Mart¨ª: la muerte que no busc¨®
Algunos han querido ver en la ca¨ªda de Mart¨ª en Dos R¨ªos un suicidio. Una frase expurgada de sus escritos, como la de "Para m¨ª, ya es hora" , de la carta a Federico Henr¨ªquez y Carvajal, del 25 de marzo de 1895, ligada a las diferencias de criterio con Antonio Maceo y M¨¢ximo G¨®mez sobre su salida de la manigua cubana y su presencia terca e intempestiva en el teatro del combate, casi solo, han llevado a uno que otro a afirmarlo o al menos a hacer veladas sugerencias que lo implicar¨ªan. Si esa frase no se extrae de su contexto, nada apuesta por la tesis del suicidio. En la misiva, Mart¨ª se refiere a la idea de la cual se le hab¨ªa tratado de convencer en Montecristi -debate que continuar¨ªa en la reuni¨®n con los dos jefes militares cubanos en La Mejorana- de que su papel esencial en la lucha estaba fuera de la isla. Previamente a la manoseada sentencia, el ap¨®stol le hab¨ªa afirmado a Henr¨ªquez y Carvajal: "Hay que hacer viable e inexpugnable la guerra; si ella me manda, conforme a mi deseo ¨²nico, quedarme, me quedo en ella; si me manda, clav¨¢ndome el alma, irme lejos de los que mueren como yo sabr¨ªa morir, tambi¨¦n tendr¨¦ ese valor ( ... ). De m¨ª espere la deposici¨®n absoluta y continua". No obstante, luego, asegura que ante la opci¨®n prefer¨ªa quedar en el escenario de la querella aunque fuese como el ¨²ltimo peleador y como tal morir, y pronuncia la frase que en el enlace de ideas quer¨ªa significar que al desear el puesto m¨¢s modesto en la isla, antes que salir al exterior, estaba dispuesto a que se cumpliera su destino, porque en todo caso, como dir¨ªamos en buen criollo, al haberse comenzado a quemar la p¨®lvora en los campos de Cuba, ¨¦l, a causa de su papel en la contienda, estaba "cumplido".Mas, enseguida, en su desdoblamiento de siempre, precisamente consciente de su responsabilidad de haber levantado la nueva porf¨ªa y del objetivo que con ella adelantaba, que no s¨®lo era la independencia de Cuba, sino servir a la Am¨¦rica hispana, opon¨ªa a cualquier deseo hipot¨¦tico un deber que cre¨ªa estaba por encima de s¨ª mismo. Por tanto, esta frase no queda m¨¢s que como imagen del ser individual, no del ser hist¨®rico que se ha autoimpuesto una empresa grandiosa y de fondo. ?sta se revelar¨ªa en todo su espesor en otra carta, fechada el d¨ªa anterior a su ca¨ªda, la inconclusa dirigida a su amigo mexicano Manuel Mercado: "Ya estoy todos los d¨ªas en peligro de dar mi vida por mi pa¨ªs y por mi deber -puesto que lo entiendo y tengo ¨¢nimos con que realizarlo- de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza m¨¢s, sobre nuestras tierras de Am¨¦rica. Cuanto hice hasta hoy y har¨¦, es para eso. En silencio ha tenido que ser y como indirecta-mente ...".En la mente de un hombre que el d¨ªa anterior a su ca¨ªda estaba proyectando tales objetivos, en la de alguien que dice "cuanto he hecho hasta hoy y har¨¦" -obs¨¦rvese el tiempo futuro-, no hay cabida para un martirologio provocado, buscado conscientemente, porque sab¨ªa que la muerte truncar¨ªa esa empresa. Se vuelve pr¨¢cticamente imposible que quien estuviese meditando en tarea de tal calado, que no ten dr¨ªa realizaci¨®n si no era conducida por sus manos -pues s¨®lo ¨¦l la entend¨ªa en toda su extensi¨®n y no la hab¨ªa comunicado-, llevase en su esp¨ªritu a la par la idea del suicidio por contrariedades para las que estaba preparado y cuyas causas bien sabr¨ªa solventar. Puede olvidarse acaso que era el hombre que hab¨ªa escrito: "La victoria est¨¢ hecha de cesiones". ?Qu¨¦ sentido tiene entonces creer que a la hora de su ca¨ªda en Dos R¨ªos estaba pensando en la inmolaci¨®n?
