M¨¢s all¨¢ del centralismo democr¨¢tico
Entre las famosas Veintiuna Condiciones a las que deb¨ªan adherirse los partidos socialistas para poder integrarse en la Internacional Comunista, aprobadas en 1920, la decimosegunda afirmaba que deb¨ªan aceptar el principio de la centralizaci¨®n democr¨¢tica, es decir, una organizaci¨®n de arriba abajo, "ya que en la ¨¦poca actual, de intensificada guerra civil, el Partido Comunista tan s¨®lo podr¨¢ cumplir con su deber si est¨¢ organizado de la manera m¨¢s centralizada posible, si una f¨¦rrea disciplina lo domina". El tema fue analizado por el PSOE en diversos Congresos los a?os 1920-1922 rechaz¨¢ndose de plano las 21 Condiciones. Es m¨¢s, puede asegurarse que la raz¨®n de la permanencia del PSOE en el seno del socialismo tuvo m¨¢s que ver con la democracia interna del partido que con la aceptaci¨®n o el rechazo de la democracia como forma pol¨ªtica. As¨ª, por ejemplo, Ramos Oliveira se?alaba en 1934 que la discrepancia del socialismo alem¨¢n de la revoluci¨®n rusa invoca los principios democr¨¢ticos externos en tanto el socialismo espa?ol se bate contra las Veintiuna Condiciones por los principios democr¨¢ticos internos".Desde un punto de vista institucional la posici¨®n era l¨®gica, pues dificilmente se puede gestionar una democracia desde organizaciones no democr¨¢ticas, de modo que la democracia interna de los partidos es la mejor garant¨ªa de la externa. Sin duda por ello, la Constituci¨®n Espa?ola establece en su art¨ªculo 6. -nada menos que en el T¨ªtulo Preliminar, que la estructura interna y el funcionamiento de los partidos deber¨¢n ser democr¨¢ticos. Pues bien, esa paradoja, la de partidos no democr¨¢ticos dise?an do, organizando y gestionando una democracia parlamentaria, es la que hemos vivido en Espa?a desde 1978. Cierto que, al menos en el caso de los partidos de izquierda, ello ten¨ªa la justificaci¨®n de la herencia perversa de la dictadura, contexto en el que celebrar congresos o elecciones resultaba imposible. Cierto tambi¨¦n que el PSOE al igual que los dem¨¢s, abrieron numerosos y variados canales de comunicaci¨®n y de expresi¨®n interna. Pero aun as¨ª, la organizaci¨®n segu¨ªa y sigue siendo jer¨¢rquica y piramidal de modo que la paradoja contin¨²a. Y la prueba m¨¢s palpable es que a¨²n no han tenido tiempo para elaborar una ley de partidos pol¨ªticos que imponga esa estructura interna y funciona miento democr¨¢tico que exige la Constituci¨®n.
Ello ha sido y es grave en todos los partidos pero m¨¢s a¨²n en el Partido Socialista. Pues la inmensa acumulaci¨®n de poder pol¨ªtico que se produjo en su c¨²pula desde 1982 careci¨® de controles internos, y esa falta de controles internos, con todos sus derivados (clientelismo, servilismo, opacidad, distorsi¨®n de la comunicaci¨®n), acumul¨¢ndose en el tiempo, condujo a su colapso al final de la ¨²ltima legislatura con un considerable descr¨¦dito y da?o para la democracia. Si hab¨ªa alguna duda sobre la conexi¨®n entre democracia interna y externa ha quedado despejada por la experiencia reciente del PSOE. Que el Partido Socialista necesita una profunda renovaci¨®n es pues evidencia indiscutible. Que esa renovaci¨®n del principal partido de la oposici¨®n -uno de los pocos que articula la naci¨®n espa?ola- nos interesa a todos los ciudadanos y no s¨®lo a los militantes socialistas puede ser menos evidente pero no menos cierto.
Por ello la adopci¨®n del m¨¦todo de primarias en el Partido Socialista debe saludarse como un gran paso adelante en la renovaci¨®n de ese principal partido y en la democratizaci¨®n de todos los dem¨¢s. Revitaliza al partido, le da nuevo y serio sentido a la militancia, forma cuadros y ejemplariza la vida p¨²blica. Basta pensar que a partir de ahora la mayor¨ªa socialista tendr¨¢ su propia oposici¨®n interna, incluso cuando est¨¦ en el poder, o que el debate sobre las primarias ya se ha abierto en el PP.
A estos efectos que la persona elegida sea Almunia o Borrell carece de importancia, aunque no es ciertamente irrelevante. Lo importante es que la presentaci¨®n de Borrell hace cre¨ªble el procedimiento y le otorga legitimidad, salga quien salga. Es la verdadera renovaci¨®n del socialismo espa?ol que, inevitablemente, deber¨¢ continuar con una profunda renovaci¨®n generacional de su ¨¦lite dirigente.
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