanos m¨¢s pobres y peores.Y sin embargo, la memoria de S¨®crates y de los ejemplos aducidos es hoy diariamente vapuleada por quienes se presentan como poetas, escritores, periodistas-narradores y creadores en general, que copan el mundo cultural con su omnipresencia, su osad¨ªa y una vanidad pat¨¦tica en los j¨®venes, y no s¨®lo en ellos. En Espa?a tenemos una legi¨®n de escritores, adivinos y hasta ventr¨ªlocuos, sin olvidar a modelos que "leen de vez en cuando", que se creen el or¨¢culo de Delfos. Se confieren la autoridad para dictar la pol¨ªtica cultural, institucional -y aeron¨¢utica, si se tercia- y liquidar a quienes no est¨¢n en su c¨ªrculo de amigos multimedia. Y, su principal se?a de identidad, son capaces de adular hasta la n¨¢usea a sus padrinos y compa?eros de cuerda.
Salvo honrosas excepciones -y destaco a Javier Mar¨ªas-, se consideran famos¨ªsimos pero infravalorados. Por mucho premio literario que hayan negociado con las editoriales. Por mucho que los convoquen a charlataner¨ªas en televisi¨®n. All¨ª, desde premios Nobel hasta -salvando por supuesto inmensas distancias en obra, talento y emolumentos- adolescentes estancadillos a lo Daniel M¨²gica opinan sobre todo lo que no saben. Poetas y escritores pasaban por ser gentes fr¨¢giles e inseguras, abrumadas por las dudas. Pues aqu¨ª no. Lo saben todo.
El gran analista literario Peter Matt dijo hace d¨ªas, al recibir el Premio de la Antolog¨ªa de Francfort, que "los poetas se desprecian hoy por no ser Rilke y ma?ana desprecian a Rilke" porque lo consideran mediocre. Matt debe frecuentar poco Espa?a. Aqu¨ª todos se consideran mejor que Rilke, hoy, ma?ana y pasado, Recuerdan esa imagen del poeta que se cree Quevedo, Leopardi o Lorca, y se dedican a leer sus poemas al primer extra?o que se topan. E interpretan las muecas de la audiencia como gestos de reconocimiento. En caso contrario se enfadan much¨ªsimo y tratan de ignorantes a cr¨ªticos y lectores.
Hay ¨¦xitos literarios m¨¢s que merecidos en Espa?a. Pocos. Los dem¨¢s, acariciados por la fortuna editorial,no hacen casoa Kipling cuando recomienda que hay que tratar por igual a los dos impostores que son ¨¦xito y fracaso. Es l¨®gico. S¨®lo leen libros dedicados por amiguetes. Y Kipling, hombre de pocos amigos, ya no firma. Hay que ver c¨®mo se quieren los que se ven en el ¨¦xito. Tanto, que saltan las barreras del rid¨ªculo con facilidad pasmosa. No s¨®lo los que no leen. Tambi¨¦n hay ratoncillos de biblioteca que demuestran que no por mucho leer amanece m¨¢s temprano. Hace unos meses, en un peri¨®dico de Madrid, un jovenc¨ªsimo triunfador de las letras de gran promoci¨®n se entrevistaba a s¨ª mismo en doble p¨¢gina. Se deb¨ªa de sentir en el centro del canon. Lo que probablemente no percibiera es que tiene muy pocos amigos en su redacci¨®n. En el caso contrario le habr¨ªan advertido que demuestra una vanidad de baba el entrevistarse a s¨ª mismo. Pero tambi¨¦n revela que su literatura es lectura y no vida, es decir, confiesa este primerillo de la clase que el ligue del que presume lo vio en el cine. Y otro autor ya mencionado dedic¨® hace poco una columna en este diario a hacer una eleg¨ªa de su nuevo libro -por cierto, malo- en respuesta a una cr¨ªtica negativa. Seguro que no sinti¨® rubor al escribir semejante columna. Si es inevitable que hoy las editoriales no las dirijan editores como el admirado Mario Muchnik, sino vendedores de camisas recicladas, al menos pod¨ªan poner m¨¢s atenci¨®n a la calidad de las costuras.
Dec¨ªa Goethe de los escritores autoentusiastas: "Lo que ha escrito con coqueter¨ªa, quiere ver que el mundo lo admira". Canetti, en un homenaje a Hermann Broch en 1939, dijo que "el aut¨¦ntico poeta (y escritor) debe ser el perro de su tiempo. Correr por el terreno, pararse, observar, buscar, de forma indiscriminada pero incansable, movido por la obsesi¨®n (de encontrar). Esta obsesi¨®n, esa satisfacci¨®n interior e intensa (ante el hallazgo), s¨®lo interrumpida por el continuo esfuerzo de correr, le distingue del ser humano com¨²n". Si Canetti viese la autosuficiencia de los canes literarios de nuestra Espa?a no los calificar¨ªa de perros de caza sino de pequineses.
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