Por a?adidura se olvida tambi¨¦n que, el 14 de mayo, cinco d¨ªas antes de su muerte, Mart¨ª hab¨ªa anotado en su diario que iba meditando en la conducta que deb¨ªa adoptar en relaci¨®n con su marcha de la manigua o su permanencia y formaci¨®n del gobierno insurrecto, es decir, en el porvenir. Otro dato m¨¢s niega la posibilidad de un suicidio, no por menor poco importante: si Mart¨ª hubiera querido marchar al sacrificio, no habr¨ªa invitado al biso?o combatiente Angel de la Guardia a acompa?arlo. En un hombre de su ¨¦tica hubiera sido injusto arriesgar la vida del joven en un destino que, en todo caso, deb¨ªa ser s¨®lo suyo.
Hablar de la muerte buscada s¨®lo evidencia desconocimiento del car¨¢cter de Mart¨ª y olvido de las expresiones vertidas poco antes de su muerte ya apuntadas, y otras m¨¢s, que revelan no ten¨ªa la menor intenci¨®n de abrazar el holocausto. Afiliarse a esa tesis, ¨²nicamente puede conducir a pensar que lo suyo eran utop¨ªas y que en ¨¦l todo surg¨ªa de una veta rom¨¢ntica, y a ver en la acci¨®n de Dos R¨ªos un arrebato hijo de la frustraci¨®n, de la obcecaci¨®n, porque lo hac¨ªan abandonar la manigua. Se desconocer¨ªa u olvidar¨ªa, en primer lugar, que Mart¨ª era un pol¨ªtico depurado que conoc¨ªa de litigios, ataques injustos y hasta de humillaciones, sin que esto lo condujera nunca a depresiones: por la sencilla raz¨®n de que sab¨ªa no pod¨ªa permit¨ªrselas. ?l estaba preparado para apurar ac¨ªbar. C¨®mo no recordar estas palabras suyas, todav¨ªa frescas cuando cay¨®: "No habr¨¢ dolor, humillaci¨®n, mortificaci¨®n, contrariedad, crueldad, que yo no acepte en servicio de mi patria". Esto hab¨ªa quedado igualmente confiado en otra frase: "Yo soy la yerba de mi tierra, a que me muerda y me pise". Por el contrario, a encrespadas tormentas, borrascas temibles y cielos encapotados, respondi¨® siempre de la manera apropiada, altivo, firme, valeroso. De hecho, nunca se vio flaquear su voluntad y en todo momento se sobrepuso al peor contratiempo. Porque ¨¦l siempre fue un luchador que se enfrent¨®, sin lirismo alguno, con temple y nervio, a la adversidad, y cuando se impuso la tarea de independizar a Cuba, sab¨ªa que su ruta se repletar¨ªa m¨¢s de zarzas que de flores. Para Mart¨ª, la meta era m¨¢s importante que el camino y comprend¨ªa que, para llegar a ella, tendr¨ªa que pasar por muchas vicisitudes y hasta situaciones enojosas que deber¨ªa apurar como un trago amargo sin que en el rostro se notara un rictus de desconsuelo.
En definitiva, su acci¨®n en Dos R¨ªos queda m¨¢s bien prefigurada en palabras que hab¨ªa escrito tiempo atr¨¢s: "La muerte engrandece cuanto se acerca a ella; y jam¨¢s vuelven a ser enteramente peque?os los que la han desafiado". Es decir, en aquella hora hab¨ªa montado porque despu¨¦s podr¨ªa sentarse a continuar el debate con los hombres que sab¨ªan montar. Ser¨ªa su demostraci¨®n de que, al igual que ellos, era capaz de arrostrar la muerte.
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